Por Verónica Abdala Foto Gerardo DellOro
Clarín (Ar)
En uno de sus libros, Maniobras de Evasión (Emecé, 2017), Pedro Mairal enumeró algunas de las situaciones que más lo avergüenzan en la vida: despedirse de alguien con un gran abrazo a la salida de una fiesta y después seguir caminando con esa persona para el mismo lado. Que un mago lo elija como voluntario. Los diálogos de ascensor. Ganar. Y contestar preguntas sobre el oficio de escritor: esos cuestionarios en que interrogan, con pompa y circunstancia, “sobre los autores más representativos de la última década o la relación entre literatura y mercado”. Él es escritor, pero le avergüenza el aura de supuesta pureza literaria del que presumen otros narradores. Él es escritor, pero no sólo es escritor. Y además no le interesa la pureza. Cree, más bien, que hay muchas formas de contar, y de contaminarse. Las persigue y las disfruta. También encuentra muchas formas de evadir –haciendo alusión al título del libro- ese lugar que lo incomoda y tiene que ver con la solemnidad.
“Yo no diría que vive para narrar –dijo de él otro escritor, el chileno Alejandro Zambra-: en algún momento, después de vivir intensa y silenciosamente, después de absorber, de calar sin pausas ni prisas el presente, Mairal decide narrar. Y lo hace con tanta precisión, tan perfectamente adentrado en la experiencia, que es difícil no creerle; no creerle todo, digo”.
Nacido en 1970 en Buenos Aires, Mairal creció en el seno de una familia tradicional. “Si hubiese querido trabajar de abogado, capaz tenía algún contacto para empezar, ¿no?” -ironizó alguna vez el hijo de Héctor Mairal, socio del estudio Marval, O’Farrell y Mairal-. En la literatura, en cambio, tuve que inventarme a mí mismo”.
Hasta aquí, escribió novelas (Una noche con Sabrina Love, 1998; El año del desierto, 2005; Salvatierra, 2008; El gran surubí, 2013; La Uruguaya, 2017), libros de poesía (Tigre como los pájaros, 1996), cuentos (Hoy temprano, 2001), Pornosonetos (2005 y 2008, con el pseudónimo Ramón Paz, aunque a comienzos del 2018 Emecé los publicará con su firma); ensayos y artículos periodísticos. En una época firmaba como mujer. Actualmente trabaja, junto con Hernán Casciari y Christian Basilis –directores de revista Orsai- en la escritura del guión de la película que co-dirigirán Diego Peretti –que debuta en ese rol- y Javier Beltramino, inspirada en su vertiginosa última novela, La Uruguaya (2016, Emecé). Y, por si todo esto fuera poco, después de publicar un libro infantil, El Cepillo del Rey (2017, Sudamericana), y subir tutoriales a YouTube para hacer artesanías con alambre, se puso a componer canciones, que musicaliza con un ukelele y sube a su cuenta de Twitter.
Podría parecer un hombre orquesta, pero se parece un poco más a Lucas Pereyra, el protagonista de La Uruguaya; que no tiene claro si puede vivir dentro de una estructura hermética –en el caso del personaje, un matrimonio que se resquebraja-, y decide lanzarse, con la ilusión de un chico aventurero, a una búsqueda de desenlace imprevisto.
Su personaje cruza a Uruguay a buscar unos dólares que le han depositado en concepto de derechos de autor y, de paso, acostarse con una chica, Guerra, a la que le dio un par de besos en un encuentro literario. Hasta que regresa, con una conciencia distinta de sus elecciones del pasado. “Siempre me aterra esa cosa siamesa de las parejas: opinan lo mismo, comen lo mismo, se emborrachan a la par, como si compartieran el torrente sanguíneo [...] ¿Qué monstruo bicéfalo se va creando así?”, dice Lucas. Y también: “No me gusta la idea del amor. Necesito un rincón privado”. Mairal también construye sus rincones. A veces se escapa, para no aburrirse.
