Por Juan Carlos Fangancio
El Comercio (Pe)
Una joven estudiante y poeta asesina a su madre en un confuso incidente casero que involucra pastillas, cuchillos y un cuarto a oscuras. El padre, un juez, defiende a su hija hasta las últimas consecuencias. En medio, la prensa y la ciudadanía especulan, se regodean en lo íntimo y lo escabroso. Partiendo de esta historia, que seguramente sonará familiar a más de uno, Juan Carlos Ubilluz escribe una novela que atrapa e inquieta. Advertencia: no confundir ficción con realidad.
— ¿Desde cuándo supiste que querías escribir una ficción basada en este caso? ¿Siempre pensaste que no deberían aparecer los nombres?
Nació de mi interés por escribir un ensayo sobre cómo algunos casos de parricidios daban cuenta de ciertas tendencias en la globalización. Pero después me di cuenta de que no era factible escribirlo así porque estos casos tenían mucha notoriedad y hacer una investigación tan minuciosa hubiera sido indecoroso para la gente que estaba representada. Luego de desistir, me dije que quizá la ficción podía llegar allí donde el ensayo y la crónica no pueden, así que decidí escribir la novela. Evidentemente está basada en un caso conocido, pero se distancia de ese caso, no solamente por los nombres, sino porque hay bastante invención. Y quiero que eso quede claro: no es un libro escrito de manera realista sobre un caso en particular, sino que me doy una gran licencia creativa.
— Pero al margen de esa invención, ¿cuánto sobre el caso real investigaste?
Al principio investigué a través de lecturas de diarios y revistas, pero cuando empecé a escribirlo como ficción, decidí no investigar más. No quería que suceda lo que seguramente ocurrirá: que la novela se confunda demasiado con el caso.
— ¿Y solo te nutriste de lecturas? ¿No llegaste a entrevistar a nadie?
A nadie. Todas fueron fuentes que había leído, ciertas impresiones. A partir de eso ha sido creado todo.
— Tú llevas años trabajando en el psicoanálisis. ¿Te sirvió para dotar de profundidad psicológica a los personajes?
Me ha servido para dos cosas: una es el análisis de casos de pacientes, sobre todo el que hace la escuela psicoanalítica lacaniana. He leído muchos de esos casos y me han ayudado a escribir la novela. Lo segundo es que siempre me molestaron los análisis que hacen los periódicos, la televisión e incluso algunos expertos sobre estos temas. Calificar a un asesino como frío o sádico me parece demasiado torpe y tosco. Otro problema es que a veces se apiñan categorías clínicas que no van juntas. Por ejemplo, se dice ligeramente que alguien tiene una neurosis y a la vez una psicosis. Pero con el psicoanálisis aprendes que si una persona es neurótica, no puede ser psicótica. Eso también me motivó a escribir algo distinto.
— También has escrito antes sobre el cinismo. ¿Cuánto cinismo hay en casos así? Y no me refiero solo a los involucrados, sino al espectador que los consume.
Hay un consumo del morbo que es natural. Es normal interesarse en la muerte o en el sexo, no podemos negar que hay algo en el ser humano que tiende a esos temas. Así que no se trata de condenar esa tendencia. Incluso yo me he interesado en la mayoría de casos criminales primero por el morbo. Cuando surgió el caso de Ciro Castillo y Rosario Ponce, consumí todas las notas que salieron sobre el tema. Y una gran decepción de mi vida es que Rosario no haya matado a Ciro, aunque suene extraño. Ahora bien, el tratamiento que se le da a ese morbo sí puede ser facilista y condenable.
— ¿Y cómo crees que se tomará una novela así? Normalmente estos casos generan rechazo, un fuerte maniqueísmo...
Bueno, si una persona tiene una versión muy maniquea de las cosas, espero que esta novela le ayude a deconstruir sus interpretaciones, tener una apreciación más amplia sobre el tema, tomarse más tiempo para decidir cuál es su perspectiva.
— ¿Cómo te ha ido con la ficción?
Yo estudié literatura para escribir ficción, pero después me dediqué más a los ensayos ligados al psicoanálisis. Igual siempre escribí novelas, aunque nunca me parecieron lo suficientemente buenas para publicarlas. Ahora, uno de mis próximos proyectos es escribir otra novela, también sobre un asesinato real (que prefiero no mencionar), aunque esta vez ligado a la psicosis. Quiero leer más casos parecidos a ese para luego comenzar a escribirlo.
— En el Perú no está demasiado difundido el género policial o criminal. ¿No es eso paradójico teniendo en cuenta la gran cantidad de materia prima que nos ofrece la realidad?
Me parece que no se trata de ser púdico con cierto género en particular. Lo que a mí me gusta es entrar en un género y hacer algo nuevo al respecto. En este caso es la novela sobre un crimen, que encaja perfectamente bien en el mercado, pero siempre tratando de hacer algo más, algo distinto.