Marcelo Luján (Buenos Aires, 47 años) reivindica la importancia de la historia por encima del género literario o narrativo. Es ella quien elige su forma, el cuento o la novela, no lo contrario. Pese a esto, el autor argentino, afincado en Madrid desde 2001, sentía la necesidad de dedicarse a un libro de cuentos tras el éxito de su última obra, Subsuelo (Salto de Página). Después de tres años de gestación, terminó La claridad, que acabó presentando a la selección del VI Premio d novela tres días antes de que terminara el plazo de inscripción.
Este martes, Luján ha obtenido de la mano del presidente del jurado, Fernando Aramburu, uno de los galardones más prestigiosos en el mundo de los cuentos, el de mayor dotación en su género en lengua española, 50.000 euros. El escritor ha querido dedicar el premio a todo el personal sanitario y a la sociedad española por “una responsabilidad cívica inolvidable”. Los cinco relatos que componen La claridad, al que se ha añadido otro más durante el proceso de edición, han entusiasmado al jurado por una cualidad que el autor de Patria ha definido como “una gustosa perversión”, una inquietud hecha “con unas historias que dentro de la literatura resultan placenteras, intensas, fascinantes, mientras que trasladadas a nuestras vidas serían para echarse a correr”. El libro saldrá a la venta el próximo 15 de julio con la editorial Páginas de espuma, que organiza el certamen.
Su larga trayectoria, iniciada en 2004 con Flores para Irene, otra colección de relatos, ha permitido a Luján alcanzar una madurez que le sirve de recurso para investigar la “oscuridad del individuo” y, al mismo tiempo, “rodearla de luz”, como cuenta a EL PAÍS por teléfono. El planteamiento detrás de su obra se ejemplifica con una cita de Juan José Saer al principio de La claridad: “Cuando optamos por la práctica de la ficción no lo hacemos con el propósito turbio de tergiversar”. En este sentido, el autor intenta que sus cuentos sean “humanos y realistas”, y que también la situación paranormal parezca muy cercana a la realidad.
El argentino sitúa “lo extraordinario dentro de lo cotidiano” y recurre a la tradición latinoamericana, donde el cuento se toma con “muchísima seriedad”, algo que reconoce también Aramburu: “Yo no sé qué pasa con ese país, que cada dos días nos da un autor magnifico en cualquier género. Es algo especial lo de Argentina, no tengo explicación”, dice. Luján cita como inspiración a su compatriota Julio Cortázar, sobre todo por lo que concierne la dificultad de enfrentarse a este género. De hecho, considera el cuento más difícil que la novela, porque no permite “digresiones o distracciones”. “Hay que tomar a los personajes de la mano y llevarles hacia un destino, un final muy claro”, afirma.
Como en otras de sus obras, La claridad también está protagonizada casi enteramente por figuras femeninas: “La mujer es lo más importante que le ha ocurrido a la humanidad porque ninguno de nosotros estaría aquí sin el antecedente de una mujer”, sostiene. La extensión de los relatos —todos superan las 20 páginas— los acerca a una novela corta, que permite el desarrollo de los personajes en diversas etapas de su vida, y en algunos casos, como en el primer cuento Treinta monedas de carne, suscita en el lector un problema moral. “Aparte de contar un episodio, hay excursiones que dejan a quien lee pensativo y esto me parece una virtud loable. Uno, al terminar la lectura, se pregunta ‘¿Qué habría hecho yo en el caso de estar en una situación similar?”, comenta Aramburu, que ha viajado desde Alemania para asistir a la rueda de prensa.
Para el escritor de San Sebastián, muy aficionado al cuento desde su infancia, no hubo ninguna duda. La claridad es una obra que considera un gran descubrimiento y que está escrita por un autor maduro, “un veterano del género”, una opinión con la que los otros miembros del jurado, como Clara Obligado y Óscar Esquivias, han coincidido unánimemente. La fuerza de sus relatos reside en el hecho de que ninguno de ellos es más débil que el otro: “Son cuentos crueles, interpretados por personajes enigmáticos, que ya por su manera de ser y actuar son atractivos. Son un poco sucios, en el sentido de que en ellos hay violencia, hay escenas incluso crueles. No son perfectos en el sentido de la limpieza y del brillo, son más bien expresionistas, pero tienen una particular vibración humana que me parece preferible a lo que pudiéramos llamar perfección. Las historias contadas pegan fuera a quien lee. Están sustentadas en una escritura de escritor maduro”, comenta el presidente del jurado.
La claridad se ha impuesto sobre más de mil obras presentadas para este concurso. Los otros finalistas han sido: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, de la boliviana Magela Baudoin; Ni aquí ni en ningún otro lugar, de la aragonesa Patricia Esteban Erlés; Algunas hipótesis en torno al fin del mundo, del asturiano Ricardo Menéndez Salmón; y El mundo de arriba y el mundo de abajo, de la ecuatoriana Mónica Ojeda.
Tomado de El País, España