“Siempre me estoy escapando hacia distintos géneros –explica él, en la entrevista con Clarín-. Una vez le escapé a una novela, tenía una idea pero no me salía, y terminé convirtiéndola en poema. Así salió El gran surubí, una novela pero escrita en sonetos. Me gusta ensayar distintas formas, como una gimnasia, una exploración, y después dejar que la fuerza de lo que quiero decir encuentre su mejor forma”.
–Sos un escritor ¿versátil?
–Quizás, pero eso quiere decir que también soy inconstante en los géneros. Por ejemplo, el mercado editorial quiere novelas, antes que cuentos o poesía. Pero no escribo siempre novelas, escribo otras cosas y eso me saca por momentos del mercado, hasta que vuelvo a entrar con algún otro libro. A veces mi obra coincide con las expectativas del mercado y a veces no. Yo la paso muy bien con mi versatilidad, pero puede ser confuso para los lectores que yo me atomice tanto. Y eso es parte de mi crecimiento. Para mí, la literatura no está solo en los libros.
Mairal empezó a hacerse conocido masivamente cuando ganó el Premio Clarín Novela, en el 98, con Una noche con Sabrina Love -la historia de un chico del interior que gana una noche con una porno star de la TV-. El éxito del libro –más de 20 mil ejemplares vendidos- y el nivel de exposición fueron rotundos, y el impacto lo abrumó. A sus 28 años, sintió que la maquinaria editorial y publicitaria lo revolcaba como una ola impiadosa, que no le daba tiempo a tomar aire. “Arranqué tu novela y no la pude largar hasta terminarla”, le dijo Bioy Casares. Y él, que este año debutará en ese lugar, como jurado del Premio Clarín Novela, sintió que era el mundo del revés.
Con los años terminaría consolidándose como uno de los autores claves de su generación, traducido y editado en Francia, Italia, España, Polonia y Alemania.
Sus artículos integran otros dos libros; El Equilibrio (Garrincha Club, 2015) y Maniobras…, que él define como una “autobiografía involuntaria atomizada, en la que hay un tipo que viaja y se emborracha y habla de literatura, mientras no escribe ninguna novela”. Son 39 crónicas, seleccionadas por Leila Guerriero, en las que devela la trastienda de la escritura: todo eso que hace un escritor con resaca, cuando una mujer espléndida lo invita a un trago en un cóctel, si cuida a su madre enferma o ve dormir a su hijo.
–La paternidad, el erotismo, el amor, ¿qué otras obsesiones orientan tu literatura?
–Me interesa el paso del tiempo, la forma en que nos gasta y nos transforma. Como esos videos acelerados de cosas pudriéndose o creciendo. La transformación es un tema que me obsesiona. Y supongo que también la forma en que se plasma la vida en el arte. Cómo captar la vitalidad en la palabra, y ahí entran los temas que mencionás: paternidad, amor, erotismo.
–Dijiste que no creés en los “géneros menores”.
–Una columna o un artículo periodístico no es menos importante que un capítulo de una novela o un cuento. Me interesa tratarlos con la misma intensidad verbal. No hay que subestimar al lector del diario. No hay que subestimar a ese lector. La prensa es una oportunidad de comunicación gigante, llega a mucha gente distinta, que quizás no va a leer en libro. A veces se cree que hay que abaratar esa escritura por la velocidad en que se consume y se vuelve el diario de ayer. Pero hoy día los textos quedan en la web.
–Ahora escribís canciones, ¿por qué?
–La energía creativa está saliendo por ahí. Pero hacía muchísimos años que no me proponía hacer canciones. Quedó, en todo caso, mi pasión por la poesía, pero en el camino había perdido la música. Las canciones tienen un pie en la poesía, pero me atrae que la letra no funcione por sí sola. Estoy en un momento de impunidad y libertad total, propia del músico amateur.
Lo que más le divierte, asegura, es provocar esa alquimia misteriosa que a veces se genera entre la música y la letra, cuando la combinación es exitosa.
