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Los días del trueno: el secreto de una buena novela
Los días del trueno: el secreto de una buena novela

Ha pasado casi un siglo desde que Virginia Woolf nos revelara uno de los secretos para distinguir entre una buena y una mala novela. La clave según ella se encuentra en la última página. Ese momento en el que el lector se da cuenta que ha llegado al final y que la aportación del autor ha terminado, o por lo menos eso cree. Allí inicia el juicio para determinar si la novela es digna de ser considerada como buena o de lo contrario merece pasar al olvido.

Woolf nos dice que una buena novela es capaz de hacernos sentir vivos y llenos de ideas. Además de que nos hace pensar y nos muestra las convicciones del autor. Por lo tanto, son nuestras emociones al llegar a la última página las que dictaminan el veredicto final. De esta manera podemos decir que un buen escritor es aquel que es capaz de provocar en sus lectores emociones y sensaciones que van más allá de la última página.

Adentrarse y apropiarse de las emociones de un individuo no es tarea fácil, y llegar, provocar y transmitir el llanto, la risa, el amor, el coraje, la emoción, el deseo, la frustración, la sorpresa y la reflexión es precisamente lo que logra Carlos Pardo Viña en Los días del trueno. Pardo Viña cuenta con una larga trayectoria tanto en el periodismo como en el ámbito literario. Es autor de libros de investigación histórica y cultural, cuentos y novelas.

En el 2017 su novela Bohemian rhapsody lo hizo acreedor al Premio Internacional de Literatura Rubén Darío. Ya en Bohemian rhapsody veíamos a un autor comprometido con exponer e indagar en el problema existencial que se afronta en la actualidad. Los días del trueno, también nos muestra a un autor comprometido cuyas convicciones quedan plasmadas en la novela.

Pardo Viña no deja de sorprender al recurrir y combinar dos de sus grandes pasiones, la historia y la narrativa. Es esta mezcla la que logra que el lector sienta empatía por Óscar Maldonado y eventualmente por Daniela Rondón, pues se convierten en el reflejo de cualquiera de nosotros. Junto a Óscar vivimos sus alegrías, amores, decepciones, fracasos, miedos y triunfos.

 

Es un personaje que nos resulta familiar, pues en algún momento de nuestra existencia todos hemos vivido una experiencia como las que le acontecen a Óscar. Es así que uno de los grandes logros del autor es haber creado un personaje ficticio tan real que al lector le resulta fácil identificarse con él.

 

No se trata de una novela de viaje o urbana, sino de una estrategia usada para posicionar al lector en un espacio determinado. Al igual que lo hicieran los escritores de la onda en México en la década de los sesenta, Pardo Viña nos da un paseo por la ciudad y nos normaliza un espacio donde las urbes acaparan la atención. Madrid e Ibagué no son las protagonistas, pero sí que resultan elementos claves para la creación y desarrollo del protagonista.

Lo mismo ocurre con el tiempo. Por un lado, tenemos el aspecto histórico, una novela que ha sido documentada y hace referencia a hechos históricos y verídicos a nivel mundial. Por otra parte, la vida ficticia de los personajes. El autor logra manejar los tiempos narrativos de manera excepcional. Combina el pasado con el presente sin llegar a confundir al lector, alternamos entre 1989 y 2019.

La novela se convierte así en un tributo a la memoria, para que esas pequeñas islas no se pierdan en un mar de olvido. Pardo Viña nos convierte al igual que a Óscar en testigos de la historia. El autor nos hace reflexionar en la importancia que tiene la historia y en cómo esta está más cerca de lo que pensamos. Nos presenta una novela compleja donde no solo nos hace pensar en el papel que tiene la historia sino en el papel que jugamos nosotros como sociedad dentro de ella. La trama pone de manifiesto a una sociedad que insiste en olvidar el pasado. Una sociedad que poco a poco va cayendo en el individualismo donde parece que el ser humano solo se preocupa por sí mismo e insiste en olvidar la memoria. Nos expone una realidad que se vive a diario donde la violencia gana cada día más protagonismo.

 

El factor sorpresa dentro de la literatura no es una novedad, ya que es algo que se ve con frecuencia y que en la mayoría de los casos el lector lo puede predecir. Lo que sí resulta una novedad y otra de las grandes técnicas narrativas de Pardo Viña es narrar una normalidad y en el momento en el que el lector menos lo espera da una sorpresa que lo deja boquiabierto.

 

Ante esta sorpresa, el lector no tiene otra alternativa que hacer una pausa, preguntarse a sí mismo si lo que acaba de leer ha ocurrido y enfrentarse a una mezcla de emociones antes de continuar leyendo.

 

Son estas emociones a las que se refería Virginia Woolf, ya que el autor desde la primera página llama nuestra atención, nos hace identificarnos con el protagonista al punto de que sentimos y vemos a Óscar como a nosotros mismos. Por lo tanto, todo aquello que le pase lo sentimos como propio. La novela está escrita a manera de diario, un recurso que sirve para aumentar los lazos afectivos entre el protagonista y el lector, pues se tiene la sensación de que Óscar nos ha dejado entrar en su vida y formar parte de su intimidad.

 

Pardo Viña logra exitosamente llegar y adentrarse en las emociones de los lectores, pues Óscar es un personaje real con el que todos nos podemos identificar. Aquí radica uno de los logros más exitosos de la novela, ya que el autor es capaz de borrar esa línea entre lo ficticio y lo real al punto de que lector y protagonista se funden en uno mismo.

Terminé de leer la novela un domingo por la mañana. Al dar vuelta a la última página pensé y quise creer que había habido (quizá después de esta frase Óscar quisiera una inyección) un error y que faltaban páginas. Tenía el deseo y la necesidad de saber qué había pasado al día siguiente con los personajes.

Ese día al igual que los próximos volví a escuchar a Joaquín Sabina, tuve el deseo de volver a Madrid, pensé en los viejos amores y las nuevas ilusiones, incluso pensé en tatuarme una mandala. Han pasado ya varios días y aún se aparecen en mi memoria Óscar y Daniela. Los días del trueno es una novela que, aunque pasen 19 días y 500 noches aprender a olvidarla resulta difícil, pues logra tocar nuestras emociones y las prolonga aún después de haber leído la última página.

Zuria Ceja Vásquez

Especial Pijao Editores


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