Por Andrés Seoane
El Cultural (Es)
El pasado viernes ha tenido lugar la ceremonia de entrega de la 37ª edición de los Premios Princesa de Asturias, la cuarta que el rey Felipe preside como monarca y la primera a la que asiste Mariano Rajoy con motivo de la presencia de los líderes europeos. Un galardón que supone un reconocimiento a "la labor científica, técnica, cultural, social y humana realizadas por personas, equipos de trabajo o instituciones en el ámbito internacional". Todos los ganadores deben tener reconocida trascendencia internacional en cada una de las ocho categorías que reconocen los galardones. Además, cada premio está dotado con una escultura de Joan Miró, 50.000 euros, un diploma y una insignia.
Tras el inicio formal del acto, el primer galardonado en pronunciarse desde el escenario del Teatro Campoamor de Oviedo fue el poeta polaco Adam Zagajewski, premiado en la categoría de Letras, que se encargó de poner la nota intelectual en una noche de discursos ampliamente políticos disertando en el suyo sobre la poesía. "La poesía es, de entre las artes, la menos técnica, no surge del taller, o de la teoría, no surge de la ciencia, sino que surge de la emoción de la mente y el corazón que no se puede ni prever ni planear", expresó asegurando seguir la estela de Leonard Cohen, que "unos años atrás habló hermosamente de esto en este mismo lugar".
A entender de Zagajewski, nadie, ni los propios poetas "sabemos qué es la poesía a pesar de que se han escrito sobre ella miles de libros que podemos encontrar en todas las grandes bibliotecas". En su opinión, "cada generación crea su propia visión de la poesía, aunque conserve a la vez una fidelidad hacia unas formas tradicionales", sin interrumpir así la continuidad de un proceso que para el polaco "había empezado aún antes de Homero y que perdura hasta nuestros días, pasando por Antonio Machado y Zbigniew Herbert y siguiendo adelante".
"No es difícil percibir que nos encontramos en un momento que es poco propicio para la poesía, la poesía no está de moda", sentenció Zagajewski antes de enumerar una larga lista de cosas que sí lo están como "las novelas policíacas, las biografías de los tiranos, las películas americanas o la política". Precisamente contra la omnipresente política (como ejemplo esta gala), advierte el polaco. "En el mundo actual todos quieren hablar sólo de comunidad y de política, y es cierto que esto es importante. Pero también existe el alma particular con sus preocupaciones, con su alegría, con sus rituales, con su esperanza... Debatimos sobre las clases sociales, pero en el día a día no vivimos en la colectividad sino en la soledad. No sabemos qué hacer con un momento epifánico, no somos capaces de preservarlo".
Un canto a la individualidad que Zagajewski enfoca hacia la falta de reflexión imperante en la actualidad. "La falta de movimiento es nociva para la salud, nos dicen los médicos. Un momento de reflexión es peligroso para la salud, hay que correr, hay que escapar de uno mismo". Pero a la vez, el poeta explica que no podemos encerrarnos en nosotros mismos y olvidar al mundo. "No podemos olvidarnos del sufrimiento de la gente y de los animales, del mal, que es mucho más tenaz y astuto que los sueños que perseguimos". Es decir, debemos vivir en esa ambivalencia eterna. "No podemos olvidarnos del mal, de la injusticia que continuamente cambia de forma, de las cosas que perecen, pero tampoco de la felicidad, de las experiencias extáticas que los gruesos manuales de teoría política o de sociología no han llegado a prever".
Para finalizar sus palabras, el poeta ha tenido un recuerdo hacia España que ejemplifica la teoría dual anteriormente expuesta. "Cuando era un niño, España se me antojaba un país lejano y maravilloso, un lugar directamente legendario, donde el sol brillaba más y donde las sombras eran más oscuras, el país de Don Quijote, de caballeros y de princesas", recuerda Zagajewski. "Después conocí la España real, moderna, uno de los pilares de la Unión Europea. Y hoy estoy aquí, en Asturias, y soy el invitado de una princesa -no puedo salir de mi asombro-. Como se ve, todo cambia, pero nada cambia".
