Por Jorge Morla Foto Kike Para
El País (Es)
Como Arthur Rimbaud, Santiago Gamboa (Bogotá, 1965) se fue de casa a los 19 años. La diferencia es que Rimbaud ya había escrito y Gamboa se iba para convertirse en escritor. 30 años después, habiendo vivido en Europa y en la India y con 75 países visitados a su espalda, en 2015 volvió a su país. De ahí surge Volver al oscuro valle (Random House), libro en el que las venganzas de varios protagonistas se entrecruzan en medio de sus viajes de vuelta a Colombia.
“Cuando volví a Colombia me di cuenta que en torno a mí había una multitud de gente que volvía conmigo. Muchos que se fueron en los 80 estaban volviendo porque encontraban que acá en Europa había otra crisis: había urgencia, una crisis económica, una crisis de seguridad". Como si lo que quisieron evitar les hubiera alcanzado a los migrantes en sus nuevas vidas. "Ahora los aeropuertos colombianos están llenos de comités de familiares. Pero es triste, porque es gente que llega derrotada: salieron de Colombia con la cabeza llena de ideas y acá perdieron sus casas, su trabajo… no es un regreso feliz". Así que Gamboa trató de hacer la foto de esas dos cosas: una Europa en crisis económica y política; una Colombia pacificada y relativamente segura. “En medio de eso, pues metí la clase de personajes que me gustan: perdidos, solitarios, al borde del abismo… y a los que lo que los salva es la literatura”. De ahí surge Volver al oscuro valle.
El libro es una novela coral que funde las venganzas y los viajes de retorno de varios personajes: Manuela Beltrán, una mujer abusada en la infancia que escapa de la vida mediante la poesía; Ferdinand Palacios, un sacerdote colombiano exparamilitar; Tertuliano, un predicador argentino que asegura ser hijo del Papa; Juana y el cónsul, que se rastrean por diferentes países. Y, también, el propio Rimbaud. Para Gamboa no es solo el más grande poeta del siglo XIX. “Además, desde el siglo anterior, es el primer viajero del siglo XX: el que viajó desposeído, vagabundo, solitario, a construir otra persona, como aquellos colombianos con los que salí de mi país en los 80”.
Juana y el cónsul, que articula las tramas haciendo de confesor de los personajes y que, para Gamboa es su “representante autorizado en el mundo de la ficción”, ya aparecieron en otras novelas suyas, como Plegarias nocturnas. Una cierta idea de austeridad adquirida del cine que cada vez seduce más al colombiano: “Igual que hay directores que usan siempre los mismos actores, yo tengo personajes de otros libros que me pueden servir. ¿Para qué voy a contratar nuevos personajes?”, se pregunta riendo: ya se conocen y se tienen confianza.
Los espejos literarios son algo fundamental en Volver al oscuro valle. Para huir de su pasado y su vida, Manuela Beltrán se refugia en Rimbaud. Además del francés, Gamboa cita Cortázar, cuyos pasos siguió yéndose a vivir en la capital francesa: “Todos creíamos que París nos iba a convertir en mejores personas y, tal vez, en escritores”, confiesa. Y como última influencia cita a Julio Ramón Riveiro y señala un ejemplar de sus diarios, La tentación del fracaso, que por casualidad, a través de una pared de cristal, se puede ver sobre la mesa de un despacho anexo al cuarto donde tiene lugar la entrevista (las oficinas de Random House en Madrid). "Yo prologué ese libro", recuerda con emoción.
“Una lástima”, suspira y dice cuando se le pregunta por el Rómulo Gallegos, premio del que fue finalista en 2007 con El síndrome de Ulises, puntal durante décadas de la narrativa hispanoamericana y que ha sido suspendido por el Gobierno venezolano. “Pero claro, es un país prácticamente en disolución. Una situación de pobreza que no tiene otra explicación más que la incompetencia de los que están al mando”, explica. “Pero entiendo que dar 100.000 dólares, estando el país como está, es inmoral. Espero que vuelva el premio”.
Como viajero impenitente, Gamboa hace una defensa a ultranza de los hoteles, otro de los escenarios que surcan su último libro. "El anonimato, la soledad buscada... Son sin duda el mejor lugar para escribir". Y por último vuelve al príncipe de los poetas: "Él, con su vida, hace un largo poema a través de una vida extraña. Como yo soy novelista, me tocó hacerlo al revés: primero vivir, luego escribir. Como novelista te das cuenta de algo que es muy difícil percibir siendo joven y que es el tema central de las novelas: el paso del tiempo", reflexiona. "Al entrar en una novela entramos en otro mundo en el que podemos volver atrás en el tiempo, y concebimos ideas imposibles en la vida: como la del regreso. El regreso es imposible", dice, y se queda pensando. "Todo este tiempo, al irme, al viajar de país en país, yo sentía no que me alejaba", confiesa. "Sentía que me acercaba".