Revista Pijao
Una amistad que revive: Neruda recuerda a García Lorca
Una amistad que revive: Neruda recuerda a García Lorca

Por Javier García

La Tercera (Ch)

Después de haber estado en los consulados de Oriente, Pablo Neruda con 29 años por fin lograba un cargo de mayor categoría cuando se instaló en la embajada de Chile en Buenos Aires, en agosto de 1933.

El fervor cultural era evidente en los cafés y librerías de la capital argentina. Por entonces, embarcado por el océano Atlántico, otro joven poeta venido de España no tenía muchas expectativas en el país escogido para estrenar en América su obra Bodas de sangre. Federico García Lorca con 35 años pisaba Buenos Aires.

“Todas las luces de la inteligencia lo vestían de una manera tan espléndida que brillaba como una piedra preciosa. Su cara gruesa y morena no tenía nada afeminado, su seducción era natural e intelectual”, escribió Pablo Neruda, en un texto inédito hasta ahora, de quien se convirtió en uno de sus entrañables amigos. Una relación tan intensa como breve, de tan solo tres años, finalizada con el asesinato de García Lorca, en la ciudad de Granada, en 1936. El autor que dos años antes había escrito el poema Versos en el nacimiento de Malva Marina, en homenaje a la hija de Neruda que tuvo con Maruca Hagenaar, ya no estaba. Y estallada la Guerra Civil, Neruda manifestó su apoyo a la República Española y escribió Oda a Federico García Lorca. Además, publicó España en el corazón (1937).

“Hay una manera oscurantista de tratar el homosexualismo de Federico García Lorca, tema que me parece inevitable. La manera española y latinoamericana: esconder cuidadosamente esta inclinación personal de Federico”, se lee al comienzo de El último amor del poeta Federico, escrito de Neruda que permanecía sin publicar y que ahora se suma a una veintena de inéditos, que integran la nueva edición de Confieso que he vivido publicada por el sello Seix Barral.

Son las memorias que Neruda nunca vio en librerías. Escritas a mano y también dictadas a su amigo Homero Arce, se publicaron seis meses después de la muerte del Premio Nobel de Literatura, ocurrida el 23 de septiembre de 1973, cuando tenía 69 años.

Uno de los documentos más reveladores hasta ahora fue hallado por la Fundación Neruda al realizar una remodelación en la casa La Chascona, de Santiago. Al momento de desarmar una sala, se encontró una carpeta de textos con anotaciones de su viuda, Matilde Urrutia, quien se preocupó de que las memorias se publicaran fuera de Chile. Primero en Barcelona y luego en Buenos Aires, en 1974.

“Fueron muchas las veces que conversamos con Pablo si debía incluirlo o no. Me dijo textualmente: ‘Está el público suficientemente desprovisto de prejuicios para admitir la homosexualidad de Federico sin menoscabar su prestigio?’ Era su duda. Yo también dudé y no lo incluí en las memorias”, apunta Urrutia sobre el texto donde Neruda habla de “la desviación sentimental del poeta” y de Rafael Rapín, el último amor del autor de Romancero gitano. Los originales de las memorias del poeta están perdidos.

El muchacho

Apuntes sobre su poesía, sus primeros amores, sobre Valparaíso, el regreso a la tierra natal, retratos de Andrés Bello, Luis Emilio Recabarren, Vladimir Maiakovski y Aleksandr Pushkin, son algunos temas y personajes que cubren los escritos inéditos presentes en Confieso que he vivido. La nueva edición, con prólogo y notas de Darío Oses, director de la biblioteca de la Fundación Neruda, cierra con una galería de fotografías que el propio Neruda tenía dispuestas para publicar en el ejemplar que saldría en su cumpleaños 70.

Uno de los textos más extensos entre los agregados ahora es el que tiene relación con García Lorca. Cuando se conocieron, Neruda y su amigo en Buenos Aires, en 1933, pasaron mucho tiempo juntos. Asistieron a fiestas, algunas extravagantes, y dieron el famoso “discurso al alimón”, en homenaje a Rubén Darío. Al año siguiente, con Neruda instalado en Barcelona, y luego en Madrid, la dupla da una serie de recitales. “Un poeta más cerca de la muerte que de la filosofía, más cerca del dolor que de la inteligencia, más cerca de la sangre que de la tinta”, presentaba García Lorca al creador chileno.

“En el círculo de amigos de Federico, que frecuenté cada día durante los días de mi vida en España, casi no había homosexuales”, apunta el autor nacional en El último amor del poeta Federico. “Tal vez Federico, que era vistoso como un gran torero, tenía sus amoríos en otra parte. Más tarde (…) estuvo acompañado de un muchacho muy recio, varonil y bien plantado. Poco a poco me fui dando cuenta de que era este muchacho el persistente amor de Federico, su último amor. Se llamaba Rafael Rapín. Era de origen obrero”, anota para luego describir al joven como “tímido y de pelo largo”. Y luego pasa a contar que al verlo a él y a otros jóvenes “más bien desamparados sexuales” se comportó como “un buen papá” y los llevó a un burdel.

Además, Neruda se refiere a la censura y represión sufrida en aquel país bajo la dictadura franquista. “Ese erotismo hidrófobo formó parte de España, de su clausura, de su silencio, de su férrea armadura”, apunta y recuerda a su amigo siempre feliz. “La felicidad era su piel”, escribe.


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