La lucidez del humor
Tras las palabras de Zagajewski ha sido el turno de Marcos Mundstock, icónica voz del grupo de músicos-humoristas Les Luthiers, premio de Comunicación y Humanidades. En un discurso de tono ligero pero contenido, el humorista comenzó dedicando el galardón a los miembros desaparecidos Gerardo Masana y Daniel Rabinovich y a su "familia española", José Luis Coll, Miguel Gila, Tricicle... En alusión a sus múltiples nominaciones anteriores, Mundstock dijo que el conseguir el premio les supondrá "echar de menos esas nominaciones... que nos llenaban de incertidumbre, de ansiedad..., de frustración". Y continuó la broma al asegurar que "habíamos llegado a encariñarnos con el hecho de ser candidatos: no ganábamos, pero salíamos en la prensa… los amigos nos felicitaban... Ahora que nos han dado el premio, sólo esperamos que nuestros amigos no se olviden de nosotros".
Ya con tono serio, el veterano humorista opinó que es un orgullo recibir el premio precisamente como eso, humorista, ya que "el ejercicio del humorismo, profesional o doméstico, más refinado o más burdo, oral, escrito... mejora la vida y permite contemplar las cosas de una manera distinta..., lúdica, pero sobre todo lúcida..., a la cual no llegan otros mecanismos de la razón".
"El humorismo es siempre social. Uno no se cuenta un chiste a sí mismo, sino a los amigos o conocidos, en el trabajo, en el bar o en un velatorio. El humorismo, señoras y señores, es comunicación. Más aún: Comunicación y Humanidades", completó en alusión a la categoría de su galardón. "En los fundamentos de este Premio el jurado considera que nuestro grupo es: 'uno de los principales comunicadores de la cultura iberoamericana', recordó Mundstock. "Aparte del enorme halago que eso significa, estamos un poco sorprendidos. Y no por modestia sino porque nunca nos habíamos propuesto llegar a tanto. ¡Pero en fin, si el jurado lo dice... quiénes somos nosotros para oponernos a sus sabias decisiones!", remató sonriente el luthier.
Excelencia y eclecticismo
Tras la intervención de Mundstock, los galardonados han sido llamados a recoger sus ocho premios por orden. En la categoría de Investigación Científica y Técnica, han recibido el galardón los físicos estadounidenses Rainer Weiss, Kip S. Thorne y Barry C. Barish y la Colaboración Científica LIGO, responsables, en palabras del jurado de "la detección directa de las ondas gravitacionales, ondulaciones del espacio-tiempo anticipadas por Albert Einstein, uno de los desafíos más importantes de la física en toda su historia", y premiados también en esta edición de los Premios Nobel.
También han recogido su galardón en la categoría de Deportes la selección neozelandesa de rugby, conocida como los All Blacks, la más exitosa del mundo y ejemplo de valores extradeportivos como la integración racial y cultural, la unidad y la solidaridad, algunos de cuyos miembros no se resistieron a interpretar su famosa haka, danza de guerra maorí. En la categoría Ciencias Sociales ha sido premiada la historiadora de las religiones Karen Armstrong, que en palabras del rey Felipe "ha sabido precisar el sentido y la definición de la palabra compasión. Transformar la compasión en una fuerza clara, luminosa y dinámica es para ella una necesidad urgente y, como afirma, todas la religiones del mundo insisten en que la espiritualidad verdadera debe expresarse consecuentemente en la compasión práctica".
Uno de los premiados más reconocidos por todos ha sido el artista sudafricano William Kentridge, premio de las Artes, que asegura que la función de un artista es "recoger, reorganizar y enviar al mundo los fragmentos que recibimos de él". Pero más allá de su evidente excelencia artística, el galardón también incide en su propia figura y en su carácter simbólico en la lucha contra el apartheid en su país, como ha reconocido el rey Felipe posteriormente. "Sabemos que el magisterio de William Kentridge trasciende el arte, que se adentra en el espíritu humano e ilumina con la fuerza de sus trazos, de sus ideas y creaciones, nuestra compleja condición, haciéndola más comprensible, más verdadera, mejor".
