Por Daniela Rodríguez /especial para El Espectador
‘Del olvido a la memoria. Rescate de un mural de Luis Caballero en la Universidad de los Andes’ es un libro que contiene todo el minucioso proceso de exploración, rescate, liberación y finalmente conservación de un mural del artista colombiano Luis Caballero.
Proceso que fue conducido por la laboriosa pericia de la curadora Olga Lucía Correa que en el presente libro nos cuenta de una manera realmente detallada cómo se va desvelando durante tres meses esa figura grande de trazos precisos y fuertes que parece ser de mujer, encontrada en un muro de un salón de la universidad de los Andes.
Este es un relato técnico de una restauradora de bienes culturales que presenta todo el apasionamiento y dedicación de su labor que no sólo refiere a sacar a la luz algo que estaba oculto sino, que entraña todo un proceso de diálogo tanto con el muro que tiene al frente y que debe interpretar y sobre todo salvar, así como con el contexto de un pasado del artista, es decir, un proceso completo de recuperación de la memoria.
Para pasar de rumores a certezas, de la existencia de un mural pintado por Luis Caballero, oculto bajo muchas capas de pintura, fue un largo proceso de investigación que inició con repasos históricos del lugar donde se suponía se encontraba el mural, remontándose hasta el siglo XVIII cuando en la Universidad existían unas zonas ocupadas por molinos que luego se convertirían en una fábrica textil. Ya a finales del siglo XIX el predio de la fábrica pasa a ser propiedad de las Hermanas de la Presentación que establecieron allí la Casa de Salud del Campito de San José que entre 1962 y 1964 pasó a ser propiedad de la Universidad. Justo en un salón de ese predio se ubicó el bloque K que es el espacio asignado a la Facultad de Arquitectura y Bellas Artes.
Esto, para decir que el salón y el edificio donde se ubica el mural de Luis Caballero resistió a muchas transformaciones, contando como las más importantes las de finales del siglo XX que son las que han intervenido directa e indirectamente en el muro.
En cuanto a la prospección del muro, la exploración estuvo determinada por la realización de calas para poder descubrir trazos pictóricos o pinturas y otros elementos que le permitieran rastrear los momentos de recubrimiento del muro y así lanzar hipótesis frente a la forma en la que Caballero pintó el mural; así mismo esa exploración permitió ampliar la información y percepción de la existencia de la pintura. De esta manera, los trazos liberados que implicó esta exploración, denotaban la representación de un cuerpo humano con unos colores específicos que daban cuenta de la obra oculta; color negro, amarillo, verde, rojo y gris pintados sobre un fondo amarillo y en la parte inferior, sobre el zócalo verde oliva como base.
Una vez confirmada la existencia de una obra mural, las consideraciones de Olga Lucía González empezaron a girar en torno a la dimensión espacial de la pintura, lo que la remitió a los planos más antiguos del salón y a su estructura y fecha posible de realización del mural, dando como conclusiones la fecha tentativa de realización en 1967 y mediados de 1968 y como contexto arquitectónico, el aspecto que pudo haber tenido en el momento de la ejecución de la obra de Caballero, es decir, un espacio determinado por un cuarto mediano con un vano abierto que dejaba pasar luz natural y la imagen de los cerros orientales de Bogotá.
Por las huellas del tiempo que no marcan en vano, había pérdidas, y zonas frágiles en el muro, sin embargo, para la restauradora era rescatable el mural de Caballero. Es entonces que presenta una propuesta general para la recuperación del muro, no sólo como pintura, sino como valor estético e histórico, así como lo que para la autora es la huella física del testimonio material del paso de Caballero por la Universidad de los Andes (González Correa, 2017). Su propuesta de recuperación, que además implica la conservación, preservación y restauración en su aspecto y presentación, inicia con una metodología de trabajo de liberación definido por la retirada de capas de pintura que cubrían la superficie del mural.
Una vez obtenida la pintura como unidad los daños del tiempo y las transformaciones espaciales que se manifiestan, pero tiene lugar en zonas periféricas del mural y no compromete la obra en sí. Finalmente, la imagen hallada es de una mujer robusta de pie y medio lado, vestida ligeramente con un sostén y un liguero de color verde con bordeados negros, está pintada sobre un fondo amarillo con zócalo verde oliva y tiene una altura de 59 centímetros.
Por parte de la historia
El trabajo de Olga González fue, además, de una reconstrucción histórica, dado que se remonta hasta la misma técnica que usó Caballero en su momento de realización del muro, así como a su historial y legado artístico, que le da paso a concluir que técnicamente y por otras evidencias, es una obra de autoría de Caballero. Al ser una representación femenina, los rasgos específicos como la cabeza ovalada; el abultamiento en la zona genital; las caderas prominentes, en fin, ese estilo que marcó su obra hasta aproximadamente los años setenta, lo confirma.
Una vez recuperado, y tratado con estrategias de conservación y restauración González Correa se ocupa de la protección de la obra con la conservación preventiva que no solo se refiere a su conservación material, sino también la de la memoria y la apreciación. Es por esto que la autora se ocupa de darle una verdadera proyección cultural mediante la difusión de este libro tan detallado que nos habla de la necesidad de hurgar un poco el pasado, el ocultamiento de un muro, de una historia tal vez, y develar con la intención de rescatar el tiempo, el patrimonio cultural y sobre todo la memoria; requisito para preservar los referentes históricos, artísticos y académicos de la cuidad.
*Estudiante de sociología, Universidad Nacional de Colombia.