Por Daniel Gigena
La Nación (Ar)
Mario Montalbetti nació en Lima en 1953 y allí vive. Sin embargo, se declara hincha de los clubes de fútbol de Callao. Su madre quiso ser periodista y el padre, que era médico, sentía pasión por la etimología. En su primera clase universitaria con el profesor Jaime Cisneros, Montalbetti decidió que se dedicaría a la lingüística. Al graduarse, solicitó una beca en Estados Unidos para estudiar con Noam Chomsky. Vivió varios años en ese país antes de regresar a Perú; en simultáneo con la investigación académica, desarrolló una sólida obra poética. Hasta ahora, tiene nueve libros publicados. Él y Carmen Ollé son dos de los grandes poetas vivos de la patria de César Vallejo y Blanca Varela. "Vallejo y Varela son los dos polos en los que se mueve la poesía peruana -dice Montalbetti-. Uno es el electrón loco de la poesía experimental y Varela es el protón de la literalidad del lenguaje."
La semana anterior, participó de la séptima edición del Festival de Poesía Latinoamericana de Bahía Blanca. En esa ciudad fue "fichado" por los organizadores del Festival Internacional de Poesía de Rosario, adonde viajará en 2018. Habrá más Montalbetti el año que viene en la Argentina; invitado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, dará por primera vez un seminario sobre poesía contemporánea en la maestría de escritura creativa que dirige María Negroni y el sello N Direcciones publicará en la Argentina el libro Cajas, un estudio sobre lenguaje y sentido, de 2012.
El jueves 12 en la librería La Internacional Argentina (Padilla 865), el poeta-lingüista presentará la antología Huir no es mejor plan (Mansalva), acompañado por Gerardo Jorge, que tuvo a su cargo la edición del libro. El libro acerca la magnífica obra de Montalbetti a los lectores argentinos.
-¿Cómo surgió la idea de publicar una antología de tu obra en un sello argentino?
-Fue una idea del poeta argentino Gerardo Jorge. Mi poesía reunida salió hace un par de años en México y luego en España, pero debido al terrible problema editorial de nuestros países, que es la poca circulación de los libros, no llegó a otros lugares. En general, los peruanos no leen argentinos, los argentinos no leen bolivianos, etcétera. Gerardo Jorge habló con la editorial Mansalva para ver si sacábamos una antología de la obra reunida. Son casi 40 años de poemas. Mi primer libro salió en 1978 y éste incluye poemas que saqué el año pasado. Es una muestra amplia, una especie de arco del transcurso de los poemas.
-¿Cómo es ese transcurso?
-Siempre me peleé con el lenguaje, nunca me sentí cómodo. Creo que ése es el tema central de mi obra. Soy lingüista de formación, no enseño literatura. El lenguaje siempre me pareció un objeto sumamente interesante por todo lo que se podía hacer y no hacer con él. Y creo que el poema hace cosas con el lenguaje que son muy interesantes. Al menos la poesía que me gusta a mí es la que siempre discute, polemiza, se embronca con la lengua. A diferencia de la mayoría de la novela contemporánea, que es más bien complaciente. Mis poemas van por ahí, por la relación indispensable pero encontrada con el lenguaje que hablamos todos los días, con el que tratamos de no hablar todos los días.
-¿Primero fuiste lingüista y después poeta?
-Creo que escribí poemas antes. Y luego empecé a ir a la universidad y tuve la suerte de que mi primera clase fue un lunes a las nueve de la mañana, el curso de Lingüística I, y tuve a un excelente profesor llamado Jaime Cisneros. Cuando salí, sabía lo que quería hacer con mi vida. Luego, en una especie de desviación histórica, estudié leyes pero las olvidé sistemáticamente. La materia prima para ser lingüista y para hacer el poema es la misma.
-¿Se puede decir que el estudio de la lingüística influyó en tu escritura poética?
-Sí, muchísimo. Para bien y para mal. Me formé con Chomsky, que fue director de mi tesis sobre pronombres como variables ligadas al español. Es curioso porque parte de la teoría chomskiana sostiene que el lenguaje no existe y yo como escritor de poemas trataba de decir que sí existía y que se podía hacer con los poemas. La relación fue interesante y encontrada, pero he tratado de resolver esa tensión en los últimos años. Mi poesía hoy es una mezcla de ensayo y poema, como si tratara de casar ambos ángulos de aproximación al lenguaje.
