Revista Pijao
Los Dinesen. Memorias de familia
Los Dinesen. Memorias de familia

Por Alberto Gordo 

El Cultural (Es)

Un poeta danés, Tom Kristensen, definió a la familia Dinesen como “una estirpe literaria que siempre ha resultado interesante por su mezcla de primitivismo y refinamiento, sed de sangre, arrojo y altura”. Y Tom Buk-Swienty, autor de Tommy y Tanne (Ediciones del Viento), está de acuerdo. Su libro es una historia de la saga, pero sobre todo de la relación entre dos de los hermanos, Karen Blixen (más conocida por su seudónimo, Isak Dinesen, con el que escribió Memorias de África, aunque en su familia la llamaban Tanne) y su hermano Thomas, al que llamaban Tommy, que fue asimismo escritor y publicó una biografía de su famosa hermana (Mi hermana Tanne, 2013), otra de su padre, cuentos y unas memorias de la Primera Guerra Mundial, No Man's Land, de 1929.

Buk-Swienty se encontró en la casa de Tore, hijo de Tommy, un sobre en el que ponía: “Cartas de Thomas a Tanne durante la guerra”. Es el punto de partida de este libro. Asistimos así a la correspondencia entre los hermanos. A los primeros contactos de Karen Blixen con la naturaleza salvaje de África (“lo que la naturaleza puede expresar de su poder cuando se la mira directamente a los ojos...”). Al descenso de Thomas al infierno de las trincheras de la Gran Guerra. De hecho es la guerra lo que parte en dos sus vidas privilegiadas.

Como explica el autor, “por las venas de los Dinesen no corría sangre azul y por lo tanto no estaban formalmente al mismo nivel que las otras familias nobles de la época”. Pero no andaban muy lejos: “Pertenecían a un pequeño grupo de familias terratenientes burguesas que habían logrado ganarse el respeto entre la nobleza y la familia real, y que se movían de forma natural en sus círculos”. Así la infancia de Karen y sus hermanos transcurrió entre fincas, jornadas de caza e historias épicas sobre los antepasados familiares.

La última llamada

Los niños fueron educados por sus tías, estrictas institutrices que fomentaron las inclinaciones artísticas de los chicos. “Con ocho años estaba claro que Tanne tenía talento como escritora y dibujante”, explica el biógrafo. “Las primeras historias que se conservan son de 1893, cuando tenía ocho años”. El padre, que se ahorcó cuando Karen tenía nueve años, fue parlamentario. Su suicidio -vergonzante- se convirtió en un tabú familiar.

Cuando anunció su compromiso con Bror Blixen, Karen tenía 27 años. “Estaba a punto de sonar la última llamada”, explica Buk-Swienty. Eso, sumado al hecho de que se convertiría en la baronesa Blixen, hizo que Mohder, la madre, se olvidara de la fama de seductor, de “hombre de moral laxa”, que tenía Bror Blixen y aprobara la unión. Tommy mostró su estupefacción por el enlace, pues Karen estaba enamorada de su hermano gemelo Hans Blixen.

El biógrafo sostiene que fue Karen quien insistió en que “debían salir al mundo, a un país lejano, con grandes e ilimitadas posibilidades”.

Esto ocurrió en 1913. Ese año marchó Bror de avanzadilla a África; debía buscar una finca y allí se reuniría con él Karen. Pronto la encontró: “una granja de 658 acres de tierra, a justo dos kilómetros de altitud y aproximadamente veinte kilómetros al oeste de Nairobi”. Fundaron la compañía Karen Coffee Company Ltd. Los Blixen vivirían desde entonces “en una modesta casa de piedra de cuatro dormitorios desde cuyo porche había una hermosa vista de las colinas Ngong”.

El desembarco de Karen fue espectacular: cubertería de plata, cristalería, porcelana, muebles, joyas, alfombras, un gran reloj francés, fotografías en marcos tallados, una máquina de hacer ejercicio físico, cuadernos, una biblioteca heredada de su abuelo y su regalo de boda preferido, un lebrel escocés al que llamó Dusk. “Parecía que desease civilizar ella sola a toda la colonia”, escribe el biógrafo.

A su llegada, comenzaron las cartas con su hermano, en donde le hablaba de “los grandes depredadores, que se incrustan en la mente de tal forma que no crees que haya otras cosas por las que valga la pena vivir a parte de los leones”. Cuando estalla la guerra, y convencido de que involucraría a Dinamarca, escribe Tommy en su diario: “comprada una pistola de recarga por retroceso”. Dinamarca se declaró neutral pero, tras lo ocurrido en Bélgica, cuya neutralidad violaron los alemanes, decidió armarse. Tommy, fascinado por las historias que venían del frente, se alistó. Pero la guerra no llegaba. Le costó ir al frente, quiso hacerlo con el ejército francés y con el británico, pero no le dejaron, y al final tuvo que unirse al canadiense. Escribió que necesitaba experimentar el “bautismo de la acción”.

Karen regresó a Dinamarca a curarse una sífilis (se la pegó su marido), pero pronto volvió a Kenia. Para entonces, dice Buk-Swienty, “África se le había metido en la sangre”. Desde el campamento en que esperaba para entrar en batalla, le escribe su hermano: “Siempre te he admirado tanto, que me parece que conseguir tu aprobación a lo que hacía era, de todas las cosas, lo que más recompensaba el esfuerzo”. La biografía reconstruye en adelante el día a día de los soldados (“ahora podemos oír toser los cañones a lo lejos, es como oír rugir a los leones por vez primera, el viejo canto de la guerra, nunca olvidado si se ha oído una vez”). Y narra cómo el entusiasmo (“me gusta disparar a los alemanes cuando pienso en Jutlandia, en Dinamarca en general y en la ‘senda de mis mayores'”) se torna desesperación. Tommy al fin sobrevivió, y pudo contarlo. Y terminada la guerra pudo reunirse otra vez con su hermana frente a las colinas del Ngong.


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