Tal vez una de las experiencias humanas más contundentes para plantear diversos interrogantes y vivencias, sea la SOLEDAD.
Se dice que el ser humano es esencialmente gregario. Hasta al hombre de las cavernas se le ha concebido congregado alrededor de la hoguera. Actuando en grupo. Enlazándose en pareja; así sea breve, como instinto para preservar la especie, aparte de ser fuente de prístino placer, el encuentro sexual, necesidad y gozo, con su complicadas y duales consecuencias … la prole. Placer o displacer ante dicho hecho. Complacencia o consternación. Sorpresa agradable o desagradable. Alegría o llanto. Responsabilidad o soslayo. Consternación. ¡Conjunción! ¡Felicidad!
La inclinación natural de animales llamados racionales e irracionales es el encuentro con el “otro”. Para diversos fines, por supuesto, pero el intríngulis de la cuestión es de algún modo “compartir”. Ser - con – el otro. Comer, reír, jugar, competir, agredir, exterminar, halagar, juzgar, amar, penetrar, prodigar, tocar ... Sobre todo eso, tocar, ser tocado, con la vista, con el tacto, con el olfato, con la palabra…Ser tocado; abrazo, saludo, estrechamiento de manos, besos, roce …. Ser tocado en la corporeidad y en el ser mismo. Penetrar el alma, ahondar en sentimientos, sensación - intelecto. Tete-a-tete, cheek-to-cheek … percibir… olores, sabores, cadencia de voces, timbres, tonos que rozan nuestro yo corpóreo y nuestro yo espiritual, funcionando como delimitante propio y goce excelso de ser – con –el otro.
Enigmática… sorprendente la experiencia de estar en SOLEDAD. ¿Fuente de gozo? ¿Espacio de libertad? ¿Oportunidad de completa independencia? Puede ser. Animales completamente solitarios por largos espacios de tiempo, los hay. Igualmente humanos … Personas que elijen estar solas … otras a quienes por diversas circunstancias se les ha impuesto el aislamiento … o el Hado ha desembocado en ellos impregnándolos de SOLEDAD.
¿Felices? ¿Desgraciados? ¿Completos? ¿Incompletos?
De todo como en botica, dicen por ahí.
Se han hecho estudios científicos en relación con el tema, llegando a conclusiones que invitan a la reflexión. Que quienes viven solos enferman y mueren más pronto. Que los solteros, viudos y separados entran en estados de indefensión en muchos campos de la cotidianidad y del desempeño existencial en general. Que les va peor a hombres que a mujeres en dichas circunstancias, que éstas llegan a edades avanzadas más sanas que sus congéneres masculinos … etc.etc.
Lo cierto es que no es lo mismo vivir solo y tener intereses y poder interactuar en espacios abiertos, trabajo, deporte, sociedad; que vivir solo y permanecer en encerramiento sin opción de interactuar, como lo impuesto por la pandemia que sufrimos actualmente. Vivir solo. Sin opción de compartir, lecturas, conciertos, chistes, comidas, comentarios de libros, prensa, televisión, películas …
A esa Soledad me refiero, haciendo intencionalmente caso omiso de la opción fantástica de los medios electrónicos de comunicación que han llegado a brindar alivio certero al aislamiento.
Quienes hemos compartido en pareja por largos años, y nos vemos abocados a estar solos completamente, nos encontramos de pronto, y, muy bruscamente, con enigmáticos cuestionamientos, enriquecedoras alternativas defensivas y adaptativas, dolorosas experiencias y hasta muy jocosas vivencias, con las subsecuentes oportunidades de poner a prueba nuestras fortalezas interiores y nuestros magníficos recursos cognitivo-emocionales. Se ha encontrado que los centros cerebrales de risa y llanto, placer y displacer son vecinos tan cercanos, que sus límites se tocan y a veces hasta se confunden. (¿Han visto llorar a las reinas de belleza al ser coronadas soberanas?)
Pues bien. En mi sentir, la RISA a la que se le atribuyen tan justificados y loables beneficios, llegando incluso a calificársele de terapéutica (“La risa remedio infalible”) ha sido para mi SOLEDAD fuente de impacto e interesante estudio. Reír solo, a carcajada batiente, no tiene el mismo efecto que reír en pareja, que reír con alguien al unísono, en complicidad, en sintonía; o en grupo, o como motivación para conseguir un efecto en “el otro”, o como consecuencia de un estimulo interpersonal.
Reír solo, reír a carcajadas en el vacio absoluto de compañía, podría convertirse en causa de locura, desvarío, teatro del absurdo, tragedia o comedia. Al parecer la RISA es tan humana, que va de la mano con la inocultable urgencia de recurrir al chiste, compleja creación lingüística o pictórica, que logra desdibujar barreras y nos acerca desnudos al encuentro con el otro, en ese placer socializado, en el cual afloran algunos contenidos inconfesados desde el mar inagotable de nuestro inconsciente colectivo.
Reír no es lo mismo que comer. Claro que la comida tiene funciones de socialización arcaicas y comer solo también tiene implicaciones de honda naturaleza psicológica, tan profundas y comprometedoras que existen serias alteraciones en relación con el hecho de la soledad y la ingesta alimentaria.
Pero mi experiencia hoy fue con la RISA, aquella franca, abierta, sonora, estruendosa. LA CARCAJADA. Aquella que estremece todo el cuerpo, que enrojece nuestro rostro y nos lleva hasta las lágrimas. Morirse de risa. Llorar de risa. No poder parar de reír.
¿Han reído de esta forma alguna vez en completa soledad?
Pues a mí al cabo de un rato, reír a carcajada; no sonreír ante el recuerdo grato, o sonrojarse ante pequeños chascos riendo. No, reír estruendosamente. Así, a mandíbula batiente. La carcajada plena en soledad, me llevó a estos cuestionamientos y muchos otros. Como el hecho de concluir, en forma contundente, que solamente alcanzan sentido algunas vivencias si se realizan en compañía; como, incluso, llegar a apreciar en alto grado aquella irrefutable realidad, de ser de urgencia vital la reciprocidad … el compartir.
Implicaciones de la bienamada soledad. De la soledad con sabor a risa y llanto. De la soledad tan enriquecedora o tan peligrosa que devora. Fuente de profunda ciencia filosófica y causa de locura, genialidad, creación o desesperanza. La soledad que nos hace más humanos, más reflexivos y que nos acerca en algo al ansiado conócete a ti mismo, pero que a veces también rasga el alma.
Ruth Aguilar Quijano
Especial Pijao Editores