Revista Pijao
'Yo sí me posiciono, un novelista no tiene por qué ser neutral'
'Yo sí me posiciono, un novelista no tiene por qué ser neutral'

Por Alejandra Rodríguez   Foto EFE

Clarín (Ar)

Pasión y espías en la España franquista: una novela histórica narrada por una escritora de intensa pluma erótica. Su primer libro fue la exitosa Las edades de Lulú (1989), que ganó el premio La sonrisa vertical y fue llevada al cine por Bigas Luna. Desde entonces, sus novelas ganaron numerosos concursos y, sobre todo, fervientes lectores. Pero el gran desafío de estos últimos diez años, para Almudena Grandes, fue el de animarse a encarar un proyecto desmesurado: la serie de seis novelas titulada “Episodios de una Guerra Interminable”, con la que recorre 25 años de la dictadura de Franco. Los pacientes del doctor García, que presentará en la Biblioteca Nacional, es la cuarta. Tiene 760 páginas y es ambiciosa en sí misma por el extenso período histórico que abarca –de 1936 a 1955-, por la riqueza de sus múltiples personajes y por la densidad de los hechos históricos que se anima a novelar. El corazón de la historia es un hecho clandestino y poco conocido: la red de evasión de criminales nazis orquestada por Clara Stauffer, una española de padres alemanes, nazi y falangista. Según la trama de ficción imaginada por la escritora, el gobierno republicano en el exilio intenta infiltrar la red Stauffer para denunciar la complicidad del franquismo. Pero la novela también trata sobre los héroes anónimos, sobre la intensidad de la amistad y el erotismo en los tiempos desesperados de la guerra.

Desde España, Almudena contó, en una entrevista telefónica, cuál fue el origen de esta saga que abarca nada menos que veinticinco años de la historia de España. Todo comenzó cuando empezó a investigar sobre la República para su novela El corazón helado. “Durante diez años, de forma intensiva, prácticamente me mudé a vivir a otra época, sobre todo para lograr comprender. En ese proceso que fue como una fila de fichas de dominó porque cada libro me obligaba a leer otros cuatro libros, fui encontrando un filón de historias de la posguerra que no cabían en El corazón helado. Me di cuenta de que los españoles vivimos sobre una mina de oro, de historias que no se han narrado. Y decidí que iba a contarlas yo.”

-Al referirte a esta serie te posicionaste como escritora disidente.

-Sí, porque tengo un espíritu disidente respecto de la mayoría de las ficciones que se escriben en España sobre la Guerra Civil y la República, yo no escribo novelas de la equidistancia. Hay una corrección política encubierta, parece que lo que está bien es contar que en la Guerra Civil los dos bandos tuvieron la culpa de todo. Esa es una anomalía política y sentimental. España es el único país del mundo en el que ha habido una guerra entre fascistas y demócratas y todavía no se sabe quiénes eran los buenos. En los dos bandos se hicieron cosas horribles, como en todas las guerras, pero un bando, el republicano, representaba los valores de la democracia, de la convivencia y de la tolerancia. El otro surgió de un golpe de estado fascista. Yo sí me posiciono. Un novelista no tiene por qué ser neutral.

-¿Qué fue lo que más te atrajo o te produjo repulsión de Clara Stauffer?

-En 2006, mientras investigaba sobre el franquismo, leí un libro sobre los nazis en España, y la encontré a ella. Lo primero que me impresionó de Clara fue su dirección: Galileo 14, muy cerca de mi casa. Clara Stauffer fue brillante por muchas cosas. Nació en Madrid en 1904, de padres alemanes, completó su educación en Alemania, le dio tiempo a hacerse nazi, y volvió a España cuando se proclamó la República. E hizo una carrera como deportista de elite, ganó competencias de esquí y natación, cuando el deporte femenino de competición en España era una extravagancia.

-¿Stauffer tuvo participación política en la España franquista?

-Clara Stauffer fundó la rama femenina de la Falange. Ella, cuando Franco gana la guerra, lo primero que hizo fue privar a las mujeres españolas de todas las condiciones que a ella la habían hecho como era. Las españolas dejaron de tener oportunidad de competir, hacer deporte o participar en política. Su doble militancia –nazi en Alemania y falangista en España- la convirtió en una intermediaria entre el ejército de Franco y el Tercer Reich. Cuando acaba la Guerra mundial, no le cuesta trabajo montar una red de evasión de más de mil nazis y filonazis. Gracias a su connivencia con la Iglesia conseguía partidas de bautismo falsas para sus protegidos. Era abnegada, un hada madrina de criminales.

