Revista Pijao
Mi hermano, un premio, una nueva novela
Mi hermano, un premio, una nueva novela

 

Hemos atravesado el Atlántico para estar aquí festejando la vida y el trabajo de un hombre que, tengo la fortuna, es mi hermano. No es la primera vez que hacemos esta pequeña hazaña, pero sí la única en que volamos como Ícaro, con alas de turbinas y la ilusión de la permanencia en el tiempo. Y valió la pena porque los dos hechos, el premio internacional y la nueva novela, no se juntan tan fácil. El escritor Carlos Orlando Pardo, ha recibido múltiples galardones literarios y ha escrito varias novelas a través de profundos personajes de la cotidianidad, el amor y el olvido; siempre sus realidades referidas superan la ficción.

 

Él dice, y lo creo, que se divierte componiendo las sinfonías de sus libros; ese su mayor placer y, parece imposible, lee pocas veces sus libros publicados; eso sí, lee todos los de los demás. Jamás un lector tan generoso y a la vez rigoroso como él; por algo se ha metido en el más grande y descabellado proyecto de leer todas y cada una de las novelas escritas por tolimenses desde el siglo XIX hasta nuestros días; le recordé que Antonio Curcio Altamar, el gran crítico, que escribiera el esclarecedor libro La evolución de la novela en Colombia, luego de leer tantas y disímiles novelas de calidad y sin ella, se quitó la vida… o como Cervantes que enloqueció por leer libros de caballería. Pero, como pueden ver, Carlos Orlando está más vivo que nunca y con ganas de seguir en la brega de la ficción y la investigación literaria y cultural, oficios que ejerce desde hace más de medio siglo.

 

Vine a acompañarlo, por supuesto, no como camaradería de hermano, sino como uno de sus más fervientes admiradores. Hemos compartido nuestras literaturas y las de los demás, él con fervor y benevolencia, yo con menos de las dos. Pero nos junta siempre ese extraño encanto que posee un texto nuevo de cada uno, que queremos tener, para ese único lector, el que lo recibirá entusiasmado. Así han transcurrido nuestras vidas desde cuando dos mujeres, desde niños, nos llevaron por los caminos de la fantasía: mi madre Gloria Inés y mi tía Sofía, su hermana, escritoras y fabuladoras, las dos conocidas como “Las alondras del Llano” por cantar como esos pajarillos que nos despiertan oteando el horizonte.

 

España tiene un lugar de privilegio entre nuestros afectos más profundos: primero, cuando vinimos a Barcelona a encontrar al que consideramos un escritor puramente profesional: el gran Héctor Sánchez, quien vivía al lado de La sagrada familia y escribía, entre los ruidos de la siempre construcción, una de las mejores novelas de la literatura colombiana de nuestra generación: Entre ruinas; también, sobre el Mediterráneo, la masía donde compartimos con el excelso pintor catalán, Narcís Galiá y la poeta colombiana María del Pilar de Rocha, con quienes sentimos la brisa refrescante mientras caminamos por la playa… y luego Madrid, en el acogedor apartamento de nuestro hijo Camilo, ya ciudadano de este generoso lugar del planeta; por supuesto, en los últimos años, llegamos a esta casa editorial, primero yo, luego Pijao, y después los que serían y son nuestros afectuosos amigos de camino literario, a quienes leemos y nos leen, como devotos oficiantes: Socorro Mármol, enamorada de Colombia, espacio permanente en sus novelas hermosas y eróticas; Gloria Nistal, la gran fotógrafa, viajera poeta, con cuya poesía conectamos de inmediato y, con entusiasmo, nos invitó a formar parte con otros escritores de su antología sobre Madrid; Gloria Diez, la tejedora de mundos metaforizados en sutiles y bellos versos; Julia Villalba quien nos regaló su voz para dar vida a nuestros cuentos; Mateo Barbato, el poeta que lleva a cabo la traducción de Los velos de la memoria, al italiano… y, por supuesto el poeta, gran aforista, investigador y crítico, Manuel Neila, quien dedicó más de dos años de trabajo intenso para entregar a los lectores mi biografía, desde el trasegar de mis libros, La memoria herida, que publicara en España Polibea, en cabeza de Juan José Martín, hermosa edición que según me comentaron está agotada, y en Colombia Pijao en cabeza de Carlos Orlando, con múltiples reediciones.

 

Por supuesto, todos los hijos de Pigmalión, ya son nuestra familia. Nexos indestructibles materializados no sólo en las publicaciones sino en los encuentros de escritores y académicos; cómo olvidar ese hermoso viaje a Orihuela, y el momento en el que dije unos versos, en casa de Miguel Hernández bajo la higuera y en el inmenso teatro donde fuimos convocados.

 

Este contexto donde nos encontramos, con algunos miembros de nuestra familia colombiana, nos hermana una vez más. 

 

Las otras vidas de mi hermana Gloria (que presenta en esta edición, de extraña factura, Sial Pigmalión, en cabeza del poeta e investigador Basilio Rodríguez Cañada) contiene secretos que crisolan la existencia de una mujer que nos hizo soñar con otros mundos, —donde seguramente se encuentra—, más allá de todo lo terrenal. El escritor Pardo nos tiene acostumbrados a las historias familiares, que se vuelven públicas, y las íntimas, que se esconden en eso que Umberto Eco llama “la estructura ausente”. La cercanía con un texto y sus personajes nos hace partícipes, mejor diría, cómplices de los sucesos que se narran. Un lector ajeno se inmiscuiría, como lo hacemos al leer un libro clásico como las aventuras de Odiseo o el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. 

 

Muchos méritos tienen los libros de Carlos Orlando, en especial este, por la manera como estructura el aparataje de la novela y su lenguaje que siempre tiene una carga de humor, ironía, sarcasmo. 

 

Los premios, ese buqué del buen licor, nos embriagan hasta entender que son generosos y, esperamos que siempre justos por el quehacer en la literatura. Levantaremos muchas copas, como lo hemos hecho en más de medio siglo y las chocaremos para que viaje del sonido semiperfecto de la poesía, nos acompañe por siempre y para siempre.

 

Gracias a mi hermano por existir y hacernos sentir la felicidad que este mundo atroz nos niega; gracias a Basilio por creer que la litera hermana a los pueblos, y a ustedes por correspondernos en el amor que les hemos profesado.



Jorge Eliécer Pardo Rodríguez

Madrid, España, marzo de 2025


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