Revista Pijao
Meditación en voz alta
Meditación en voz alta

En mis cavilaciones en La Querencia, en Villa de Leyva, he recorrido fascinado la edición conmemorativa de los 50 años de la aparición del Diccionario del Uso del Español de María Moliner.

Sabia lección de lexicografía y gramática de nuestro idioma. Obra que esta aragonesa concibió, como "una herramienta para los consultantes", una profunda investigación de cada voz, de las definiciones, del significado de las palabras y de la mas su pura y correcta utilización, en la tarea de los escritores.

Sobre este Diccionario monumental, en su peculiar estilo, nuestro Nobel de Literatura Gabriel García Márquez se atrevió a decir:
 "Se llama Diccionario del uso del Español, tiene casi 3.000 páginas, en total, que pesan 3 kilos y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces mas largo que el de la Real Academia de la Lengua, y a mi juicio, más de dos veces mejor.”

Por consejo del expresidente Alfonso López Michelsen este diccionario me acompaña desde mi época universitaria en el histórico claustro Rosarista, y ha sido la eficaz guía en mi incesante tarea de manejar palabras y vérterlas, juiciosamente, sobre las blancas cuartillas vírgenes, en mi oficio de periodista, primero en la revista Ariel del Colegio San Simón en 1957, y luego, en Rebelión,Tribuna, El Derecho, El Cronista, como subdirector y Director, en Combate, como fundador y director, en la página universitaria, y en columnas de opinión en El Tiempo, El Espectador, El Correo de Medellín, El Pueblo de Cali, y en las revistas Política y Algo Más, Hoy por Hoy, Consigna y Cromos.

Más de 60 años de escribir, como vocacion paralela a la lucha política, al parlamento, y al servicio público.

En tiempos donde a las mujeres, bárbaramente la sociedad machista pretendía reducirlas a los oficios domésticos, María Moliner, como  “(…)Santa Teresa de Jesús, necesitaba un pretexto para dedicarse al trabajo intelectual, y, como ella, fue pródiga, en el  empleo del tópico de la humildad a manera de captatio benevolentiae, muy a sabiendas de lo que se hacía." Afirmación de la crítica literaria Carme Riera, en la deliciosa y evocadora nota introductoria a la edición conmemorativa del Diccionario.

La misma autora expresa que María Moliner, paradójicamente, murió de alzheimer. Así, se frustró su ingreso a la Academia de la Lengua Epañola, por esta dolorosa y devastadora enfermedad, cuando había sido postulada, como reconocimiento a su obra, tan meritoria y significativa, para el estudio y la práctica de la lengua de Cervantes.

María Moliner vivió, distante y ajena, siempre, de honores y reconocimientos, con extrema y sobrecogedora humildad, restándole, ella misma, valor a su obra suma, ahora por todos reconocida. 

Con sencillez suprema afirmaba que: “su trabajo no tenía ningún mérito, que lo había hecho como quién zurce calcetines…”

Hermosa similitud con Santa Teresa, que escribía “estorbandose a hilar, pidiendo excusas por tomar la pluma en vez de la rueca y el huso, instrumentos reconocidamente femeninos, que la santa sustituye, sólo por imposición de sus confesores, por la pluma, herramienta impropia de su condición mujeril", remata, Carme Riera, en su precioso escrito, Los Calcetines de María Moliner.

Dos épocas, dos estilos, dos obras singulares en la vida de mujeres emblemáticas, que superaron, en su fecunda tarea, las exclusiones, y que dieron un aleccionador ejemplo de humildad consagratoria.

Que estéril sería la vida del  escritor sin la maravillosa compañía de los mejores libros y de los sabios  diccionarios, especialmente este de María Moliner, que puso a volar la  imaginación fantástica de nuestro amigo Gabo, el de las   inolvidables tertulias literarias, iluminadas por la magia de las estrellas virgenes en la ciudad amurallada de Cartagena de Indias.

Alberto Santofimio B.

La Querencia,Villa de Leyva. Julio 1 de 2022


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