Revista Pijao
Una dama del policial británico
Una dama del policial británico

Por Fernán Cisnero

El País (Uy)

Paula Hawkins está firmando ejemplares de su última novela, Escrito en el agua, para unos 300 fanáticos en una de las más notorias librerías porteñas. Para cada uno de sus lectores tiene un gesto simpático mientras estampa un autógrafo expansivo. Algunos la miran con franca admiración.

Hawkins era periodista cuando empezó a escribir impersonales (incluso firmadas con otro nombre) novelas románticas hasta que llegó a La chica del tren, una novela que ya vendió más de 20 millones de ejemplares y aún hoy mantiene una sostenida presencia entre los más vendidos. Generó además una película de Hollywood y convirtió a Hawkins en parte de la larga tradición de novelistas policiales británicas mujeres, que se inició con la primera escritora que la impactó, Agatha Christie.

Escrito en el agua no sólo mantiene la intriga criminal de su debut literario y los personajes femeninos, sino que está armada con 11 voces diferentes, todo un desafío del que también se siente orgullosa.

Una muy amable Hawkins, recibió a El País en un salón de un lujoso hotel porteño. Este es un resumen de la charla.

—Sus dos novelas tienen comienzos muy fuertes. ¿Cuánto le lleva encontrar las primeras líneas de sus libros?

—No es la primera cosa que escribo. Empiezo por otro lado o con algo diferente, pero cuando estás por el medio del libro, te das cuentas de cómo querés empezarlo. No escribo el libro por el comienzo. Para Escrito en el agua escribí diferentes fragmentos y los moví de un lado para el otro.

— ¿Pero qué busca en esos comienzos?

—Esas primeras páginas son muy importantes: es allí donde el lector queda atrapado o se va a buscar otra cosa para leer. Hay que asegurarse de que siga pasando las páginas.

—Y Escrito en el agua, ¿cuánto le llevó?

—No me acuerdo, pero es un libro al que trabajé mucho y cambié mucho. Fue más trabajado que La chica del tren, eso seguro.

— ¿Cómo construye las superestructuras de sus novelas? ¿Planillas Excel? ¿Post-it?

—Tuve por un rato una pared llena de post-it con un color para cada personaje, pero no estoy segura de que me haya ayudado mucho. Mayormente escribo un archivo en el que vuelco las notas. Pero no tengo un buen sistema organizacional, soy bastante caótica.

— ¿Le pone caras a sus personajes cuando los crea?

—A veces, pero principalmente imagino sus gestos, su manera de hablar. No podría dibujarlos. Veo mejor los paisajes que la gente.

— ¿Cuáles son sus rutinas de trabajo?

—Soy bastante aburrida, normal. Me siento en mi escritorio, trabajo en silencio, en casa. Pero si la escritura fluye, puedo trabajar todo el día, quedarme de madrugada. Si no sale tan fácil, se hace un poco más duro pero, en general, cada libro encuentra su propio ritmo y uno debe permitirse días buenos y días malos.

— ¿Qué le dio a su ficción su entrenamiento como periodista?

—Fue de mucha ayuda porque estás acostumbrado a sentarte, escribir y editar tu propio trabajo y desechar lo que no se necesita. Y como parte de tus tareas hay que entrevistar gente y escuchar lo que te cuentan y entender lo que no te cuentan, leer entrelíneas. Esas son habilidades importantes para un novelista. Y como periodista hay que ver a la gente y descubrir lo que esconden. Y ver qué de todo eso sirve para desarrollar personajes.

— ¿Investiga esa clase de cosas para hacer sus novelas?

—No mucho. Soy muy vaga. Leí algo sobre la historia de la caza de brujas en Inglaterra, por ejemplo. Pero no soy la clase de persona que pasa horas en una biblioteca.

— ¿Y de dónde saca su inspiración?

—De un montón de lugares. Habitualmente mis ideas vienen de algo que vi en las noticias. En este caso, es la historia de una mujer que apareció muerta en una piscina y me quedó esa imagen y el misterio de su muerte. Tener ideas me es fácil, lo difícil es desarrollarlas y transformarlas en novelas.

—La familia y la violencia son dos temas importantes en sus libros. ¿Cree que hay un vínculo entre ellas?

