Revista Pijao
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La música es una metáfora de la vida, es parte de ella, a veces se confunde con ella y a veces se funde con ella. Lo mismo sucede con el pentagrama de la literatura. Emerge de la vida misma, la trasciende y regresa a ella en forma de manchas negras en un papel blanco. El libro Bohemian Rhapsody de Carlos Pardo Viña es un buen ejemplo de ello. Lleva el título de un himno del rock, pero la canción, que es un gran texto en sí misma, ilumina de manera transversal la trama, que es menos una fábula de inicio nudo y desenlace y más el gigantesco reflejo de lo diminuta que es la vida.

Carlos Pardo Viña: perfil

Los dos protagonistas, Nicolás y Santiago, representan dos caras de la escritura. El primero es un periodista relegado a las páginas judiciales en medio de la mediocridad obligada del oficio, el segundo es un escritor estancado, carente de ideas e imaginación, distraído de su marasmo creativo por las redes sociales.  Ambos pisoteados por la vida que se grita en la garganta de Freddie Mercury, resignados a su lugar anodino en una sociedad que cambió sin que se dieran cuenta.

Y esa sociedad caníbal, la Bogotá inhumana y la Ibagué del pasado y el presente, son el telón de fondo, la tarima para que las letras toquen su canción de rock y muestren las imágenes de unas ciudades que ya no existen y que son irreconocibles para quienes añoran décadas mejores. Como acordes sobre los cuales se entona una melodía sin freno, las calles de la infancia y los recuerdos de todos los que crecimos bajo la guitarra de Bryan May afloran en las letras de Pardo Viña. La inocencia de una vida temprana se va desdibujando con la violencia que arrebata vidas, la falta de oportunidades  que reduce talentos a labores pedestres, la ignorancia de un pueblo que prefiere la sangre a la cultura. La gran partitura de la canción de Queen es la Colombia que sufrimos todos los días, la que se acostumbró a los muertos, no lee libros y ni ya siquiera escucha rock.

La metáfora de la canción que da título al libro, la Rapsodia Bohemia, es la de la vida vacía, dolorosa y sin sentido de los protagonistas y, por extensión, del lector. Es la lucidez del guitarrista virtuoso que descubre que no hay ninguna partitura que seguir, el desencanto de quien posee una voz prodigiosa pero no hay nadie a quien cantarle, el auditorio que aplaude sordo por inercia y sin entusiasmo. Así viven los protagonistas del libro de Pardo Viña. El periodista, castigado a interpretar un pentagrama mal trazado por la lobreguez del país y su limitación económica; el escritor, tratando día tras día de gritar su desesperanza, pero con el aullido atascado en su garganta.

Encuentre aquí: Boemian rhapsody

Sin embargo, Carlos Pardo Viña sí puede gritar, y con buena voz, su propia creatividad. Su prosa es impecable, fresca y rauda; sin oropeles ajenos ni edulcorantes artificiales. Hijo de una generación audiovisual, a veces sus párrafos se antojan escenas de alguna película europea. Sus descripciones precisas y sugerentes dibujan fotografías en la mente del lector. La fluidez de los acontecimientos y la profundidad de los personajes sorprenden a cada página. Es una pluma correspondiente a un nuevo milenio y digna heredera de la tradición a la que hoy se une.

Solo queda cerrar con la invitación a que nuevos lectores compartan las letras de Carlos Pardo Viña, que se adentren en los laberintos de la Ibagué de su infancia, de las contradicciones del país, del abismo de la inexistencia, de la voz sublime de Mercury, del retrato de nuestra cotidianidad incolora; y por supuesto, de sus brillantes letras que tienen más vida que la vida misma.

 

Óscar Perdómo Gamboa

Escritor tolimense


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