Revista Pijao
Benjamín se fue a la guerra
Benjamín se fue a la guerra

La novela histórica es uno de los subgéneros que más ímpetu ha logrado desde su aparición en el siglo XIX en Europa de la pluma de Walter Scott y desde luego con León Tolstoi y su impresionante “Guerra y paz”. Con mucha cercanía a romanticismo donde se aviva el sentimiento nacional, el sentido y la vivencia de la historia, se popularizó convirtiéndose en moda. En Latinoamérica también ocurrió un fenómeno parecido y en Colombia muchos escritores toman como referencia para sus novelas hechos pasados o presentes.

Se puede hablar de un boom de la novela histórica en Colombia con escritores que van desde Gabriel García Márquez, Germán Espinosa, Roberto Burgos Cantor, Jorge Eliécer Pardo, Mario Escobar Velásquez, Andrés Hoyos, Miguel Torres entre otros, que apropiándose de las técnicas narrativas levantan arquitecturas distintas donde evidencian su posición ideológica, leen la historia desde una manera no oficial. Los escritores que asumen la historia como tema hacen el juicio del pasado desde el presente, es decir, la contraposición entre las perspectivas éticas contemporáneas y la recreación de una época histórica ya pasada, que se convierte en el problema que el autor aspira a resolver.

Es el caso de Carlos Orlando Pardo, uno de los escritores tolimenses más prolíficos. Su larga trayectoria se evidencia en su nutrida obra publicada de 52 libros que va desde libros de cuento, novelas, ensayos y la dirección de Pijao Editores que comparte con su hermano el escritor Jorge Eliécer. La editorial pasa ya los 46 años de fundada y ha publicado más de 500 títulos y más de mil autores.

Su más reciente novela “Benjamin se fue a la guerra” es el resultado de años de oficio donde logra un collage de técnicas que van desde la historia, la aventura, lo epistolar, el periodismo.

Como investigador de la historia del Tolima y como señala en “Vida y obra de Carlos Orlando Pardo” la biografía de Albeiro Arias y Ricardo Torres Correa, el recurso de la historia le sirve como explicara Carlos Fuentes, porque “no hay presente vivo con un pasado muerto y sin nuestra memoria, que es el verdadero nombre del porvenir, no tenemos un presente vivo; un hoy y un aquí nuestro donde el pasado y el futuro verdaderamente encarnen.” Consciente de su origen regional, Pardo explica el porqué de su interés de reflexionar acerca del ser tolimense: “Nosotros, los tolimenses, hemos oscilado entre la fábula y el desastre, entre la utopía y el fracaso, entre la visión idílica y la violencia descarnada. Por eso en estos libros, quizá no exista otro registro más completo y variado para comprender las vivencias de las gentes, están sus ilusiones y pesares, sus
cambios de sensibilidad a través de las épocas, que es en el fondo el corpus inmenso de la historia. No pensamos, también como diría Fuentes, ni mostrar ni demostrar el mundo, sino añadirle algo al mundo, crearle complementos y reflejar el espíritu del tiempo que nos tocó vivir.”

A partir de un personaje de la vida real, un colombiano, tolimense nacido a principios del siglo XX en El Líbano: Benjamín Márquez Echeverry, el autor se propuso seguir la huella de este hombre que pareciera salido solo de la ficción pero que siendo real, de carne y hueso, muy a su pesar, dejó pistas a seguir en el libro Memorias de un combatiente y que el periodista Álvaro Pachón de la Torre, recoge las crónicas que escribió por los años cincuenta en el magazín dominical de El espectador.

