Revista Pijao
“Ser híbrido te enseña a escuchar, que hoy debería ser esencial”
“Ser híbrido te enseña a escuchar, que hoy debería ser esencial”

Por Carles Geli

El País (Es)

Como trabajaba de 9 a 5 de la tarde, se levantaba a las cinco de la mañana a leer. Para poder estar, pues, más tiempo con su padre, acabó uniéndosele de madrugada, acurrucado en silencio a su lado y, con los años, también se puso a leer. Es una curiosidad más de su álbum familiar, donde está un bisabuelo esclavo. Y también un viaje, a través de diversas generaciones, desde Guadalupe a Ghana, cuyo último destino le ha llevado a él a criarse y estudiar entre su Inglaterra natal y la misma Ghana. Unas coordenadas vitales así debían marcar a la fuerza la mirada del mundo del poeta Nii Aykwei Parkes (1974), hace tres años elegido uno de los 39 escritores más prometedores menores de 40 años de África y que con su hasta ahora única novela, El enigma del pájaro azul (Club Editor, en castellano y catalán), quedó finalista del Commonwealth Writers en 2010.

Con un tenue velo de novela policiaca macerada en pulsión poética, la historia de Kayo, el único forense de Ghana formado en Inglaterra y que se ve forzado por las corruptas autoridades a investigar, a lo CSI, unas extrañas vísceras de un crimen cometido en una aldea, no deja de ser un canto, sobre todo, a la diversidad y a que “las cosas son sólo lo que vemos, pero también es verdad que las cosas son sólo lo que no vemos”. O también a que “el mal no vive solo en ningún corral, sino que también ahí vive el bien”. Si ambas frases del libro suenan aforísticas o proverbiales es porque la tradición cultural oral ghanesa y su lenguaje impregnan todo el relato, salpimentado de palabras en lengua twi (hay hasta un glosario al final), a caballo entre demostración de diversidad y grito de alerta ante una riqueza que se extingue. “En mi caso es una celebración de lo que tenemos; en muchos escritores africanos hay un timbre único, el inglés”, lamenta Parkes, asiduo del Spoken World, de cuerpo atlético, peinado afro y notable occipital, donde resuena el discurso del keniata Ngũgĩ wa Thiong’o: “Descolonizar la mente es un libro que leí con 16 años y muchas de sus ideas casan con cómo escribo y cómo vivo; para mí, cuantas más lenguas aprendes y más contactos tienes con los otros, mejor”.

Parkes no deja de ser la punta del iceberg de un fenómeno que podría leerse como una regeneración de la literatura anglosajona proveniente hace unas décadas de los países asiáticos, pero que ahora parece alimentarse más de la cultura africana. “Ya me gustaría pensar que las palabras las salvaremos desde África, pero soy consciente de que nuestra eclosión es una moda pasajera del sector editorial; celebrémoslo, pero deberíamos aprovecharlo para crear una multired literaria africana y no depender así tanto del sistema literario occidental; en la era digital es posible, utilizando esta eclosión, crear un sistema literario propio que vaya más allá, entre los editores africanos, de centrarse en los libros de texto”. Cree que el proceso igual ha arrancado ya. “Empieza a haber sellos con gran implantación, cuyas propuestas narrativas trascienden sus países, como Kwani en Kenia, o Cassava Republic en Nigeria, y también autores que han decidido publicar por principios siempre en África, aunque en muchos casos no cobren derechos, como la ghanesa Ama Ata Aidoo. Debería ser el momento”.

“En esta vida hemos de escoger qué historia explicamos porque nos afecta; afecta a nuestra manera de vivir”, afirma un personaje del poblado. Parkes también tiene su historia que contar: “Pongo el foco en todo lo positivo: es mi manera de ver el mundo y de vivirlo y así lo escribo; tengo un origen esclavo y mis ancestros han sufrido de todo, hemos pasado por muchos países, culturas y lenguas, pero celebramos que aún podemos hablar… En cualquier caso, quiero explicar que no hay una sola manera de ver y entender el mundo; la novela arranca con la frase: ‘Los pájaros no han parado de cantar nunca’; hay muchos pájaros y cada uno canta a su modo”. ¿Moraleja? “Soy un escritor africano de un pequeño país en una zona donde sólo en ella hay 90 lenguas vivas; esta complejidad es difícil de entender, pero hay que tenerla siempre en la cabeza”.

De las decenas de hilos que tejen El enigma del pájaro azul está el duelo desigual entre una tradición olvidada y que nadie respeta ya y la modernidad: Oduro, el brujo de la tribu, no encuentra a quien transmitir su sapiencia; Yaw Poku es, evidentemente, el último gran cazador. Kayo llega al pueblo con la intuición del respeto al pasado y el saber de la ciencia occidental, que no es suficiente. “Los viejos oficios se pierden como en Occidente, aunque desde hace una decena de años hay políticas gubernamentales para recuperar, por ejemplo, la medicina tradicional. Kayo me sirve de metáfora: ‘Si crees que lo sabes todo y no paras y escuchas, has perdido’; Poku le hará ver que la vida es más compleja que la ciencia”, suelta Parkes, con el mismo tono de proverbio antiguo que debe soltar su personaje.

La Ghana que retrata Parkes, que vive entre Londres y Accra, sufre una inexorable deforestación. “Las personas tenemos planes, pero también antepasados; las necesidades de la tierra son más importantes que las nuestras”, se dice en otra bella frase-aforismo, tan frecuentes en el libro. “Tradicionalmente, antes de cortar un árbol debías consultar a los más viejos de la tribu y explicarle por qué y para qué ibas a cortar un árbol, la relación con el medio ambiente era natural; con la colonización británica se impuso la idea de que si no explotabas al máximo tus recursos es que eras simplemente idiota”. También es un país infestado de violencia y, sobre todo, corrupción en la administración, con sobornos y extorsiones y, en la base, funcionarios que cobran tarde y mal. “Es un país con todas las condiciones para la corrupción, lo que es impresionante de verdad es que no haya más… Pero tampoco es tan distinto de Inglaterra: cuando se invitó a Roberto Saviano, el autor de Gomorra amenazado por la Mafia, la policía de Londres dijo que no podía garantizar su seguridad, dejando entrever, sutilmente, corrupción interna”.

En un contexto así, sorprende la pasividad y hasta cierta alegría de la población, según desprende la novela. “La gente no es feliz en la ignorancia sino por un pacto consigo misma, la necesidad de tener un poco de paz interior, no rebelarse más… Pero eso tiene un punto aún más peligroso porque si se sobrepasa, vienen esos estallidos tan extremos, por ejemplo, lo de Túnez: ‘Ya no me importa nada, ni que me mates, ya basta’”.

Con el optimismo en su ADN, Parkes prefiere hablar de nombres a seguir en las letras africanas –“recomendaría las voces de las sudafricanas Zöe Wicomb y Bessie Head”—y del simbolismo último del protagonista de su novela, Kayo: “Es la calidad de ser híbrido, ser y estar en dos mundos; ser híbrido te enseña a escuchar, que hoy debería ser esencial”.


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