Revista Pijao
El amor libre en un mundo futuro
El amor libre en un mundo futuro

Por Carlos Restrepo

El Tiempo

La Tierra. Año 2400. La humanidad se ve amenazada a desaparecer y solo unos pocos podrán ser llevados a un mundo diferente. Los seres se han transformado y ahora pueden ponerse extensiones de otros seres. Por eso, no es raro ver humanos con cola de lagarto.

En ese contexto sucede El futuro de Ismael, con el que hace su debut en la novela colombiana la filósofa y literata Diana Catalina Hernández.

La escritora da vida a un triángulo amoroso protagonizado por Ismael, un terrícola cuyo cuerpo aún no se ha transformado. Él se enamorará de otro ser, cuyo género deberá descubrir y será uno de los desafíos a los que se enfrentará el lector, “pues primero aparece con un género y luego con otro”, anota la autora. A ellos se une un tercer ‘trans’.

La historia, narrada en dos niveles, cuenta primero el presente de Ismael, en el futuro, y en otro plano su pasado, cuando vivió esta trilogía amorosa.

Cuando estudiaba filosofía en la Universidad Nacional, Hernández recuerda que muchas veces analizaron la teoría de mundos diferentes, que solían llamar “planetas asterisco”.

Esa idea, precisamente, fue la materia prima que la escritora usó para inventar ese mundo futuro en el que los seres son rescatados de la Tierra por otra civilización, para vivir ahora dentro de unas cápsulas, en uno de esos “planetas asterisco”. Quien salga de la cápsula se quema, por culpa de una catástrofe solar.

Allí reciben su ración diaria de comida a través de unas pastillas, la ropa sale de dispensadores y con solo sacudirla se ajusta al tamaño del cuerpo. Además, las personas se interrelacionan a través de escritos y mensajes que ponen en una red.

La génesis de la novela se remite al año 2011, cuando Hernández conoció a hombres transgénero. “Y me enamoré de ellos sin saber mucho cómo era ese mundo. Me involucré en el tema, comencé a hacer activismo con mi arte en las calles y hasta cambié mi apariencia. Además tuve parejas ‘trans’ masculinas”, cuenta.

Luego, cuando ingresó a la Universidad Nacional, a hacer la maestría de Escrituras Creativas, tuvo claro que su sueño sería llevar al terreno de la literatura todas esas historias de amor que había vivido.

“Cuando conocí estos cuerpos, me pareció que eran de otro mundo. Y cómo estas personas se ponen sus hormonas que les transforma el cuerpo muy rápido, para mí eran como X-men”, explica.

Jugando con esa imagen, la escritora se decidió por una historia de ciencia ficción, que además le permitió reflexionar sobre la tolerancia al otro, en un mundo futurista en donde los seres diferentes se aceptan sin juicios de valor.

La escritora comenta que se nutrió de la influencia de autores experimentales que había leído y que han transitado los mismos terrenos literarios, como César Aira, Philip K. Dick o Murakami.

Agrega que si hubiera escrito estas historias de amor tal y como sucedieron los hechos, muchos hubieran generado resistencia, como suele ocurrir.

“Pero si tú lo metes en todo este contexto de robots y de máquinas, el lector dice: pues sí, eso pasa en esos mundos y no importa”.


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