Revista Pijao
Un homenaje al poeta José Manuel Arango
Un homenaje al poeta José Manuel Arango

Por Susana Rico   Foto Crédito: Archivo Particular.

Revista Arcadia

"Soy un lector de poesía antes que un poeta", afirmó José Manuel Arango en un documental realizado por la Casa de Poesía Silva y la Universidad de Antioquia. En esa misma producción y con una sonrisa de arriero paisa reveló que la escritura y la poesía lo acompañaron desde su juventud con sus primeras rimas que vaticinaron su destino de poeta.

Con él, el 5 de abril en una fecha decisiva para la poesía colombiana. Nació en 1937 en el Carmen de Viboral, un pueblo antioqueño arropado por el Valle de Aburrá y cubierto por los maizales y pájaros que tuvo que espantar más de una vez en la finca de su abuelo, pero que se convirtieron en un emblema de sus versos. Murió el mismo día en 2002 de un infarto fulminante en Medellín, una ciudad en la que siempre se sintió extranjero.

Transitó por los campos boyacenses cuando comenzó a estudiar Filosofía y Letras, y por las calles estadounidenses cuando estalló la Guerra de Vietnam y el hippismo, mientras estudiaba su doctorado en la Universidad de Virginia Occidental. De esa época le quedó la devoción por Walt Whitman y Emily Dickinson, tal y como afirma el amigo y poeta Elkin Restrepo en su artículo "José Manuel Arango. A 15 años de su muerte y 80 de su nacimiento", publicado en la más reciente edición de la Revista Universidad de Antioquia, que dedica un especial a la vida y obra de Arango.

Arango fundó varias revistas de poesía que respondían a necesidades distintas. Acuarimántima (1974) nació desde el fervor de la juventud y las ansias por hacer parte de los anales de poesía colombiana. En esa primera aventura poética, la labor de Arango no solo se limitaba al comité editorial, sino que también era el responsable de las traducciones de poemas escritos en inglés. Luego vino Poesía (1990), una revista que contó con 11 números y que buscaba darle continuidad a la tradición poética colombiana. Y por último, Deshonra (1998), una publicación que surgió como medio para resistir a la atrocidad de Colombia en aquella época.

Su lenguaje, concreto, transparente y sencillo, dio nuevos aires a la poesía colombiana, acostumbrada a figuras rimbomantes y pesadas. Estas características, al igual que la lucidez del autor, se reflejan en la segunda parte del especial, un cruce de cartas en el que Franc Cruz, director de la revista Palimpsesto, revela el proceso de preparación de la antología La sombra en el muro, editada en Sevilla, España. Aquí se refleja la personalidad del poeta, silenciosa pero atenta al mundo que lo rodea, agradecida y cálida. La amistad por correspondencia que comenzó con una petición culmina con una sentida carta dirigida a Clara Leguizamón, viuda del poeta.

La faceta del poeta erótico se refleja con claridad en el análisis que hace José Pérez Olivares en el artículo "Foto Fija de José Manuel Arango", que enuncia y analiza los elementos del poema "Baila conmigo, muchacha", versos que salieron a la luz en su último libro. Arango fue precursor de la poesía erótica en el país con un tono sugerente, delicado y profundo. "En la poesía de Arango hallamos mucha poesía erótica. La mujer y su cuerpo -pero sobre todo el misterio del tránsito de la infancia a la adolescencia, y de esta a la madurez- resultan temas recurrentes", dice el artículo.

El especial publicado por la Revista Universidad de Antioquia culmina con "Himno al sol", el poema que recoge el lenguaje, los ambientes y los temas recurrentes del poeta. A continuación un fragmento:

"Porque sí porque yo sé que el oro de la espiga es tuyo

y que la alabanza de los pájaros es para ti siempre sol

de los pájaros que ya desde el alba comenzaron su algarabía

porque eso es lo primero que tu calor desentumece

las gargantas las lenguas de los pájaros"...

A lo largo de su vida, José Manuel Arango publicó, entre otros, los siguientes libros: Este lugar de la noche (1973), Signos (1978), Montañas (1995) y La sombra de la mano en el muro (2002).


Más notas de Actualidad