Cada libro publicado merece una celebración. Se trata de una forma de vida que empieza a respirar y a abrirse camino de persona a persona y de lugar en lugar. En el caso que hoy nos convoca, se trata de una fiesta de autores que con sus obras recorren territorios que nos representan: el Tolima, sus paisajes, sus geografías, sus luces y sombras, gentes, sus sueños y fantasías, sus dolores y tristezas. Y también sus júbilos.
Cuando un autor no sólo se regodea con la creación de mundos de lenguaje y seres de ficción que caben en la poesía, la narrativa, el guión cinematográfico o la pieza dramática, por hablar solamente de esos géneros construidosy definidos con la palabra, ese autor se vuelve mucho más“completo” si se apoya en el pensamiento reflexivo oanalítico que observa en varias direcciones. Se trata de alguien que se sale de sí mismo para mirar hacia afuera, de alguien que deja a un lado el solipsismo al que tiende todo creador para, de muy diversas maneras, recorrer itinerarios, otras vidas creadas o creadoras que indistintamente llevan a ver y observar lo que hay más allá del mundo propio y a reflexionar sobre la realidad y la tradición a las que pertenece. Se trata de alguien que al hacerlo, se plantea elpasado o presente cultural, social y político, y de una u otra manera llega también a hacer recorridos por sucesos de diversa índole, a hacer un balance, es decir, se sale del confort de su mínimo universo para, con ojo avizor, observar el mundo de afuera que es también el mundo de adentro y construir memorias colectivas.
Poniendo entre paréntesis su obra creativa para dar paso a la investigación, Carlos Orlando, el prolífico cuentista y novelista, abre camino al conocimiento del Tolima en muchísimas de sus expresiones y manifestaciones, construye memoria, invita a la elaboración o reconocimiento de un canon, señala “planetas y satélites” usando las palabras de Seymour Menton, y le despeja el paisaje a profesores e investigadores para que recorran las rutas que traza cada autor, al facilitar el trabajo de buscar fuentes y contextos y,generosamente, de esa manera da mano para que cada cual siga su proceso de conocimiento que lo lleve a conocer y profundizar en autores regionales y los confronte en perspectivas nacionales y latinoamericanas. Esto explica, seguramente, la convocatoria de escritores norteamericanos colombianistas y tolimensistas, que encuentran el camino allanado para trazar su propia ruta.
Por alguna espontánea razón llega a mi memoria una afirmación de José Martí, cuando dice que “no hay letras, que son expresión, si no hay historia que contar”. Y es que, creo, eso es lo que hace Carlos Orlando Pardo, más allá de su propia creación. Confirmar las historias que los tolimenses, los foráneos o los arraigados en el Tolima tienen o han vivido para contar. Se trata de la vida en la historia y,al mismo tiempo, de la historia de la vida volcada en la palabra.
Pienso también en el sentido de la frase: “Las palabras están en situación”, de la primera editorial de la revista Mito, esa revista colombiana que entre 1955 y 1962 fundaron los cucuteños Eduardo Cote Lamus y Jorge Gaitán Durán, junto al escritor bogotano Hernando Valencia Goelkel, esa revista que dio nombre a una generación y reconoció y publicó losprimeros escritos de algunos de ellos, y haciéndonos reflexionar sobre la época y diversos contextos modernizónuestra visión de arte y cultura, nos hizo contemporáneos y menos provincianos, y nos puso a tono con lo que sucedía en otras partes del mundo. Pienso en esa Colombia de entonces agobiada por la violencia, como ahora, pienso también en los poetas nadaístas que entraban a escena y están incluidos en el último número, así como pienso también en esa Europa dela posguerra y del existencialismo que de una u otra manera tocó a nuestros países y a los autores latinoamericanos del boom con nuevas reflexiones y búsquedas de nuevos lenguajes. Los escritores inmediatamente posteriores, los que se deslindaron del boom y del realismo mágico y maravilloso, se nutrieron de esta revista y del pensamiento emanado de ella, como también de otra revista muy importante, fundada por Karl Buchholz, Eco, que alcanzó mucho más de 200 números y tuvo, además, una notable librería que, como la revista, sucumbió con el tiempo.
En ese contexto sitúo hoy a Carlos Orlando Pardo, entre los escritores marcados por las novedades de pensamiento y expresión que trajeron esas revistas y esos animadores que abrieron camino hacia otras fronteras. También es fundamental decirlo, su actividad cultural sostiene esa premisa de Tolstoy que afirma que hay que hacer universal la aldea. La generación de Carlos Orlando es la misma de esos escritores que fueron más allá de su creación personal y experimentaron formas de reflexión, como el ensayo o la investigación, entre los cuales incluyo a algunos autores que con mezquindad e ignorancia ciertos menores señalan desdeñosamente como “generación perdida”, desconociendo todo lo que a ellos le deben: imposible silenciar a Helena Araújo, a la nacionalizada Marta Traba, a Darío Ruiz Gómez, a Germán Espinosa, a R. H. Moreno-Durán, a Rodrigo Parra Sandoval, a Fernando Cruz Kronfly, a Roberto Burgos Cantor, a José Luis Díaz Granados, a Ricardo Cano Gaviria, por citar a unos pocos que he considerado del “deslinde” del boom, y que hicieron de este ejercicio paralelo una forma de conocimiento de su tiempo, de la realidad y de sus expresiones, como también lo hicieron algunos poetas de la “Generación sin nombre”, sus coetáneos.
