Revista Pijao
Orquídeas para Antonio Tabucchi
Orquídeas para Antonio Tabucchi

Por Isabel-Cristina Arenas   Foto Rebeca Yanke

El Espectador

Oporto - Tumaco.

A veces uno quiere esconderse en un libro y lee por ejemplo Pequeños paraísos, el espíritu de los jardines, de Mario Satz (Acantilado, 2017), y aparecen los jazmines, las rosas, los tulipanes, los narcisos. Las hojas verdes como jades de los jardines chinos y japoneses, con sus rocas fijas como maestros petrificados. Intenta perderse en el jardín griego, el persa, el hindú, el sufí. Mira sus propias flores: hay geranios, cayenas, un lirio que ha viajado de Cartagena a Barcelona y un anturio viejo que se niega a florecer. Entonces piensa en las plantas que forman parte de la historia de su familia, después de las de su país, y recuerda la orquídea, la flor nacional de Colombia.

La flor lleva a la hoja, la hoja a la tierra, y la tierra al cultivo. Es entonces cuando a esta última palabra le aparece un apellido como maldición: “cultivo ilícito”. En este punto se desvanece la intención de escribir sobre el libro de los jardines, demasiada felicidad junta. Además, son 45.000 especies de plantas las que existen en Colombia, pero a uno le llegan a la cabeza la coca y la amapola. Me siento incapaz de hablar sobre jardines.

Será un libro de Antonio Tabucchi, que a golpe de actualidad, junte la realidad y la ficción: Fernando Diogo Maria de Jesús de Mello Sequeiro, más conocido como el abogado Loton, formaba parte de los hombres que se deben a una causa, no a un país o a una lengua. Él luchaba por los “indefendibles”, ya fuera porque les faltaba dinero, por su condición sexual o porque simplemente tenían cara de culpables. La dictadura de Salazar había terminado años atrás y Portugal renacía en Europa. Era casi imposible que un asesinato a sangre fría quedara impune, y menos, que en este crimen estuviera involucrada la policía. Por otra parte, un periodista llamado Firmino viaja de Lisboa a Oporto como corresponsal del diario, amarillista en el que trabaja, y allí se encontrará con Loton. Una muerte, tráfico de drogas y posible impunidad. Es Antonio Tabucchi con La cabeza perdida de Damasceno Monteiro (1997), una pequeña radiografía de este mundo, en el que sucede, por ejemplo, lo siguiente.

El pasado 5 de octubre en el municipio de Tumaco, en Colombia, país que busca renacer en paz, fueron asesinados seis campesinos cultivadores de coca, uno más murió días después y otros diez heridos permanecen hospitalizados. En estos crímenes, que superan con creces la ficción, no solo está involucrada la policía, también hay militares y grupos al margen de la ley. La lucha por las 23.148 hectáreas de cultivos ilícitos en esta región, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), incluye promesas rotas a campesinos sobre la sustitución de sus cultivos, corrupción, abandono por parte del gobierno y bandas criminales. La investigación continúa.

El libro de Tabucchi transcurre entre Lisboa y Oporto, ciudades en las que ha vivido Firmino, quien debe encontrar y probar quiénes fueron los culpables de la tortura y asesinato de Damasceno Monteiro. El periodista camina por la ciudad y recuerda su niñez, tiene dudas sobre su propio destino. Es en el Duero, ese río extraordinario que atraviesa Oporto y desemboca en el océano Atlántico, y en el que se tiene la sensación de asomarse a la orilla del mundo, donde encontrará lo que busca. El abogado Loton, la señora Rosa y Manolo, el gitano, serán su punto de apoyo en cuanto a la investigación.

Loton es capaz de reconocer la dignidad que tiene todo ser humano nada más por serlo. Con sus pensamientos, como enredadera de Babilonia, ayuda al periodista a encontrar la respuesta de su propia vida; Firmino se debate entre el periodismo y la literatura. Al final sabremos quiénes fueron los culpables y Loton será inolvidable por sus disertaciones.

Es ficción, sí, aunque Antonio Tabucchi escribió que para este libro se había basado en un punto de partida real: tortura y asesinato de un joven, hechos no aclarados y caso archivado. Tristemente, una noticia casi diaria en los periódicos del mundo. En Colombia, el caso de los hasta ahora siete campesinos muertos en Tumaco, continúa sin respuesta, y los cultivos-ilícitos siguen creciendo.

Antonio Tabucchi nació en Pisa (1943), y vivió, amó, escribió y murió en Lisboa (2012). Fue Italia y Portugal al mismo tiempo. Margaritas y lavandas para él, las flores nacionales de sus patrias en agradecimiento por sus libros. También orquídeas, agapantos, heliconias, clavellinas, camelias, nardos, dalias, rosas y más flores colombianas.


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