Por Antonio Sánchez Solís. /EFE
"Él se veía exclusivamente como escritor. Tenía una relación muy cariñosa con su propia obra pictórica pero pensaba que no era tan buena", explica a Efe Ivan Ristic, comisario de la exposición "Victor Hugo. El oscuro romántico", que puede visitarse en el Museo Leopold de Viena desde mañana y hasta el 15 de enero.
Ristic explica que el miedo a la crítica y una cierta inseguridad sobre su capacidad como pintor le hizo ser muy reticente a publicar sus dibujos, pese a que tenía un "doble talento" como escritor y pintor.
"Pero también era alguien que podía tomar la decisión correcta y decir 'puedo una cosa mejor que la otra, así que elijo una'. Y eso era la literatura", resume Ristic.
De hecho, en una carta de 1855 al pintor Jules Laurens, el propio Victor Hugo habla de "garabatos" al referirse a sus dibujos, de los que se tiene constancia produjo unos 4.000.
Pero aunque no era dado a exponer en público sus obras pictóricas, sí que las compartía, y regalaba, con familiares y amigos.
Su timidez a la hora de exponer sus dibujos tuvo apenas un par de excepciones en las ilustraciones de algunas de sus obras poéticas y en su novela de 1866 "Los trabajadores del mar", que él mismo ilustró.
"De alguna manera soñó con ser su propio ilustrador pero, al final, no se atrevió", analiza el comisario.
En esta exposición, el Museo Leopold ha reunido 63 piezas que descubren a este Victor Hugo pintor y dibujante desconocido incluso por buena parte del mundo de la cultura y el arte.
Como buen romántico, tenía predilección por los paisajes lúgubres, castillos en ruinas y seres tenebrosos.
Ejemplo de ello son "Fortaleza y castillo de Vianden bajo la luz de la luna", de 1871; "Cabeza de gallo", de 1850, o "Encajes y fantasmas", de 1855.
Los motivos de sus dibujos van desde lo satírico a lo grotesco, desde lo figurativo de algunos dibujos a piezas en las que se roza la abstracción o incluso el surrealismo.
Hay dibujos hechos durante sus viajes por el río Rin o de los largos años de exilio político en las islas del Canal de la Mancha, y en los que usa técnicas distintas y muchas veces muy originales, con materiales poco ortodoxos como poso de café o polvo.
"Es una exposición muy delicada que requiere la concentración del espectador, por el pequeño formato (de los dibujos) que se abren a un cosmos fantástico", resume para Efe Hans-Peter Wipplinger, director del Museo Leopold.
Wipplinger destaca la enorme banda de interpretaciones y asociaciones que permiten los dibujos del escritor, en esa transición entre aspectos figurativos y abstractos.
"Esas manchas, esos borrones, esas pinceladas, ese pensamiento y esa transmisión libre en una obra pictórica", describe el director del museo el trabajo de Hugo, que quien dice que, en una época en la ni siquiera existía el término de arte abstracto, estableció "tendencias que iban en esa dirección y marcó a pintores futuros".
André Breton, el pintor surrealista, estaba fascinado, por ejemplo, por la monstruosidad que adquiere la naturaleza en piezas como "Champiñón", un dibujo de 1850 que para Hugo, sin embargo, no era la presentación de algo sobrenatural sino una de la oculta continuación del mundo natural.
Si el escritor francés influyó en algunos de los ismos posteriores, él también bebió de la fuente de artistas a los que admiraba, como es el caso de Francisco de Goya.
"(Victor Hugo) residió en España, vivió el levantamiento contra los franceses. Hablaba español y parece que poseía grabados de Goya en su pequeña colección. Fue un gran admirador de Goya. Hay relaciones (de su obra) con Goya", cuenta Ristic sobre la conexión con el artista español.