A Carlos Orlando se le convirtió en una obsesión que finalmente concretó cuando su héroe regresó de Europa y logra iniciar una larga conversación con Benjamín Echeverry. De estas charlas es que descubre primero el aventurero, porque su vida ha sido una aventura con riesgos y la novela de aventuras resalta en su argumento el riesgo, la sorpresa y el misterio. En estas novelas el protagonista es el héroe, y Pardo lo enaltece al transcribir sus peripecias que empiezan en Colombia desde su infancia, que marcada por el fin del Siglo XIX y las guerras civiles, el asesinato de Isidro Parra, protagonista de la llamada colonización antioqueña: “Curioso para Benjamín que contaran también la historia del general Isidro Parra, asesinado cuando parecía invencible en cualquier guerra. Supo que ahí en la mitad de la plaza principal estuvo su cadáver luego de ser liquidado, pero que lo vieron sin su arreos, sin las polainas que un día le dieron más altura y señorío, sin el sable niquelado de empuñadura grande, sin su anteojo de larga vista con el que avizoraba el movimiento de las tropas enemigas, sin su carácter bélico al lado del general Mosquera, sin su caballo alazán con sus estribos de cobre sonando sobre los ijares de la bestia, sin su postura de jinete diestro, sin nada que no fueran sus ojos ya lejanos” (Pardo, Carlos O, P.45). “Quiso huir desde el momento en que se sintió ya un hombre al que le brotaban pelos en el pecho, y lo atrapó, cada vez más, la fantasía de recorrer territorios donde vivieran los tres mosqueteros y otros personajes de Alejandro Dumas. Ambicionaba enfrentar riesgos y peligros y combatir a los intérpretes de la crueldad para llenar su existencia con algo que valiera la pena…” (Pardo, Carlos O, p.11), y lo llevan a participar en nombre de Francia y su Legión de Honor en las dos guerras mundiales. Se enteró, estando en Manizales, del inicio de la Primera Guerra Mundial: “Dieciséis años tenía para aquel 1914 y tomó como una señal el percibir que nacían alas invisibles en sus pies. No fue sino sentirlas para saber en el fondo que le había llegado la hora de emprender un viaje porque la ocasión le abría de par en la puerta. No se lo dijo a nadie para evitar problemas, y estaba dispuesto a jugársela toda” (Pardo, Carlos O., p.53).

La novela está estructurada como un puzle que el lector irá armando. Se cuenta con un narrador omnisciente, no lineal, Pardo va narrando en avances al futuro o vueltas al pasado, cómo este hijo de campesinos, huérfano temprano, desarraigado de su pequeño territorio, es llevado a vivir con un tío sacerdote conservador que odiaba a su padre por liberal, del que aprendió el gusto por la lectura y leyó a Alejandro Dumas y de allí nació su aprecio por Francia. También están las cartas que Benjamín enviará a su amigo de infancia Germán Arango, donde en tono confidencial le cuenta sus avatares, pero también le sirve de interlocutor válido para no desprenderse del todo de Colombia, y le envía misivas desde los lugares donde se encuentra y también está el profesor que con las visitas a su casa en Ibagué sabrá más de sus peripecias en las guerras.

Benjamín se embarca tres años después de empezar la Primera Guerra Mundial, lo hace en el vapor Venezuela de la línea francesa que llegaría a Nueva York y de allí “zarpó en un buque de guerra el 16 de septiembre como si desde allí empezara a cruzar el cielo” (p.14) y llegaron a Francia por el golfo de Gascuña con el buque partido en dos por un torpedo alemán.” Estando en el sur de Francia llega al castillo de Noailles, donde conoce a la condesa que le presenta a la Legión Francesa. Inicia así su así una vida tupida de riesgos a nombre de Francia que lo llevará por varios países desde Marruecos y los países del Magreb, pero también a India, el sudeste asiático para después ser espía Bolchevique, y haber tenido cinco matrimonios.

Contar en pocas líneas todas y cada una de sus acciones militares en las guerras europeas no tiene tanta importancia como volver a lo dicho anteriormente. En la arquitectura de Benjamín se fue a la guerra, Pardo ha puesto en evidencia su oficio de narrador. El trabajo de reconstrucción de una vida que lo hace a través de la memoria de su interlocutor es posible por la destreza periódistica de que Kapuscinky dijo es con los cinco sentidos. Pardo ve, huele, toca, escucha, y el sentido del gusto lo comparte con los vinos y los quesos que Benjamín le ofrece en Ibagué.

 

Sonia Nadhezda Truque Vélez

Especial pijaeditores.com


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