Revista Pijao
¿Y qué aportaron los hippies?
¿Y qué aportaron los hippies?

Pertenezco a una familia bogotana de clase media cuya evolución abarca desde los años   treinta, pasando por los  cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta,  hasta los ochenta,  época en la que ya queda el “nido” completamente vacío, por muerte de los progenitores e ingreso de los hijos a sus propios núcleos familiares. Entre otras muchas “fortunas” atesoro el hecho de estar sumergida entre varias generaciones. Menor de seis hijos con diferencias con los mayores que sobrepasan los 10 años y asumiendo yo algunas directrices de la “CONTRACULTURA” que imperaba en mi época juvenil, como el hecho de no contraer matrimonio tempranamente, y por supuesto, no tener hijos joven,  alcancé a experimentar cambios notorios en el modelaje propio de las tradiciones familiares de entonces.

Para la época juvenil de mis hermanos, sobre todo para las mujeres (somos cinco mujeres y un solo varón, el mayor, él sí médico), el ideal de vida era el matrimonio y la procreación. En el horizonte de quehaceres no aparecía  la preparación profesional para la mujer como meta para alcanzar en primer orden y mucho menos (en nuestra clase social) el ingreso de las jóvenes al campo laboral. Los roles en ese entonces estaban perfectamente delimitados; la mujer “reina” del hogar dedicada a la crianza y manejo doméstico, y, el varón, proveedor absoluto…. Por tanto la sumisión de la esposa se configuraba igualmente absoluta a su esposo y se pasaba de la dependencia del padre a la dependencia total del marido. Con la subsecuente negación de propender por sus derechos en general, como el manejo de cuentas bancarias, firmar escrituras,  conducir automóvil y el sagrado pero imposible derecho  a querer claudicar en caso de insatisfacción matrimonial. Había que “soportar” y llevar a cuestas sin levantar la voz la llamada “cruz del matrimonio”, así la vida fuera un total desastre.

Cosa un poco contraria aconteció para mi desarrollo juvenil, pues el ingreso a la universidad y la formación profesional apareció como impostergable derrotero a seguir, con la subsecuente independencia ideológica con respecto a padres y hermanos mayores. De tal suerte que desde mi entorno familiar me fui desligando de la formación intelectual que mi madre abanderaba con la lectura de biografías y producción literaria de santos y la inefable poesía del Parnaso Colombiano, lo cual yo fui reemplazando, gracias a la intervención paterna  de dotación de una estupenda biblioteca abierta, por lecturas propias del pensamiento Marxista, Nadaista y del reciente Hippismo; a más del ingreso al maravilloso mundo de novelas de  autores franceses, ingleses, alemanes, griegos, e Irlandeses, con el novedoso Ulises de James Joyce y la asistencia frecuente a Teatro en el que  presentaban obras de Brecht, Ionesco, O’Neal y Shakespeare; a más de emprender el necesario salto del Parnaso Colombiano a los poetas malditos: Baudelaire, Verlaine y  Rimbaud, y, atesorando a Hesse con su Sidharta, nuestro libro bandera, personaje que nos brindaba maravilloso modelo a seguir……

En la universidad, de igual forma, como parte de nuestra formación y gracias a Maestros inolvidables nos acercamos intensamente a Freud, From, Jung, Adler , Chauchard, Erickson y muchos más, quienes iban moldeando nuestra mentalidad, poniendo a prueba nuestra postura existencial y nuestras propias convicciones religiosas y  sociológicas con inmensos interrogantes acerca de  nuestro lugar de mujeres en permanente cambio frente a un mundo que se iba dibujando con variantes alternas en relación con nuestros roles a desempeñar. A fuerza de preparación intelectual se vislumbraban cambios en los que se imponía la participación de la mujer en lo científico, político, económico y estructural; y lentamente, principiaron a figurar mujeres preparadas académicamente en el país y en el exterior para ocupar cargos de alta relevancia.

Absolutamente todas, con mis compañeras de colegio (nos graduamos 22), ingresamos a la universidad y todas somos profesionales en diversas áreas: Economía, Enfermería, Arquitectura, Psicología, Periodismo etc. Hemos ejercido nuestras distintas carreras profesionales y ya para el momento la gran mayoría gozamos de “descanso” laboral, aunque permanecemos activas en distintos campos de acción. Algunas golfistas consumadas, integrantes de grupos que propenden por la Justicia Social, bailarinas ocasionales  de Tango y hasta jardineras inclusive; y no faltan las que aún ejercen su labor doctoral.

Tengo la fortuna de reunir con frecuencia en mi casa un grupo de cinco condiscípulas de la universidad y otras tantas de colegio. Todas pertenecemos a la franja de edad de los setenta años en adelante y se vislumbra en los dos grupos, la vitalidad. Pertenecemos a la generación de mujeres que “manejó” sus propios ingresos monetarios, y que por ende de alguna manera tuvimos voz y voto en los  devenires de nuestras convivencias bien fuera matrimoniales, como personales y familiares. Nos destacamos por ser personas eficientes; aportamos trabajo, ideas y avances en nuestros distintos campos académicos, laborales y financieros en general.

 Sin ser “feministas” declaradas brindamos “modelos” certeros a la generación de mujeres que vinieron detrás nuestro y la cadena de jóvenes anteriores a ellas, tanto en nuestras familias (todas mis sobrinas son profesionales) como en el entorno próximo, quienes alcanzaron de igual modo formación universitaria, descollando en planos diferentes con carreras profesionales. La conquista de la píldora anticonceptiva nos brindó de igual forma el “control” de la prole y al parecer cada cual tuvo solamente los hijos planificados y deseados, con familias de uno, dos o máximo cuatro hijos, la más prolífica; o de ninguno en algunos casos.

