Revista Pijao
Sexo en la edad otoñal y más adelante
Sexo en la edad otoñal y más adelante

A mis 25 años, estrenando actividad profesional, ejercía de Psicóloga en la Clínica Montserrat, prestigiosa institución de mi ciudad de residencia. Aplicaba pruebas Psicodiagnósticas a los pacientes de varios de los grandes maestros de la psiquiatría de los años 80s. Por lo tanto el volumen de pacientes que veía era bastante numeroso, lo cual me permitió ir acumulando una muy rica y variada experiencia.

Pues bien, entre los casos que registra mi memoria para el tema que hoy me ocupa se encuentra el grupo de las personas mayores de 60, 70 y hasta 80 años, a quienes desde la perspectiva de mis 25 a 30 años, aparecían como individuos llamados en ese entonces “viejos”, o muy mayores, casi que caducos y en buen retiro de muchas actividades, incluida entre ellas,  el ejercicio de sus encuentros sexuales.

El primer caso que viene a mi memoria para ilustrar mi cometido, es el de una “anciana” de 70 años, hospitalizada en la sección “más elegante” de la clínica en ese entonces denominada Casa Hostal. Se podrán dar cuenta por el nombre, que era muy especial el sitio. Me recibió en su habitación, en su indumentaria para dormir, pero tan elegante que parecía traje de novia en noche de bodas. Ella lucia bella a sus 70s, así en mi clasificación mental de veinteañera la clasificara como “viejita”. El encuentro fue cordial, casi que “amistoso” y con tintes de confidencialidad de su parte. Apliqué RORSCHACH test, una prueba en la que afloran contenidos del inconsciente de las personas y fui escribiendo cada Respuesta … no sin un tanto de asombro al ir verbalizando  ella , algunas de franco y abierto contenido sexual. Al terminar el encuentro la paciente quiso seguir comunicándome su estado de ánimo y en ostensible entusiasmo me relató su emoción con respecto al día anterior que había tenido visita de su esposo y la oportunidad de salir con él al hotel donde estaba hospedado, ya que provenían de otro país. Con un gran desenfado me contó la dicha de haber tenido este encuentro con el subsecuente gozo sexual. Me recalcaba que estaba tan excitada que con solo el hecho de que él la tocara, ya ella alcanzaba el clímax, antes de entregarse propiamente al ritual del acto copulativo.

En mi inexperiencia, y, cobijada por prejuicios implícitos a nuestra cultura, al ir analizando el material psicodiagnóstico trataba de hacer caso omiso de la carga erótica dada por la paciente; aunando a sus comentarios del encuentro con el esposo, tintes “delirantes” al respecto. Ella estaba psicótica, lo cual afincaba mi perspectiva de existir fantasías erotomaníacas al respecto sin respaldo por parte de la realidad.

Al día siguiente el caso fue de un anciano de 86 en Demencia Senil, a quien sus hijos habían puesto en interdicción judicial pues conseguía jovencitas y repartía su dinero a manos llenas, con proyectos de escriturar alguna propiedad a la más avispada.

Y luego otros y otros que fui analizando en quienes el interés por el gozo erótico y en quienes la actividad sexual propiamente, era consuetudinaria, por lo que mi asombro veinteañero no cesaba de  producir algo de desconcierto en mi ejercicio profesional.

Al hacer evaluación en grupo interdisciplinario, con psiquiátras, médicos, residentes, enfermeras y terapistas ocupacionales, fui verificando que era una realidad la del ejercicio de la sexualidad en edades avanzadas y que si bien existían casos en los que solamente dicha actividad se quedaba en fantasías o en ejercicio masturbatorio, en otros, los más, era asunto ajustado a la  realidad. Las personas de 60s, 70s, 80s y más,  tenían vida sexual activa. Así mi juventud lo viera como algo insólito.

Seguí por varios años acumulando experiencia hasta completar a mis 70s más de 3.000 casos estudiados. Entre los que el porcentaje de personas mayores alcanza un 25%.

Hoy en día me regocijo al constatar que el promedio de vida se ha alargado y que a pesar de plantear dicha circunstancia incógnitas sombrías por la temidas demencias seniles, también brinda cierta complacencia y alegría el hecho de haber sido reclasificados por la OMS en el sentido de calificar la etapa de 66 a 79 como “edad media”, no viejas o provectas, caducas o inútiles.

Me congratula igualmente ver en el panorama mundial enlaces de parejas de más de 60 y 70 y 80 años, pues interiormente voy confirmando lo encontrado en mi ya lejana juventud.

 

RUTH AGUILAR QUIJANO

Especial Pijao Editores

 

 

 


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