Revista Pijao
'No tengo poder, ni lo busco ni lo quiero'
'No tengo poder, ni lo busco ni lo quiero'

Por Ivanna Méndez

El Universal (Ve)

Pintor, poeta y crítico. Juan Calzadilla no cree en las barreras entre las artes ya que considera que "la sensibilidad es una sola". El ganador del Premio Nacional Artes Plásticas 1996, recibe ahora el galardón por su labor en Literatura, premio que el propio artista sabe ha sido cuestionado. El escritor fue reconocido por su amplia trayectoria literaria, en la que ha logrado establecer un estilo único que incorpora las poéticas del ciudadano.

"Lo que estamos viviendo desde hace como dos décadas es una literatura que clasifica como irreverente. El escenario es la ciudad. Una revolución de la literatura urbana".

El que en algún tiempo fue también uno de los fundadores de El Techo de la Ballena, asegura que la distancia temporal entre un premio y el otro se debe a que siempre fue más reconocido como un crítico de arte que como un hombre de letras. Ahora existen quienes lo juzgan por su evidente tendencia política a lo que el simplemente responde: "A mí me dan el premio para reconocer lo que yo hice en el pasado. Lo que yo hago no está en juicio. Pueda ser que no lo entiendan o que no les guste o que no corresponda a cierta ideología".

En cuanto a eso asegura que  para el artista es fundamental la libertad, aún más en ese ámbito. "Aquí existe un conflicto ideológico y los artistas están jugando en el medio de ese vaivén. En la búsqueda de una sociedad donde el artista ocupe el puesto que le corresponde, que no es necesariamente un puesto ideológico. Si el artista se quiere comprometer tiene toda la libertad para hacerlo. No por el hecho que haga eso, vamos a acabar con él".

Asegura también que hoy es posible para el creador expresarse libremente y sin censura. "En este momento, no sé si siempre seguirá siendo así, los artistas tienen toda la libertad para alinearse de una determinada manera, por supuesto pensando en las consecuencias. Cuando nosotros trabajábamos en pleno neoliberalismo en los años 90, teníamos que hacer maniobras para poder sobrevivir en una sociedad con la que no estábamos de acuerdo", asegura Calzadilla.

-¿Considera que ahora las personas de un lado y del otro tienen las mismas oportunidades en el campo artístico en Venezuela?

-Sí, si las buscan. Si lo quieren. Se pueden compartir espacios. Hay mucha gente que está pensando eso, pasar por encima de los conflictos para proyectar su obra, integrarse de algún modo para lo que pudiese ser positivo para ellos, lo que me parece completamente legítimo.

-¿No cree que han sido excluidas algunas opciones de candidatos para el premio por no compartir la ideología de quienes lo otorgan?

-Sí. Yo reconozco que hay injusticias en ese aspecto. Hay escritores que deberían tener un premio. Aunque depende también mucho del mecanismo de apreciación. Es una época en la que hay fracciones, unas más liberales, otras más radicales. Se impone siempre en estas sociedades un pensamiento que a veces no se aplica con justicia, pero ya no es asunto de uno, porque uno no tiene poder para cambiar las cosas. Es asunto de los que están dirigiendo. A mí me encantaría que a un poeta de mucha calidad que no compartiera mis ideas le dieran un premio. Pero yo estoy como sobreviviente y crítico. Muchos como yo no tienen poder. Yo no tengo poder, ni lo busco, ni lo quiero. Cuando he estado en la dirección de una institución al poco tiempo he renunciado porque me gusta mi libertad.

-¿Qué opina del cambio del nombre del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas a Armando Reverón?

-Hay una corriente que dice que, por ejemplo, el Museo de Bellas Artes no está consagrado a nadie, la GAN es la GAN, pero hay uno que se llama Alejandro Otero, otro Mario Abreu, instituciones a los que se les hace muy difícil dedicarse completamente a esos creadores; son museos generales para todo lo que tenga que ver con las artes plásticas, pero sin estar dedicados exclusivamente a su obra. Yo creo que ahí se va a imponer el sentido común, la gente lo seguirá llamando Museo de Arte Contemporáneo, es una atribución meramente simbólica que no estará en la boca de la gente. Hay que considerar que hay mucha gente en la política, de los cuales no vamos a discutir su capacidad, pero que no tuvieron tiempo para formarse en la cultura universal, en los conocimientos de las corrientes o que a veces tampoco han leído mucho. Podemos pedirles que hagan su trabajo bien, pero si cometen errores trataremos de disculparlos.

-Muchos se cuestionan cómo pudo alguien tan transgresor como usted someterse al arte institucional.

-El artista rebelde es el que transforma y hace que la ruptura con formas tradicionales genere situaciones nuevas y progreso. Nosotros tenemos en este momento mejor poesía que la que se hacía en los noventa, tenemos más temas y tenemos libertad para usarla.

"El hacer una obra no tiene que ver exclusivamente con el hecho de hacer -prosigue-, luego viene cómo proyectarla, a dónde llevarla, con quién hacerla ver, cuáles pueden ser sus consecuencias, en qué medida me compromete a mí con el organismo que me publica, sea el Estado, o la sociedad privada. Todas esas cosas se le presentan al artista y éste tiene que resolverlas. En el fondo quien hace la obra es quien decide. Yo no veo cual es el conflicto".

-Entonces,  ¿considera que las estructuras de promoción cultural del país están fallando?

-Siempre que se reconozca que en todas las épocas en la vida nacional han fallado. No es mejor la gestión cultural de hoy a la del pasado, cuando había gente en la dirección de las instituciones que no sabía de qué estaban hablando o qué estaban haciendo porque en el poder se busca más al confidente o al que de cierta manera congenia  y acepta, que al tipo subversivo, el que quiere cambiar y propone. Y en Venezuela hay que cambiar, evidentemente. Hay que cambiar la estructura del poder, en lo que no estamos de acuerdo es en los fines y en la manera de hacerlo.


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