Revista Pijao
Contra un sistema que no tolera el fracaso
Contra un sistema que no tolera el fracaso

Por Virginia Cosin

Especial para la Revista Ñ

Hay cientos de videos sobre Joan Didion en YouTube: entrevistas, fragmentos de filmes basados en sus textos, documentales. En uno de ellos, Griffin Dunne –el sobrino de Didion y de quien fue su marido–, cuya cara podría resultarle familiar al que vio Después de hora de Martin Scorsese, o más recientemente la serie basada en el libro de Kris Krauss, I Love Dick, en las que actúa, cuenta el proyecto de hacer un documental sobre su tía.

Allí, Griffin habla como familiar, como director de cine y lector, como uno de los tantos ciudadanos que ven en Didion un ícono de la cultura estadounidense. La describe como una mujer de aspecto frágil, pero fuerte como una leona. Una imagen que juzgaría precisa cualquiera que viera una fotografía de esa mujer extra small, de ojos un poco rasgados y boca grande, y leyera sus novelas o crónicas.

En la línea del “nuevo periodismo”, junto con Hunter S. Thompson, Gay Talese o Tom Wolfe, Didion aportó su particular ojo clínico para hablar de medios de comunicación, política, inmigración y consumos culturales, pero también, y de forma notablemente descarnada, de ella misma. La culminación de la exploración hacia el interior del sufrimiento, la autoobservación, el análisis exhaustivo de los comportamientos humanos frente a situaciones límites y las diferentes formas de sobrevivir o soportar lo insoportable, tiene lugar en El año del pensamiento mágico, publicado en 2005, que narra el minucioso trabajo de duelo después de la muerte de su marido, John Gregory Dunne.

Seis años después de ese duelo, se enfrenta a otra muerte, aún más difícil: en Noches azules va con su escritura, como un buzo que solo cuenta con un tanque de aire, hasta el fondo del océano, para narrar la muerte y las formas posibles de convivir con el recuerdo de su hija Quintana. Dos libros tan dolorosos como deslumbrantes que llamaron más la atención sobre Didion. Este año se reeditó Según venga el juego, una de sus primeras obras de ficción, publicada por primera vez en el año 1970. Y en esa raíz puede verse contenida toda la originalidad y la prepotencia de la escritora que sería años después.

Estamos en Las Vegas. María Wyeth inicia un monólogo desde lo que pareciera ser una clínica psiquiátrica. Estamos en el principio del libro, pero es el final de la historia. Sospechamos, aunque no estamos seguros, que ha habido un asesinato, pero no queda claro quién es la víctima y quién el victimario. Y la incógnita a develar no es en absoluto quién es el asesino. No es lo que importa. Después del monólogo de María viene uno más breve, el de Helene, su ¿amiga? Y otro, de su marido Carter. Tres puntos de vista para arrancar. Y unas páginas después la historia dará comienzo en tercera persona y en pasado.

Con una prosa limpia y punzante, Didion nos lleva a la cabeza de su protagonista, que viaja por carreteras polvorientas y calurosas –el lado B del glamour de Hollywood– tratando de escapar de los recuerdos de una infancia traumática y de un presente agobiante. María es actriz, casada con un cineasta de culto. Tiene una hija con alguna deficiencia mental de la que no puede, o no le permiten, hacerse cargo, e intenta sobrevivir a un sistema de estrellas despiadado que no tolera el fracaso ni el dolor, y que los considera anomalías que hay que extirpar.

Estructurada como una suerte de collage, donde capítulos breves suceden a otros brevísimos, la novela es en parte una denuncia (de ninguna manera un panfleto) acerca de los modelos sobre los que se construye la sociedad estadounidense, los usos del poder en la industria del entretenimiento, y la regulación de la salud y la enfermedad en manos de los que sueñan el sueño dorado.

Según venga el juego, Joan Didion. Literatura Random House, 190 págs.


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