–Es como un baile, que puede salir bien o no –grafica-. Tengo mucha seguridad con los textos de narrativa, oficio en eso de saber qué funciona y qué no e incluso cómo provocar una emoción determinada. Pero me resulta muy atractivo moverme de mi zona de comodidad y en el plano de la música ese efecto lo controlo en un grado muchísimo menor. Me da cierta impunidad el hecho de provenir de la literatura y si se rieran de mis canciones no me afectaría.
-¿Declinar del floreo retórico es un rasgo generacional?
-No. Cada generación, a su manera, rompe con la tradición, encuentra su manera de decir, la naturalidad de su palabra, un modo de salirse de lo culturoso o excesivamente literario. Hace diez años o más, el modo de encontrar una voz auténtica, franca, sin filtros de prestigio, fueron los blogs. Ahí la gente se animó a escribir con un lenguaje más cercano al habla. Cada generación tiene que hacerlo con las herramientas que encuentre. Si no el arte no evolucionaría, quedaría fosilizado.
-Y ahora, una de esas preguntas que, como dijiste, te avergüenzan: tu visión del panorama literario argentino actual.
–Me interesa que se esté descentralizando el imaginario literario, que salga de Buenos Aires y vaya hacia las provincias, con autores como Selva Almada, Luciano Lamberti, Hernán Ronsino y Federico Falco. Y no es un imaginario idealizado, al contrario: revela la asfixia de las ciudades chicas, y la violencia: todo lo no dicho, lo silenciado.
La Uruguaya llega al cine
La versión cinematográfica de La uruguaya se filmará en 2018. Mairal está escribiendo el guión –que se entregará en noviembre- junto a Hernán Casciari y Christian Basilis. “Hicimos un desgloce de la novela y advertimos que lo más complicado es llevar al lenguaje del cine el diálogo mental que mantiene el narrador”, cuenta él. La actriz femenina será uruguaya, el actor protagónico aún no está definido. Jorge Drexler ya está comprometido, a su vez, para componer el tema final.
-¿Cuál es tu expectativa?
-Me gustaría que fuera una versión algo ampliada de la historia del libro. Que con el lenguaje visual podamos decir otras cosas, que quizá en la novela no entraban. Ahondar en personajes que en el libro aparecen de forma lateral. Se mantendrá lo que sirva de versión literaria y nos alejaremos en la medida en que el cine demande otras formas. La adaptación cinematográfica de Una noche Sabrina Love para mí fue algo difícil de aceptar (nota del autor: en Maniobras escribió que había sentido que le hacían “una cirugía estética a un hijo” suyo, en relación a la versión que filmó Alejandro Agresti en 2000), pero fue una lección de vida. Inevitablemente, la película tiene que ser otra obra, y estoy preparado ahora para aceptar eso. No queremos una versión ilustrada del libro, sino una buena película.
Este sábado, con Revista Ñ
Vuelve "Una noche con Sabrina Love"
El 30 de octubre de 1998, a sus 28 años (“con cara de 18”, dice él), Mairal resultó ganador del Premio Clarín Novela por decisión de un jurado irrepetible, que integraban Adolfo Bioy Casares, Augusto Roa Bastos y Guillermo Cabrera Infante. Ellos habían elegido Una noche con Sabrina Love entre más de 700 originales presentados.
Entonces, con el aspecto de un colegial que entra a rendir examen, el autor se abrió paso y llegó al escenario del Hotel Claridge.
Al momento de enviarla “me parecía imposible impresionar a los tres próceres de las letras”, evocará el escritor en un artículo que Revista Ñ publicará mañana, acompañando la reedición de su primera novela en un número especial (a $64,90). Pero fue un gol de media cancha, inesperado y fulminante.
“La ganadora fue la novela, más que yo -describió Mairal-. A mí como escritor no me conocía ni mi mamá.” Este año el Premio Clarín Novela llega a su edición número 20 y Mairal será integrate del Jurado de Honor junto con los escritores Jorge Fernández Díaz y el español Juan José Millás. El ganador se conocerá el 31 de octubre.