—Siempre ha habido familias con esta clase de problemas. Y yo solo las vinculo de una manera particular. Obviamente cuando sos cercano a alguien hay relaciones fuertes, y es natural que esas cosas surjan.

—Pero la violencia intrafamiliar y la violencia contra la mujer son temas que cada vez están más en la agenda...

—Según las estadísticas la violencia contra la mujer no ha empeorado pero tampoco mejorado. Se ha estancado en dos mujeres asesinadas por semana. Es un problema gravísimo y eso de que no esté mejorando es lo más preocupante. Necesitamos hablar más de eso. Por un lado se habla de una mayor igualdad entre los sexos, pero por otro siguen ocurriendo esas cosas.

— ¿Y cómo llegó a Jules, una de las protagonista de Escrito en el agua?

—Es un personaje muy complicado. Es alguien que nunca superó lo que le pasó en la adolescencia y no se permitió seguir adelante, y su manera de lidiar con eso es culpar de todo a su hermana. Espero que al final del libro, se la termine viendo como una mujer más fuerte. Es muy problemática y me gustan los personajes así.

— ¿Usted es problemática?

—Un poco sí.

— ¿Cuál fue el primer libro que le impactó como lectora?

—Las novelas de Agatha Christie. Fueron de las primeras cosas que me impactaron. Y como cualquier niño británico bien educado leí un montón de novelas victorianas: Austen, las Brontë. ¡Cumbres borrascosas! Cosas así. Y El cuento de la criada de Margaret Atwood, que leí cuando tenía 18 años y me impactó como novela feminista.

— ¿Se siente parte de esa tradición de escritoras británicas?

—Sí, ojalá. La novela criminal en Gran Bretaña siempre tuvo una fuerte impronta femenina, mujeres como Christie, PD James, Daphne du Maurier, mujeres respetadas y exitosas. Está bueno ser parte de esa tradición.

—He leído críticas bastante duras sobre Escrito en el agua. ¿Cómo lidia con esa clase de comentarios?

—Como La chica del tren tuvo tremendo suceso, hubo un montón de escrutinio sobre mi siguiente novela. Y a muchos no le gustó y eso fue duro para mí. Algunos dijeron que no conseguí lo que me propuse, por ejemplo. Este fue un libro muy ambicioso, intenté hacer algo distinto y más complejo. Podría haber ido por el camino fácil pero preferí ser ambiciosa y quedarme corta que volver a hacer lo mismo una y otra vez. La próxima me voy a tomar mejor las críticas.

— ¿Y cómo vive usted con su éxito?

—Es muy raro. En mi vida, en mi casa, soy exactamente la misma que hace tres años. Soy más rica, pero me mantengo con los pies en la tierra. No salí a comprar autos lujosos o casas carísimas.

— ¿Todavía no?

—Por ahora no.

Otro libro que será llevado al cine.

Al igual que le va a pasar a Escrito en el agua, La chica del tren tuvo una adaptación cinematográfica. Dirigida por Tate Taylor y con Emily Blunt en el papel principal, la película (que se estrenó el año pasado con críticas mixtas) era una adaptación interesante que dejaba algunas cosas afuera pero que, en general, respetaba lo escrito por Hawkins.

— ¿Le gustó la adaptación cinematográfica de La chica del tren?

—Sí, me gustó.

— ¿Lo dice porque la escribió usted?

— (se ríe) Me gustó mucho, en serio. Es medio raro pero hay que aceptar que el libro es el libro y la película es la película y que no van a ser lo mismo. Son diferentes interpretaciones. Y creo que fue una buena interpretación, fiel al corazón de la historia. Emily Blunt estuvo bárbara como Rachel, consiguió captar su autodesprecio y tristeza y hacerlos reales. Me gustó aunque me impactó porque es más gráfica, mucho más sexo. Es muy difícil dejar contentos a los lectores. Si a mí me gustó mucho un libro, es poco probable que me guste la película.

— ¿Imaginaba a Rachel como Emily Blunt?

—Ella es una mujer muy hermosa y Rachel no era pintada de esa manera. Pero lo más importante no es cómo se ve sino cómo se siente. Y Emily consiguió eso sin dejar de ser hermosa.


Más notas de Actualidad