Revista Pijao
Martín Lutero. Renegado y profeta
Martín Lutero. Renegado y profeta

Por Andrew Pettrgree (New York Times Book Review)

El Cultural (ES)

Hace 500 años, un oscuro académico alemán emitió una invitación pública para participar en un debate teológico. Visto así, no hay ninguna razón por la que debiésemos siquiera estar enterados de ello. Era una práctica totalmente rutinaria en el mundo universitario y, sobre todo, era un medio para enseñar a los estudiantes. Es verdad que el profesor había elegido un tema delicado: la venta de indulgencias, un medio popular con el que los cristianos piadosos podían hacer una contribución financiera a la Iglesia a cambio de la esperanza de que se les perdonasen sus pecados en el más allá.

Aquel académico alemán no era el primero que criticaba las indulgencias, así que lo hacía sin muchas esperanzas en que los teólogos hiciesen caso a su llamada para hablar del tema; de hecho, el debate nunca llegó a celebrarse. En 1517, Martín Lutero era un académico en busca de una causa. Al cabo de unos pocos años, era el escritor más publicado de la historia de la Cristiandad. Cuando murió en 1546, la Iglesia estaba dividida entre distintas confesiones, la protestante y la católica, que competían entre ellas, con consecuencias que seguimos padeciendo hoy en día.

Una gran parte de lo que se dice sobre la trayectoria de Lutero es sumamente improbable. Es difícil imaginarse cómo pudo tanta gente oír hablar de Lutero y de sus escrúpulos, en un mundo sin los medios de comunicación modernos. No era un escritor especialmente conocido o prestigioso. No había publicado casi nada y enseñaba en una universidad no particularmente distinguida, escondida en el norte de Alemania. Sus 95 tesis contenían un enfado latente que podría haber causado asombro en círculos académicos más sofisticados, pero estaban escritas en latín, la lengua de debate de los eruditos. Desde luego, nadie podría haber presagiado que este escritor novel se convertiría la postre en un poderoso polemista. En 1518, respondía a sus detractores no en latín, sino en alemán. Su Sermón sobre las indulgencias y la gracia fue el primero de una serie de panfletos apasionados, que primero despertaron el interés del público en general, y luego crearon un movimiento popular.

En su vida posterior, Martin Lutero rememoraría a menudo los extraordinarios acontecimientos que se produjeron tras su impetuoso acto de conciencia: el intento de la jerarquía eclesiástica de acallar su protesta, los actos de desafío cada vez más numerosos, su condena y su excomunión y el clamor público que vino después. Lo sabemos porque Lutero no era un hombre reservado. Peroraba alegremente en la mesa de la cena, bromeando con sus compañeros, algunos de los cuales registraron sus conversaciones, recogidas en un volumen llamado Charlas de sobremesa. Estos recuerdos de la hora de la cena, a menudo imprudentes, junto con su correspondencia, constituyen el núcleo de lo que conocemos sobre la enorme personalidad de Lutero.

Es inevitable que el aniversario de la Reforma dé lugar a una avalancha de nuevas publicaciones. Martín Lutero: renegado y profeta es sin duda una de las mejores y de las más importantes. Esta biografía, para la cual se realizó una profunda investigación a lo largo de un periodo de más de diez años, ofrece un estudio nuevo y profundamente iluminador del hombre que, un tanto a regañadientes, dividió a un continente. Lo que surge de ello es una obra de impecable erudición y meticulosa imparcialidad. En concreto, Lyndal Roper (Melbourne, 1956) ha analizado la correspondencia, que ilumina cada página de este libro, a medida que Lutero lidiaba con la presión de convertirse en un personaje público, buscaba aliados y se desahogaba con sus amigos de confianza. En algunas cartas profundamente doctas e inquietantemente sinceras, resplandece su carisma, pero también vemos su complejidad: era un hombre que podía ser, por momentos, ofensivo y totalmente implacable, pero también tierno, afectuoso y divertido.