Mis dos grupos de compañeras conforman un muestrario de casadas, separadas, viudas y alguna soltera. En general las que aún cuentan con cónyuge están más conservadas que sus compañeros de la misma edad, al punto que son ellas quienes llevan las riendas de sus casas.

Percibo en mis co-generacionales la existencia de una mente activa y abierta al acontecer social. Cuando las veo (hoy vía Zoom) se me regocija el ánimo al constatar que pertenecemos a un grupo de mujeres en quienes la pasión del vivir reverbera en nuestros rostros. Cada una con sus intereses, conservando su figura en forma agradable, cultivando y aún acicalando su propia imagen y las veo doblemente bellas a nivel físico y mental; vistiendo atuendos de colores alegres y “juveniles”, buenas lectoras, viajeras infatigables, elocuentes, graciosas y ávidas de inter-relación. La pasividad y desarraigo emocional brilla por su ausencia. La chispa de la vida anima todos los rostros y me congratulo de pertenecer a esta generación en la que la claudicación afectiva, intelectual, política,  ética y estética no ha tenido, ni tendrá cabida, a juzgar por tal actitud de enganche motivacional.

Creo que seguimos siendo modelo para quienes nos siguen en línea generacional y la cadena que une a unas y otras en la larga coexistencia.

Para júbilo nuestro, hemos asistido a la formación académica de nuestras hijas y familiares, quienes cada vez se preparan mejor, obteniendo títulos posdoctorales y ocupando cargos de alto nivel intelectual, lo cual brinda piso seguro para así en el futuro alcanzar a ver logros certeros de la mujer, en el horizonte mundial, liderando importantes cambios en bien de sus congéneres oprimidas, maltratadas y vejadas; y para de igual manera ir rompiendo el  oprobioso circulo en el que una sorprendente franja de la población de mujeres ha sido encerrada, encajonada y privada del desarrollo de sus potencialidades, negándosele el acceso a la preparación y haciendo caso omiso de la enorme función de la figura de madre proveedora que ha permitido la evolución de la humanidad.

Los feminicidios, la violación de niñas, las mutilaciones en sus cuerpos impuestas en varias culturas, el venderlas y esclavizarlas; todos estos actos de violencia contra la mujer que imperan  mundialmente, están  perturbando a diario nuestra mente y sublevan nuestro ánimo, al punto de soñar con el retorno a nuestra edad juvenil, en la que el hippismo enarbolaba el lema de la igualdad, la justicia, el amor y la paz.

El Hippismo sustentaba la proclama de la liberación de patrones represivos en los campos sexual, político, social y religioso. Fue un movimiento reaccionario pacifico de las juventudes iniciado en Estados Unido en los años 60s, con apoyo del Psicólogo Investigador de Harward Thimoty Leary quien seguía estudios sobre los efectos del ácido licérgico (LSD)   descubierto por Hofman, con fines de ahondar en los estados de conciencia. En Europa donde ya estaba germinando la semilla del movimiento Underground, tuvo honda repercusión, lo mismo que en  América del Sur y otras muchas latitudes posteriormente. Este movimiento lo  formaban masas de jóvenes a quienes afectó el cruel ramalazo de la larga  guerra del Vietnam (1955-1975); la Guerra fría (entre Rusia y Estados Unidos) y la doble moral que campeaba en la sociedad, por lo que alzaron sus voces en protesta creando un movimiento CONTRACULTURAL que removió por completo las conciencias y los modelos burgueses, optando por un NO a las falsos valores de lucro, ostentación, poder geopolítico y religioso con malsanos mensajes atentatorios a la salud mental misma; a más de la  hipocresía reinante en las estructuras familiares.

El llamado de la naturaleza y su conservación y culto impregnó por completo el movimiento Hippie y se propendió por un retorno a lo elemental y bello, entonando himnos de AMOR con mensajes maravillosos en las letras de las canciones de los Beatles, Bob Dylan,  y sus coetáneos. La música Rock revolucionó por completo todos los ámbitos artísticos, convirtiéndose en universal, al punto que ha trascendido el tiempo y aún hoy en día se le rinde culto ya que ha sido básica para otros movimientos musicales modernos como el Hard Metal y sus afines. También las filosofías orientales se adoptaron como recurso para la meditación y el despojo de lo superficial y  vacuo, siendo un recurso enriquecedor en el anhelo de alcanzar la esencia misma del ser.

En beneficio del papel de la mujer, al lado de estos movimientos se crearon escuelas de formación académica, al calor de los cuales se fueron abriendo una serie de ámbitos para la preparación de las jóvenes, de tal suerte que la mentalidad inoculada a esta generación de mujeres estaba orientada hacia la preparación intelectual y el ir en contra de las injusticias infringidas desde tiempos inmemoriales a la condición de mujer.  Fue así como a la luz de estos mensajes, conscientes e inconscientes,  mi generación, y en mi clase social media ante todo, nos fuimos  construyendo  psicológica y sociológicamente, hasta alcanzar derroteros de cambios notorios, basados especialmente en la preparación intelectual, con la asistencia a la universidad que abrió sus puertas más globalmente, para poder acceder después a nuestros desempeños profesionales con éxito notorio para el ámbito comunitario, familiar, político, y,  sobre todo en la MENTALIDAD femenina y algo en la masculina que ha requerido mayor tiempo para evolucionar en este sentido; aunque ya vamos viendo avances en los grupos más jóvenes y esperanzadoramente en los por venir.

 

RUTH AGUILAR QUIJANO

Especial Pijao Editores


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