-¿En quién te inspiraste al crear al médico Guillermo García Medina?

-En aquella época en que descubrí historias maravillosas que no conocía nadie, una de ellas fue la de Norman Bethune, médico e investigador canadiense, quien descubrió que se podían hacer transfusiones con sangre refrigerada. Se vino a España en 1936 desde Canadá con un frigorífico enorme, para regalarles a los defensores de Madrid su descubrimiento. A mí me ha dado mucha rabia que este señor no tenga una calle o incluso un hospital. Guillermo fue médico para darle la posibilidad de conocer a Bethune, de aprender a transfundir sangre.

-El relato de la infancia del diplomático republicano Manuel Arroyo Benítez refleja la pobreza en la España de la época. Sin embargo, logra estudiar y crecer intelectualmente. ¿Es un caso excepcional?

-Manuel es un producto perfecto de la Institución de Libre Enseñanza, lo mejor que la Segunda República Española pudo hacer. Un niño de un pueblito pequeño de la Cuenca de León, que pudo estudiar gracias a un colegio en Villablino, el colegio de Sierra Pambley, creado por uno de los ricos del pueblo. Mi libro es una reivindicación de la burguesía republicana, una clase social exterminada del relato de la Guerra Civil. Lo frecuente en libros y películas es que los republicanos, sean gente oscura, analfabeta, rencorosa. Pero sin esa clase social la República no habría existido jamás.

-La tuya también es una novela de amor, sobre las complejidades del amor entre personas de bandos contrarios.

-Yo no describiría la historia de Guillermo y Amparo como una historia de amor. Me interesaba explorar el efecto de la guerra sobre una pasión que une a personas tan distintas. Se conocen de pequeños, son vecinos, entre ellos hay una atracción sexual “no resuelta”, como dicen ahora. La guerra los reúne en una misma casa, los aísla, y dentro de esa burbuja son capaces de romper el freno. Pero cuando la guerra termina, ese idilio extremo desaparece.

-Es muy contradictorio el personaje de Amparo.

-Amparo es muy compleja en parte porque le pasó lo que a muchas mujeres españolas. Las falangistas eran modernas, ellas se formaron en el clima republicano, que trajo mucha libertad. Y el triunfo de los suyos fue su condena: las metió en su casa y las puso a bordar.

-¿Estás de acuerdo en considerar a tu novela como una novela de espías?

-En cierta medida tiene una trama propia de la novela de espías puesto que hay un agente que suplanta la identidad de otra persona para infiltrarse en una red clandestina, arrastra a su mejor amigo y lo mete en un follón tremendo. Pero Manolo Arroyo cuando se infiltra en la red Stauffer está representando a un gobierno sin Estado, no hay nada que lo respalde, son espías un poco aventureros. Pero sí, es una novela sobre suplantaciones, sobre identidades y sobre nombres falsos.

-El tema de la identidad también se relaciona con el cambio de nombre que Amparo hace de su hijo.

-Es que aquí, en el 39, muchos españoles cambiaron de nombre. Unos, para sobrevivir, como Guillermo, que tiene que cambiar de vida y de identidad, porque si no acabarán fusilándolo. Y el hijo de Amparo es casi clandestino, entonces le cambia el nombre. Ahora esto parece una extravagancia pero fue muy común en el 39. En España todavía hay muchos españoles que siguen usando un apellido que en realidad no es el suyo.

-Pienso en la sustracción de identidad de los hijos de desaparecidos en la Argentina. Amparo rebautiza al chico con el nombre de un falangista.

-Sí, de un falangista ficticio. Ella quiere borrar las huellas de un pasado que la hace culpable.

-Las relaciones con la Argentina son múltiples, por un lado, por la fuga de criminales nazis al país, pero también por este español, Manuel, que por causa de la dictadura tiene que volver nuevamente a España.

-Claro, esto se lo debo a dos periodistas argentinos. Ambos me hicieron la misma pregunta: ¿no has pensado escribir sobre los reemigrados? Los republicanos que se fueron de aquí y se tuvieron que volver. Me pareció una tragedia. Para Manolo el salto de su vida es encontrar un hogar en otro país. Pues encuentra otro país, está bien en otro sitio y ni siquiera eso se le logra. Y tiene que volver a España como un extranjero, con las manos vacías. Eso estaba muy bien contarlo porque en España no somos tan conscientes de que esto pasó.


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