Acabadas las entregas ha sido el turno de palabra de Philippe de Montebello, presidente del Patronato de la Hispanic Society, premio de Cooperación Internacional por "ofrecer desde principios del siglo XX el recorrido más completo por la historia, el arte y la cultura españolas fuera de nuestro país". En perfecto español, el director museístico norteamericano señaló en su discurso que instituciones como la que representa "facilitan el entendimiento de la diversidad cultural e intelectual de las civilizaciones antiguas y modernas", un entendimiento que "es aún más importante hoy en un mundo fragmentado por conflictos que demuestran una falta de apreciación de nuestra herencia cultural común".
Europa cierra filas con España
La velada alusión de Montebello, intencionada o casual, ha sido el preludio para la parte política de la ceremonia, algo inevitable cuando se presentan ante un micrófono los presidentes de la Comisión, el Consejo y el Parlamento europeos en representación de la propia Unión Europea, galardonada con el Premio a la Concordia. Haciendo honor a la categoría de su galardón, los tres han apelado a la unidad y el trabajo común y al respeto a las leyes. Jean-Claude Juncker, tras un titubeante y breve inicio en español, relató que "es la segunda vez que visito Oviedo, pero esta vez es diferente. He visto más banderas españolas por todas las calles, y es una visión hermosa", en franca referencia a la situación actual de España, dejando claro el apoyo europeo a la postura del Gobierno nacional.
"La Unión Europea nos ha permitido dejar a tras largas noches de oscuridad y es necesario recordar que la paz de la que gozamos tras tanto martirio y dolor no es fruto de la casualidad, es una conquista diaria, y demasiado a menudo olvidamos las biografías rotas de nuestros antepasados", recordó Juncker. "La fuerza del Derecho es un principio fundamental de una U.E. libremente consentida, que constituye un espacio que nos protege, y nos permite convivir juntos de forma armoniosa y respetando las diferencias", recalcó.
Por su parte Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, centró su alocución en su compatriota Zagajewski, que "hace 40 años, durante la dictadura comunista en Polonia, se convirtió en un referente para mi generación, un símbolo de la libertad de expresión". Tanto él como el poeta participaron entonces en el movimiento clandestino Solidaridad, "y a pesar de los golpes recibidos, entendimos que la violencia no resuelve nada y el diálogo es siempre mejor que el conflicto", resumió. "La ley tiene que ser respetada por todos los que participan en la vida pública", advirtió, antes de concluir diciendo que "la concordia es sinónimo de unidad y de verdad, y aunque en muchas partes del mundo, la gente cree que está rodeada de mentiras, manipulación y noticias falsas, la verdad es invencible y esta ceremonia es una expresión de esta invencibilidad".
Cerró la terna de intervenciones europeas Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, que fue el orador más encendido y el que entró más de lleno en el problemas de Cataluña. "El Derecho y el respeto al Estado no son una opción, sino una obligación, y creo que no está mal recordarlo cuando algunos siembran la discordia ignorando voluntariamente las leyes", defendió. "No debemos levantar fronteras entre los europeos. Demasiadas veces se nos ha ofrecido el paraíso cambiando las fronteras y se nos ha llevado con ello a los infiernos. Defendamos los valores europeos y hagámoslo sin timidez dentro y fuera de nuestras fronteras", concluyó levantando sonoros aplausos.
Recogiendo el guante brindado por los líderes europeos, el rey Felipe aludió en la parte final de su tradicional discurso, uno de los más importantes que da en todo el año, a "estos tiempos duros y difíciles que vivimos, en los que es necesario más que nunca reivindicar los principios democráticos en los que creemos y en los que se sustenta nuestra vida en común". A entender del rey, "no podemos olvidar nuestro deseo sincero de convivencia y de entendimiento, porque ningún proyecto de futuro se puede construir basándose en romper la convivencia democrática, ningún proyecto de progreso y libertad se sustenta en la desafección, ni en la división de la sociedad". El monarca ha concluido asegurando que "la España del siglo XXI, de la que Cataluña es y será una parte esencial, debe basarse en una suma leal y solidaria de esfuerzos, de sentimientos, de afectos y de proyectos".