Revista Pijao
Mohsin Hamid: “Todos somos refugiados de nuestra infancia”
Mohsin Hamid: “Todos somos refugiados de nuestra infancia”

Por Alberto Gordo   Foto Ed Kashi

El Cultural (Es)

Ya sólo su biografía le avala para escribir sobre migraciones, mestizaje o multiculturalidad. Mohsin Hamid nació en Lahore, Pakistán, en 1971, se mudó a California a los tres años, de California a Lahore a los nueve, de Lahore a América otra vez a los dieciocho, a Londres cuando tenía treinta y de vuelta a Lahore a los treinta y ocho años. Ahora vive allí, en la ciudad en que nació, porque, dice, quería que sus padres y sus hijos “estuvieran en el mismo lugar”.

“Soy un mestizo, una pura mezcla”, afirma el autor de El fundamentalista reticente. “Mucho tiempo pensé que era diferente, pero un día me di cuenta de que todo el mundo es diferente. Todos somos extranjeros. Todos somos refugiados de nuestra infancia. Todos somos migrantes a través del tiempo. Y por eso tenemos un enorme potencial de empatía con los otros”.

La empatía es el sentimiento dominante en su nueva novela, Bienvenidos a Occidente (Reservoir Books). Empatía con los que emigran por culpa de las guerras encarnada en las figuras de Nadia y Said, que habitan una ciudad sin nombre bajo las bombas y cuyo máximo deseo es escapar a Occidente. Lo harán a través de unas puertas mágicas. El libro tiene al fondo, claro, el asunto de los refugiados, pero no quiere advertir de nada, sino más bien cantar al optimismo. “Es sólo en parte una reacción a los acontecimientos actuales -comenta el escritor-. La historia de la migración, y la resistencia a la migración, no es nueva. Quería explorar algo universal: el hecho de que siempre hemos emigrado, y siempre lo haremos”.

Pregunta.- Buena parte de la novela se va en narrar el día a día de una ciudad en guerra. ¿Necesita la ficción completar lo que nos cuentan los reporteros?

Respuesta.- Los medios suelen distinguir entre “nosotros” y “ellos”. Nos hablan a “nosotros” de lo que les está sucediendo a “ellos”. La ficción difumina esta distinción y nos permite imaginar que somos “ellos”. La ficción crea ese espacio de empatía.

Hamid, ensayista también, podría pasarse horas ennumerando las ventajas de la ficción, instrumento que él ha encontrado para abordar los asuntos políticos urgentes. Así describe, dice, una realidad más completa. “En la no ficción, uno elige lo que no cuenta. Cuando un periódico nos dice que un terrorista mató a 5 personas en Pakistán hoy, no nos dice que 14.211 personas se enamoraron por primera vez en Pakistán hoy, que 29.086.719 madres dieron un beso de buenas noches a sus hijas en Pakistán hoy, que 8.431.065 músicos interpretaron su música en Pakistán hoy. Esto crea un sesgo. La no ficción pretende ser honesta, pero tiene ese sesgo. La ficción, en cambio, admite que es un invento. Como no pretende ser verdad, termina siendo más honesta, igual que una persona que confiesa sus imperfecciones suele ser más honesta que otra que no lo hace”.

P.- Creo que se inspiró en Lahore para la ciudad del libro, pero ¿por qué no la nombra?

R.- Porque me habría roto el corazón someter a Lahore a ese cataclismo. Tampoco quise contribuir al relato del inminente colapso de Pakistán. Pero, sobre todo, quería que el lector pudiese completar la novela en su mente. Escribo libros cortos. Utilizo pocos nombres. Ofrezco catalizadores, no documentación detallada. El lector elige y rellena los huecos. Mis novelas no son puzles. Son una invitación a bailar.

Los personajes de Hamid se mueven en los códigos de Occidente, pero no los escoge, dice, para luchar contra ningún “prejuicio” occidental -es aquí, en Europa o EE. UU, donde sus novelas son más leídas-: “Yo describo a los seres humanos como los veo. Los prejuicios son como las sombras. Escapan de la luz”.

P.- ¿Qué significado tienen las puertas mágicas de la novela? ¿Cómo de importante es para usted la fantasía en literatura?