Roper destaca en el relato de la inusual educación de Lutero, que pertenecía a una familia de mineros. Tuvo una vida dura, llena de riesgos; vivían bien, pero una mala decisión empresarial siempre les podía llevar al desastre. El joven Martin sabía que el precio de su educación era una inversión en el futuro de la familia, y lo mucho que su decisión de abandonar sus estudios de derecho por una carrera en la Iglesia trastocaría los planes de su padre. Pero las diferencias entre ellos se solucionaron, y Lutero fue ascendiendo en la jerarquía de la orden de los Agustinos. Su nombramiento como profesor en Wittenberg no fue demasiado bien recibido al principio; pues Lutero creía que le habían exiliado a un páramo de provincias.

Roper brinda un interesante relato sobre estos acontecimientos, y sobre los intentos cada vez más volubles de Lutero de defender su postura inicial. Sobresale especialmente en la narración que hace del debate crítico con los nuevos rivales católicos de Lutero en 1519, cuando se enfrentó en Leipzig a Johannes Eck, un peso pesado consolidado de la teología. Aquí Lutero tropezó constantemente por culpa de un adversario provocativo que le llevó a adoptar posturas cada vez más radicales: Lutero se vio acorralado y obligado a reconocer, por ejemplo, que Jan Hus, el gran hereje medieval bohemio, tenía razón en varios temas fundamentales. Después de Leipzig, la comunidad intelectual acudió por primera vez al rescate de Lutero, revelando que Eck era un mujeriego engreído. Lutero superó rápidamente la debacle de Leipzig, proporcionando a un público cada vez más fascinado una constante fuente de textos teológicos reflexivos, francos y desafiantes.

Cualquier intento de refrenar a Lutero durante estos años se topaba con una majestuosa y terca resistencia: “Le ruego, si usted entiende correctamente el Evangelio, que no piense que este asunto se puede tratar sin rebelión, sin ofensa y sin malestar”, escribía Lutero a uno de sus interlocutores. “No puede convertir la espada en una pluma, o conseguir la paz mediante la guerra: la Palabra de Dios es una espada”. Este fue un principio al que nunca renunció.

Los amigos que le habían decepcionado fueron rápidamente apartados, al igual que aquellos que amenazaban el futuro de su joven movimiento. En 1524, la rebelión se extendió por el campo alemán cuando los campesinos tomaron las armas para luchar contra sus duras condiciones de vida.

Estas revueltas no eran ninguna novedad; pero como ahora los rebeldes afirmaban que les inspiraban las enseñanzas del Evangelio de Martin Lutero, las autoridades los repudiaron brutalmente. Roper se remonta hasta su origen, en 1522, cuando Lutero rechazó el cambio evangélico que podía ofender al Elector de Sajonia, Federico el Sabio, su influyente protector; a partir de este momento, la Iglesia luterana estaría unida al poder secular. De esta manera, el de Lutero era un mundo de horizontes estrechos, y en sus últimos años rara vez salía de su amada Sajonia.

Se ocupaba del creciente número de iglesias inspiradas por sus enseñanzas por correspondencia y gracias al trabajo de sus lugartenientes que viajaban por toda Alemania para establecer el nuevo orden evangélico. La autora sigue de cerca el desarrollo de este movimiento, pero lo hace en gran medida a través de los ojos de Lutero. “Quiero entender al propio Lutero”, escribe. “Quiero explorar sus paisajes internos para entender mejor sus ideas sobre la carne y el espíritu, formadas en una época anterior a nuestra separación moderna entre el cuerpo y la mente”. Pero su decisión de permanecer con Lutero en Wittenberg nos priva de una explicación real de la razón por la cual tanta gente de fuera de Sajonia se unió a su causa: por qué los sacerdotes se subían a sus púlpitos y arriesgaban su sustento para predicar en su nombre; por qué los ciudadanos normales y corrientes promovían la predicación del Evangelio; por qué los príncipes quedaron hechizados por este problemático sacerdote. Incluso la mujer de Lutero, Katharina von Bora, que a su manera era uno de los modelos más perfectos de una feminidad más poderosa, es una figura curiosamente ausente (el que una antigua monja se casara con Lutero, un antiguo monje, ya fue de por sí un escándalo).

Es un libro sumamente gratificante y que ofrece algunas revelaciones sagaces, pero el énfasis en la vida interior de Martin Lutero no nos permite entender del todo cómo el hombre se convirtió en un movimiento.

Traducción de Sandra Chaparro. Taurus. Barcelona, 2017. 640 páginas,


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