-¿El objeto de esas dos formas es el mismo o cambia?
-Sigue siendo el mismo. El problema del sentido, el problema de por qué creemos que sólo hay lenguaje cuando significamos algo. Hay mucho más afuera de la significación. El problema de la metáfora, de la construcción de las reglas gramaticales, de la prosodia. En ese sentido, soy un poeta del lenguaje, más que de la experiencia. El dato que me mueve a escribir es una frase que escuché, un giro del lenguaje, que luego acomodo a ciertas experiencias vitales. Pero creo que el origen es lingüístico.
-En la antología se ve el modo en que crecen los poemas, de muy breves a poemas largos.
-Es muy difícil escribir un poema largo. Es como un edificio grande: hay que tener cuidado para que no se caiga. Ese reto me pareció interesante, pero también a veces uno tiene ciertos hallazgos que se desempacan muy bien en pocos versos. Mezclo ambos, pero tengo un interés grande por la construcción de un poema largo y averiguar qué es lo que sostiene.
-¿Y qué lo sostiene?
Muchas cosas. El efecto más usual puede ser un recorrido, un estribillo, algo que se repite porque así se mantiene. Ciertas estructuras verbales, ciertos temas, hay varias formas de hacerlo pero no es sencillo. Sobre todo, no debería notarse.
-En muchos poemas se hacen referencias directas a la política nacional de tu país.
-Es cierto y eso se ha acentuado últimamente porque se vuelve insoportable. Esta sociedad que hemos construido entre todos los peruanos es un desastre, no me gusta para nada. No sé si el poema es el mejor lugar para expresar eso, pero a veces sale inevitablemente. Cuando a los seres humanos les dan poder, hacen cosas terribles. Ya sea poder lingüístico, económico, militar o religioso. Me parece interesante desarmar el poder, destruirlo. No tomarlo, que es aparentemente la consigna de casi todos los grupos políticos. Y los poemas van por ahí, o al menos quiero pensar eso.
-¿Cómo se trabaja ese aspecto?
-Como se pueda. A veces el humor o la ironía son armas importantes. Y esta especie de disgusto por el triunfalismo neoliberal del número en contra de la letra. El poder de la letra ha desaparecido. Esta especie de desinterés por el pensar es algo peligroso en un país como el Perú. No es un privilegio nuestro, parece. El panorama intelectual de mi país es terrible, aunque obviamente hay excepciones, pero son aisladas. No pensar las prioridades es peligroso. Siempre va a haber cosas que están de moda, pero esta especie de desinterés sistemático por todo lo que sea la letra, el pensamiento y la reflexión, donde se incluye el poema, es llamativo.
-¿Hay algo que defina hoy la poesía latinoamericana?
-Sí, que es mejor que la española. Tal vez sea un problema editorial, pero me da la impresión de que España no lee Latinoamérica; sin embargo, a nosotros nos interesa mucho lo que hacemos nosotros. Entre latinoamericanos no nos leemos más por un problema de distribución editorial, pero realmente estamos interesados en saber qué hacemos con el lenguaje y estamos menos interesados en lo que hacen lo españoles, a pesar de que esto es muy injusto. Hay un espíritu de interés latinoamericano en ver qué es lo que está ocurriendo. Y en general somos bastante más experimentales que los españoles.
-¿Sufriste algún tipo de censura por tus poemas?
-No, nunca. Algunos son fuertes, pero está un poco esa idea de que da lo mismo porque es un poema. Mientras que los novelistas son serios. Los poetas son loquitos inconfiables y los novelistas son éticos, serios, respetables y miembros plenos de la sociedad. Esto es obvio, sobre todo en el Perú. No existe la conciencia de que los poetas están diciendo algo importante y a lo que hay que prestarle atención.
Un poema de Mario Montalbetti
La dorada (2008)
A la pregunta ¿cuánto has amado?
responde como si el lenguaje, mejor aún,
como si el vino se hubiera acabado.
Di que has de ir por más.
Afila luego el cuchillo y eviscera
la dorada que yace exangüe
sobre el batán vil de la cocina.
Y con la misma hoja separa lo tuyo
de lo tuyo. Es tuyo.