R.- Las puertas de la novela son fantasías en el sentido de que no obedecen las leyes de la física. Pero son reales porque reflejan la realidad emocional del presente. Las pantallas de nuestros móviles o de nuestros ordenadores son portales mágicos. Nuestras mentes pueden ir a cualquier parte del planeta en un instante. No he escrito una novela de fantasía, sino mi experiencia de la realidad.

P.- ¿Implican más libertad esas ‘puertas' tecnológicas?

R.- La libertad no proviene de la tecnología. La tecnología es neutral. Puede esclavizar y liberar a la gente. Lo que importa es lo que hacemos con la tecnología. Es importante que todos nos planteemos cómo utilizamos la tecnología, del mismo modo que nos cuestionamos lo que comemos.

P.- ¿Se considera a sí mismo un novelista político?

R.- Todos los novelistas lo son. Los que dicen que no lo son simplemente quieren negar la conexión con la política que hay implícita en sus novelas.

Inmigración e Islam radical

El escritor no esquiva ninguna pregunta de actualidad. Concede, por ejemplo, que hay una relación entre la llegada masiva de refugiados y el islamismo radical, aunque, dice, “esa relación es débil”. Hamid compara la vinculación de la mayoría de los refugiados con el Islam radical con la que tienen “los estadounidenses blancos con el Ku Klux Klan”. Tiene una opinión original sobre el auge de los extremismos: se deben a una falta de imaginación. “Los extremismos son la respuesta a la falta de un futuro deseable. Si crees que el futuro será peor que el pasado, te verás arrastrado a la nostalgia. Debemos imaginar futuros nuevos, deseables. Y ahí es vital que los novelistas cumplamos nuestra misión”.

Es difícil hacer descender a Hamid a las cuestiones prácticas. Preguntado por la apertura o el cierre de fronteras, responde: “Antes de abrir las fronteras, tenemos que abrir nuestras mentes”. Distingue un problema de mentalidad: “Hemos de construir sociedades en donde los migrantes no sean tratados como criminales, sino como parte de nuestras familias. Los migrantes traen consigo la posibilidad de nuevos futuros. Si nos entusiasmamos con esos futuros, los extremismos pierden su fuerza, que está basada en el miedo”.

P.- ¿Cree entonces que Europa, los europeos, están fallando con la integración?

R.- Europa ha desempeñado un importante papel histórico en la consecución de la igualdad. Ahora los europeos deben aclarar si desean continuar en esa senda. Hay algo de crisis generacional. Creo que los europeos más jóvenes tienen menos miedo a la igualdad que los de más edad.

P.- ¿En dónde cree que tiene hoy un inmigrante más oportunidades de integrarse, en Europa o en EE. UU?

R.- Desde una perspectiva de clase, hoy Europa es más inclusiva. Si naces pobre en Europa, es probable que tus hijos superen la pobreza. En EE.UU la movilidad social es cosa del pasado. Pero en América hay, en cambio, una tradición muy arraigada según la cual puede ser americano cualquiera, sin importar raza, religión ni lugar de nacimiento. Es un símbolo muy poderoso.

P.- ¿Y nunca lo han traicionado?

R.- Lo han traicionado a menudo, pero el símbolo importa, permanece. Europa, por el momento, carece de un símbolo universal semejante.

Narrativas americanas

P.- ¿Y qué me dice de los más de sesenta millones de americanos que votaron a Trump?

R.- América, como Europa, no está hecha de una sola narrativa: se compone de narrativas que compiten entre sí. América es el país que nos dio a Martin Luther King y también al hombre que lo asesinó. La presidencia de Trump no significa que América haya perdido su esencia; sino que esa esencia permanece en disputa. Los países, como las personas, tienen una parte angelical y otra parte monstruosa. Durante el genocidio en Ruanda, los ruandeses no eran ni mejores ni peores de lo que es hoy la gente de Madrid o Barcelona. Cambiaban las circunstancias. Nuestro objetivo debe ser invertir esas circunstancias. Compare la Alemania de hoy con la Alemania de hace ochenta años. Las narrativas siempre pueden cambiar.


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