Revista Pijao
Natu Poblet: el día que los libros se quedaron huérfanos
Natu Poblet: el día que los libros se quedaron huérfanos

Por Susana Reinoso

Su nombre es a estas horas también su legado. Librera de alma, lectora voraz, animadora cultural, conductora del histórico programa “Leer es un placer”, por Radio Nacional (antes por Radio Ciudad), fundadora –junto a su hermano fallecido, Paco- de la librería y luego notable café porteño Clásica y Moderna, su vida se apagó a los 79 años, luego de una larga lucha contra una enfermedad progresiva.

Hija y nieta de una dinastía de libreros españoles, junto a su hermano Paco, Natu Poblet revitalizó la tradición familiar con una impronta novedosa. Fue cuando fundaron la librería de avenida Callao 892, la “capital secreta” de Buenos Aires, como la llamó Álvaro Abós, donde comenzaron a darse cita muchos escritores prohibidos durante la larga noche de la dictadura en los 70. Pero aquella librería, devenida luego café literario, atrajo a nuevos valores de la narrativa, que la eligieron para sus presentaciones a partir de la recuperación democrática de 1983. El filósofo Santiago Kovadloff dijo que Clásica y Moderna había sido, en la dictadura, “una universidad en las sombras”.

Durante esos años, se agotaban las vacantes en los cursos que dictaban David Viñas, Enrique Pezzoni, Juan Carlos Martini, Ricardo Piglia, Josefina Delgado, entre otros autores.

Natu Poblet se recibió de arquitecta pero se aburría entre planos de obras. Lo suyo fue siempre leer para descubrir los universos ocultos en las novelas. Incluso en sus veleidades selectivas, hasta para ir detrás de la obra de un escritor, era muy personal. Durante dos décadas trabajó como arquitecta hasta que decidió darle un giro a su destino. A comienzos de los 80 se dio una vuelta por Clásica y Moderna. Y se quedó para siempre. Su padre Francisco Poblet y su hermano Paco estaban al frente de la librería que conocieron, entre otros nombres de nuestra literatura, Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik, Adolfo Bioy Casares y Manuel Mujica Lainez.

Allí se presentaron –con sus obras literarias, teatrales o editoriales-, Abelardo Castillo, Alberto Manguel, Pedro Orgambide, Oscar Hermes Villordo, Juan José Sebreli, Liliana Heker, Santiago Kovadloff, Dalmiro Sáenz, Daniel Divinsky, el cubano Leonardo Padura, los españoles Juan José Millás, José Sacristán y Jordi Carrión, quien la incluyó en su volumen “Librerías” Son apenas un puñado entre los que eligieron Clásica y Moderna, pero tuvieron en Natu a una referente cultural. Y quienes no presentaron obras, se hicieron habitués, porque a la impronta de la librería se unió después su categoría de bar notable, lo que se tradujo en una apertura del ambiente.

Artistas como Alberto Favero, Marikena Monti, Amelita Baltar y Susana Rinaldi, entre otros, se presentaron en “la capital secreta”. El propio Kovadloff, con su espectáculo “Lo que Borges nos contó”, junto a Marcelo Moguilevsky y César Lerner, incorporó una nueva perspectiva al arte.

Natu se dedicó a difundir, en los últimos años sobre todo a los más más jóvenes. Sostenía con ellos una relación entrañable y entusiasta. Samantha Schweblin, una de sus favoritas; Fernanda García Lao, Selva Almada, Iosi Havilio, Luis Mey, Vera Giaconi, Julián R. López, Gabriela Cabezón Cámara, fueron algunos de los que impulsó desde la vitrina y recomendaciones de Clásica.

Su impronta en la librería comenzó a notarse en los 80. “Salíamos de los años de plomo. Yo quería incorporar presentaciones de libros, cursos, música. Había leído a muchos autores, pero no conocía a ninguno”, dijo alguna vez. Se le ocurrió la idea de la tertulia literaria y con Paco abrieron el café, hoy restaurante. Así se amplió el círculo de escritores con quienes mantuvo relación durante estos 35 años.

Reunía periódicamente una mesa de invitados al mediodía. Eran encuentros que se demoraban en la sobremesa y de todo tomaba nota la inquieta emprendedora. Que una vez al año viajaba a España a nutrir su ADN. Allí se perdía en librerías y teatros, y en charlas sin tiempo, junto a un whisky Jameson con hielo. Su vida siempre fueron los libros, los amigos y la música. Por miedo a no llegar a cumplir 80 años (casi como una profecía murió ayer a los 79) cada cinco años “inventaba” algo para celebrar un aniversario redondo de su templo.

Cuando Clásica y Moderna cumplió su 70 aniversario, Natu lo celebró con un libro, que recoge la historia de la dinastía que le cambió el destino. A los 75 años, llegó “La cuna verde”, el diario personal de su abuelo Emilio que soñaba con tener una librería. No sólo fue el libro, se atrevió con un premio a la trayectoria que llevó el nombre de su abuelo, hace dos años. Presentó el libro en la Feria del Libro de Guadalajara, México, y en Casa de América, en España.

Para el 25 de mayo invitaba a todo el mundo -a todo su mundo- al festejo de la fecha patria con empanadas, vino tinto y postre vigilante mientras Alberto Favero al piano interpretaba el himno nacional.

Recibió en 2013 la Orden de Isabel la Católica, que se concede por decisión del rey de España. Antes había sido distinguida por la Cámara de Comercio Española en la Argentina, y por la Legislatura porteña como personalidad destacada de la cultura.

Sus restos son velados en la Casa de la Cultura, Avenida de Mayo 575, y al mediodía de hoy serán trasladados a Chacarita. Su amigo, el ensayista catalán Carrión, la recordó ayer con tristeza:”Hemos perdido a una de las personas que, heredera de una tradición de libreros españoles y argentinos, mantuvo en su Clásica y Moderna, puentes literarios y musicales entre ambas orillas. Y en su programa de radio, puentes entre generaciones y lectores. Yo, personalmente, perdí a una amiga”. Eso se percibió ayer en los mensajes de las redes sociales: todos hemos perdido a Natu.

Especial para el diario Clarín (Ar)


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