Revista Pijao
Piedad Bonnett y la certeza de los recuerdos
Piedad Bonnett y la certeza de los recuerdos

Por Federico Díaz-Granados

 

Al leer Los habitados de Piedad Bonnett (XIX Premio Internacional de Poesía Generación del 27) se tiene, como ocurre con muchos de sus anteriores libros, la certeza de entrar en un mundo de grandes intensidades donde se da cuenta de un mundo de nitideces, de pérdidas y nostalgias desde una mirada personal e íntima que sirve de refugio a las grandes preocupaciones humanas y colectivas. Así, nuevamente es la casa el arquetipo donde se funda el mito, desde donde se emprende la búsqueda de un origen entrañable y donde se revelan los ámbitos y emociones más verdaderos de todos. Piedad nos reinventa la casa, la reconstruye en sus rincones y habitaciones y logra que el lector la recorra y vaya descubriendo las huellas y los pasos de los moradores que la llenan de sentido y de belleza.

 

Piedad ha sido fiel a sus temas y a sus particulares obsesiones literarias desde la aparición de su primer libro, De círculo y ceniza, hasta Los habitados. Siempre nos ha sorprendido a sus lectores cuando, desde la sencillez del lenguaje y desde los ritmos de la más rigurosa coloquialidad, nos ha mostrado instantes luminosos y el anverso y el reverso de todos nuestros dolores, asombros, memorias y nostalgias. Es la poesía de Piedad Bonnett una poesía para todos, que habla por nosotros, que nos conmueve porque sentimos propia. Es una poesía para leer en voz alta y en la más estricta intimidad. Se trata de una poesía que permanece y se queda.

Los habitados hace parte de una maravillosa trilogía aparecida en Visor y establece un diálogo y una estrecha correspondencia con Las herencias y Explicaciones no pedidas (Premio Casa de América de Poesía 2011). De igual forma responde, desde la intensidad de la poesía, al desgarrador testimonio de Lo que no tiene nombre. Si bien este libro conmovió a todos los lectores por la hondura y la fuerza de su relato, estos 38 poemas divididos en dos capítulos nos estremecen por la franqueza y sinceridad de reescribir la ausencia y la pena en agudas postales donde el sosiego y la lucidez son los vehículos para ocupar ahora los recuerdos. Sin duda poemas como “La maleta”, “Último instante”, “Desde el frío” y “Huéspedes” harán parte de la insobornable antología que el tiempo hará de nuestras letras.

Tomado de la revista Arcadia


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