Revista Pijao
“Los políticos tienen miedo de que aprendamos a pensar”
“Los políticos tienen miedo de que aprendamos a pensar”

Por Antía García

El País (Es)

Declinar, una y otra vez, hasta el aburrimiento, de carrerilla, como quien reza un rosario, sin apenas pensar en el porqué de lo que se está haciendo. Esa ha sido la pesadilla de cientos de estudiantes de griego a lo largo de los tiempos, y Andrea Marcolongo no fue una excepción. La autora del superventas —con más de 150.000 ejemplares vendidos en Italia— La lengua de los dioses. Nueve razones para amar el griego (Taurus) recuerda su primer contacto con la lengua de Platón como el de cualquier otro estudiante. “Empecé en el liceo con el alfabeto y luego las reglas gramaticales, como el resto de mis compañeros. No soy un pequeño genio que leyera textos de Aristóteles con ocho años”, bromea. Y fue justo allí, en el liceo, donde descubrió su amor por esta lengua. “Me enamoré del griego cuando me di cuenta de una cosa muy obvia. No podía pensar en italiano y traducir al griego. Tenía que pensar en griego”, y así fue como una lengua que ni siquiera sabemos cómo sonaba se convirtió en la brújula de esta milanesa de 29 años.

Marcolongo recibe a Ideas en la sede de Taurus en Madrid, donde presentó su libro la semana pasada. Su obra no pretende ser un manual de griego clásico al uso, sino que va un paso más allá, para que aquel que lo lea comprenda el griego, y puede que sea por eso por lo que ha conseguido enamorar a miles de millennials en Italia.

PREGUNTA. ¿Por qué cree que el griego ha producido siempre tanto rechazo, sobre todo entre los jóvenes?

RESPUESTA. Bueno, podría ser porque es una lengua que se nos presenta muy ajena, y demasiado diferente a nuestra lengua materna. Otro de los errores que se cometen al enseñar griego antiguo es que se transmite como algo perfecto y complicado que es solo para las élites, y no es así. Con este libro, lo único que pretendía era bajarlo de su pedestal y hacer entender que el griego es para todo el mundo. Otro de los puntos que suelen desanimar mucho a los estudiantes es pensar que es una lengua muerta, que hace siglos que nadie habla. Y es cierto, pero a mí me gusta más hacer la distinción entre lenguas fértiles e infértiles, y el griego es una lengua muy fértil que sirve para crear palabras nuevas. A pesar de que pensemos que hoy no tiene utilidad, es un idioma que está en nuestro día a día. Por ejemplo, cada vez que utilizamos la palabra xenofobia. Xenos es extranjero y fobia es miedo; por tanto, xenofobia es el miedo al extranjero, un término griego que se acuñó en el siglo XX. De hecho, los griegos nunca habrían empleado así esta palabra, ya que xenia, de donde deriva xenos, significa hospitalidad, uno de los valores fundamentales en la antigua Grecia.

P. La última reforma educativa en España, la LOMCE, ha relegado las asignaturas de filosofía y griego al panel de optativas, cortando así la relación de los alumnos con el mundo clásico.

R. En Italia tenemos la misma discusión en el plano educativo. Creo que cuando los políticos toman esta clase de decisiones es porque tienen miedo a que aprendamos a pensar. Las generaciones actuales son hijos de la crisis, sus padres han perdido su trabajo, y se les ha dicho que tienen que estudiar informática porque es en ese campo en el que van a encontrar trabajo. Es como si estuviéramos persiguiendo un futuro que nunca llega. Dejamos el griego a un lado porque, además de considerarlo inútil, pensamos que es algo muy difícil, y en el sistema educativo actual reina el principio de que todo tiene que ser fácil. Pues no, no tiene que ser así. Estamos formando a futuros ciudadanos y debemos enseñarles que no todo en la vida es fácil. Además, tenemos que saber que todas las lenguas, incluso el griego, son política, nos enseñan a pensar, a ponernos en la mente del otro.

P. ¿Qué nos han enseñado los clásicos?

R. Nos dejaron escrito todo lo que hay que saber sobre los seres humanos. Las tragedias griegas nos cuenta cosas de hoy día, porque nos explican que las personas no son pura y enteramente buenas, sino que dentro de nosotros también hay muchas cosas malas y tenemos que aprender a experimentar y gestionar nuestras emociones. Actualmente no sabemos gestionar lo que sentimos; si somos felices, somos sumamente felices, y si estamos tristes, somos las personas más desgraciadas, ya no existen términos medios.

P. En su libro explica que con la expansión del imperio de Alejandro Magno, el griego clásico perdió su esencia en pos de mejorar la comunicación con los “bárbaros”. ¿Estamos perdiendo también nosotros la esencia de nuestras lenguas al implantar tantos anglicismos?

R. Wittgenstein decía que los límites del ser humano son los límites de la lengua que habla. En Italia también estamos invadidos por los anglicismos, utilizamos una palabra inglesa cuando podríamos expresarnos con una en italiano, porque existe, pero no lo hacemos. Yo siempre digo: por favor, cuidemos nuestras palabras, ya que cuidándolas protegemos nuestro mundo italiano.

P. Las nuevas tecnologías y la necesidad de estar siempre en constante comunicación también están degradando el lenguaje tal y como lo conocemos. ¿Cambiarán nuestras lenguas debido a la excesiva economización de comunicación?

R. El móvil, Internet, la tecnología en general son perfectos, son unas herramientas perfectas. Está claro que el móvil es un gran avance respecto a la paloma mensajera, pero hay algo que no ha cambiado: alguien tiene que escribir el mensaje. El problema es que estamos confundiendo el contenedor con el contenido en virtud de esa rapidez, de esa necesidad de responder lo antes posible a todo lo que nos envían. No digo que tardemos años en contestar, pero tampoco hay que hacerlo al segundo y utilizando un lenguaje hiperreducido. Creo que lo que realmente pasa es que nos hemos vuelto demasiado vagos respecto al lenguaje. Lo último ya son los emoticonos, que para mí son más difíciles de entender que el griego. En 2015 Oxford eligió uno de estos emoticonos, uno que se ríe con unas lágrimas (


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