Por Diario Clarín (Ar) Foto Archivo / AFP
Veinte años después del éxito mundial de su primera novela, El dios de las pequeñas cosas -vendió más de ocho millones de ejemplares y mereció el prestigioso premio Man Booker-, la escritora india y activista por los derechos humanos Arundhati Roy regresa a la ficción con un retrato fresco de las contradicciones más radicales de su país.
El nudo de su segunda novela, El ministerio de la felicidad suprema, está en dos personajes femeninos. Anjum, una mujer que decide modificar su identidad sexual y darle pelea a las adversidades y, por otra parte, Tilo, arquitecta desencantada con el mundo que nunca dejará de discutirlo. Una ventana con aire fresco se abre a partir de historias íntimas de personajes que deben reconstruirse. El amor a la vida y la ternura pese a todo también tienen su papel.
La obra, que evoca el estilo del realismo mágico y tiene dosis de humor que vuelven tolerable un contexto difícil, puede leerse en clave política. A través de los personajes, desfilan temas como la necesidad de la abolición de las castas en la India -una realidad que condena a la miseria a millones de personas-; la defensa del medio ambiente y, con particular fuerza, la situación en Cachemira, territorio de la India militarizado y en permanente tensión con el vecino Pakistán.
“Sólo la ficción es capaz de contar realmente la verdad” explicó la autora sobre El misterio de la felicidad suprema en una rueda con periodistas europeos. Y avanzó: “Creo que sólo la ficción puede hablar de ese terror, de la falta de conexión entre las castas, de cómo se celebra a veces la ocupación militar, de cómo el fundamentalismo económico está enlazado con el antiguo fundamentalismo religioso” en su país.
¿Cómo contar lo que sucede en Cachemira? La escritora señala que es “probablemente la región del mundo con una mayor ocupación militar” y que no teme que su obra sea leída como un manifiesto en ese sentido. A su juicio, aunque los informes oficiales hablen sobre la cantidad de muertos y desaparecidos que hay en el conflicto o de “las miles de personas torturadas, no hablan de cómo la ocupación cambia la vida de las personas, de cómo es la vida de los soldados, la de los colaboracionistas o de cómo las personas se adaptan”. Por allí, un eje de su libro.
La novela es, también, un viaje personal por el subcontinente indio y por sus leyendas. Roy dice que está dedicada a la resistencia, a los desconsolados del mundo. A veces, señala, la ficción es la mejor manera de sumergirse en hechos complejos. Porque el ensayo es “siempre muy urgente, pero la novela permite construir un universo al que invitas al lector”. En su flamante título, los límites entre ficción y realidad se confunden.
Escritora comprometida con el medio ambiente y el pacifismo, premiada por ese motivo en más de una ocasión y enfrentada a las autoridades de su país, otra de sus preocupaciones son los nuevos mecanismos tecnológicos que vuelven más eficiente el control social.
“Estamos vigilados constantemente”, señaló, al evocar una entrevista que mantuvo en Rusia con el consultor informático Edward Snowden, que huyó de Estados Unidos tras revelar documentos secretos. “La CIA estaba entusiasmada con el nacimiento de Facebook porque ya no iban a tener que buscar información; somos nosotros los que la ofrecemos constantemente”.
En la India, “a través de estos teléfonos móviles se controlan los datos biométricos de las personas, las cuentas bancarias o las llamadas que se hacen”. De ese modo, la comodidad se vuelve una nueva forma de ofrecerse como vigilado. “La única manera que tenemos de escapar a ese control es siendo capaces de salir de la red”, lamentó.
En El misterio de la felicidad suprema también se habla de cómo funcionan esos mecanismos. Aunque la autora admite que muchos movimientos de protesta espontáneos contra el autoritarismo nacieron en las redes virtuales, como la Primavera Arabe, no deja de advertir: “Pero también hay movimientos que son utilizados por otros grupos para impulsar sus objetivos. En la novela se habla mucho de cómo funciona la ocupación, la vigilancia, de cómo somos manipulados hasta en las capas más profundas”.