Cada uno de los enormes proyectos simultáneos a su creación habla de Carlos Orlando: editorial Pijao, antologías de autores y autoras, 5 tomos de la Enciclopedia Cultural del Tolima, 3 tomos de Manual de historia del Tolima, Diccionario de autores tolimenses, Músicos del Tolima del siglo XX, muchas obras más, y ahora este enjundioso recorrido por la novela en el Tolima, del siglo XIX al XXIcon sus antecedentes en la Conquista y la Colonia. Cincuenta y tres años dedicado al oficio de las letras, creando, descubriendo y presentando autores, revisando géneros ysiguiendo la historia literaria al estructurar textos que reúnen la vida cultural del territorio en muchas de sus facetas. Labor ingente y necesaria que requiere tiempo.
El libro que hoy se presenta, La novela en el Tolima. Siglos XIX, XX y XXI, es uno de los muchos que da cuenta de ello. Este estudio forma parte de la vertiente de los estudios adelantados por los colombianistas Raymond Williams y Álvaro Pineda Botero. Se trata del escritor que lee y entra en diálogo con los otros para, desde una amplia mirada panorámica a una literatura regional o desde la región, dar a conocer no sólo procesos de la historia y la historiografía literaria, sino los antecedentes y el estado actual de nuestras letras. El título es claro: no es la novela del Tolima, sino la novela en el Tolima. Quiénes somos, de dónde venimos y dónde estamos, qué ven algunos de nosotros, es el balance de este enjundioso estudio, necesario, repito, para investigadores del país y del exterior que quieran detenerse en las letras regionales y situarlas en el mundo. Nos hacía falta este estudio.
Esta larga travesía por la novela que tiene a la región como escenario en sus personajes o historias, recorre antecedentes en las crónicas que ya transmiten rasgos de identidad con los pijaos, por los cuadros de costumbres, por los procesos que determinan unas temáticas a explorar o recrear, pasando por las distintas violencias que nos han marcado desde la Guerra de los Mil Días, la violencia partidista de medio siglo y las nuevas violencias determinadas por el conflicto armado, pero también por aquellas novelas que más allá de lo rural o lo provinciano y, desde mediados del siglo XX hasta avanzado el siglo XXI, exploran en la ciudad y en los diferentes modos existenciales de ser.
Si algo caracteriza este tipo de trabajos, es el de la aventura. Se trata de viajar en el tiempo, y de atrás hacia adelante, recorrer territorios a través de las voces de autores de distintas épocas. Indudablemente, el recorrido a veces exige caminar por terrenos sinuosos y desconocidos, nadar a contracorriente, escarbar y arañar, encontrar y reconocer lo que se ha dicho y se dice, y cómo se hace o se ha hecho. El resultado es un mapeo, es un trazo de rutas de la producciónverbal, en este caso, de novelas en las que el Tolima está presente, desde el antes y el después de los tiempos, teniendo en cuenta los orígenes en nuestros pijaos hasta el estado actual en los mestizos que somos y formamos parte de esa raíz y también del mundo de hoy. Se trata de mirarnos.
En el caso de este tipo de obras, la inclusión es necesaria para hacer un recuento de lo que se ha dado, y evitar la odiosa exclusión que a veces es resultado del desconocimiento, el ocultamiento o el gusto personal. Aquí la objetividad debe ser el valor que consigne, reitero, lo que es, lo que ha sido y lo que está siendo. No es propiamente un ejercicio de crítica literaria en el sentido de aplicación de modos de análisis con los que el “crítico” quiere mostrar superioridad, sino, en el estricto sentido del término, tal como su nombre indica, Krisis con K, proviene del griego y significa “discernir, escoger, decidir”, incluso “poner en crisis”. Aquí se presentan obras y autores que nos nombran en nuestro o nuestros territorios y que nos representan, de autores nacidos en el Tolima o de autores que han hecho del Tolima su lugar para vivir, o de autores que han puesto su mirada en lugares y personajes que nos son propios. Se trata de poner obras en diálogo con comentarios personales y de diversos lectores, lo que enriquece la percepción de un quehacer.
El resultado de esta aventura de viaje por geografías reales e imaginarias, ofrece un panorama general y particular reconociendo que “los últimos 160 años, 144 autores han publicado 354 novelas”, siendo los últimos 25 años “el más prolífero de nuestra historia con 243 novelas”. Medio siglo de trabajo, que el autor muestra con lecturas, selecciones y relaciones diversas, tanto como para destacar antecedentes, maestros, autores consagrados y autores destacados, autores que empiezan, incluyendo hombres y mujeres, además de cuadros cronológicos, imágenes fotográficas y amplios datos bibliográficos.
Felicitaciones, Carlos Orlando, por el camino recorrido, por lo que ahorras a los investigadores, por hacer ver lo que somos, hemos sido y vamos siendo desde la mirada a la novela.
Luz Mary Giraldo, Bogotá, mayo 2025