Revista Pijao
Librerías con el toque de Londres
Librerías con el toque de Londres

Por Julieta Casariego  Foto Carl Court / Getty

El País (Es)

En el cielo de Londres siempre hay un avión. También hay muchas grúas: el imparable crecimiento de la ciudad es evidente hasta en la pérdida mirada de un miope. Los estampados de los asientos del metro son variados, geométricos y mullidos. Lo que más sorprende es la integración de todas las razas. Qué placer. Sortear ejecutivos frenéticos en Liverpool Street Station en hora punta se convierte en un deporte de riesgo. Contar todos los Starbucks y Pret a Manger, en una odisea. El río Támesis serpenteante se vuelve, como todos los grandes ríos, en guía a tiempo completo de nuestros paseos de turista desorientado que necesita de un Norte y Sur estables para no sufrir colapso mental y de cualquier otro tipo. A veces, con sentarse en un banco en un parque de césped verde fluorescente y mirar —las puertas de colores, las casas de ladrillo, una pareja de viejecitas inglesas tan inglesas, un grupo de niñas de todos los colores en uniforme azul marino— es suficiente.

Antes de empezar la ruta de librerías, una buena opción para el desayuno es Sketch (Conduit Street, 9). Un salón de té estilo Wes Anderson de color rosa, lleno de lolitas japonesas. Los baños, por impúdico que suene, son de obligada visita. El futuro tiene forma de cápsulas-huevo de color blanco y ya está aquí.

Nuestra ruta de librerías comienza en el barrio del Soho, cerca del cielo rojo y de plástico de Chinatown, con las míticas pantallas de Picadilly Circus ahora apagadas. Nos encontramos, ya nostálgicamente y como homenaje, pues acaba de cerrar sus puertas (una más), con The Society Club (Ingestre Place, 12), cuya selección de poesía era una maravilla. Un par de calles más y nos topamos con Gosh! (Berwick Street, 1), el templo para los amantes del cómic y la novela gráfica. También habrá una pequeña sección de libros autoeditados y fanzines, y toda una planta para coleccionistas de Marvel. Hay ediciones vintage de libros infantiles, y manga para lectores compulsivos de manga.

En Charing Cross Road, del vecino barrio Covent Garden, hay varias librerías de segunda mano, como Any Amount of Books (cualquier cantidad de libros) y Quinto & Francis Edwards. Los libros antiguos de viaje y de botánica son fascinantes. En la misma calle encontramos Koenig Books, de dueños alemanes, una librería especializada en arte, fotografía y arquitectura. Las negras estanterías están llenas de joyas, con diseños de cubiertas imponentes. La selección de revistas europeas es también muy buena.

En la estrecha calle Cecil Court, atestada de librerías, sobresale Alice Through the Looking Glass (Alicia a través del espejo), dedicada exclusivamente a ediciones de Alicia en el país de las maravillas y artículos de coleccionista, desde bombones hasta conejos blancos. Tender Books tiene ediciones especiales, libros de artista y las mejores postales. Y una curiosa sección dedicada a la redundancia: Books on Books (libros sobre libros).

Un refugio por si llueve

Para descansar, si hace buen tiempo, la mejor opción es comprar un sándwich en Carluccio’s y tomarlo en el patio que rodea la pequeña iglesia de St. Paul’s, o en el parque de Bloomsbury, con violetas asomando en primavera. Si llueve —previsiblemente— se puede uno refugiar en el excelente restaurante indio Dishoom Covent Garden (Upper St. Martin’s Lane, 12). Para descansar en movimiento, subirse a un autobús rojo sin rumbo, con el tráfico de autobuses rojos y taxis escarabajo, da para mucho. Puedes hacerte una idea de la ciudad desde las alturas: los cueros cabelludos, los árboles color David Hockney —solo esos—, alguna escena íntima en un segundo piso, los entresijos de una obra inacabada, el cielo calmo.

Ahora un salto al moderno barrio de Shoreditch. Aquí, la librería Brick Lane Bookshop (Brick Lane, 166) es un buen sitio para comprar la tan deseada bolsa de tela naranja de Penguin UK —la editorial más potente de Inglaterra— o todos los preciosos libros de la colección Great Ideas (grandes ideas), con el diseño a dos tintas de David Pearson. Libreria (Hanbury Street, 65) es una nueva librería independiente con una cuidadísima selección de libros, con paredes amarillas, zona de lectura y bar. Además, ofrece cursos de arte y risografía. Para leer todo lo comprado —habrás picado—, el parque de Brick Lane, con sus tirolinas para personas que sufren miedo a las alturas —rozas el césped—, es un buen sitio. También puedes hacerte el raro y leer en el cementerio de Bun­hill Fields, comiendo un beigel —esos semidonuts salados— de Beigel Bake (Brick Lane, 159), junto a la tumba del londinense William Blake.

Una página web y app llamada The London bookshop map (el mapa de las librerías de Londres) incluye 113 espacios independientes, y la opción de buscar uno en concreto, muy útil para trazar un recorrido propio.

Para olvidarnos, después de tanto ajetreo, del cuerpo y sus punzantes agujetas, un poema de Emily Dickinson: “En esta corta vida / que solo dura una hora / cuánto —cuán poco— está en nuestro poder”.

Libros hasta en la lista de bodas

Antonio Rivero Taravillo

Como ya nada es lo que era, conviene agarrarse a lo que es hoy antes de que deje de ser. Ya se verá qué es lo que lo sustituye, pero de momento ahí está el presente, sobre el cual -y sobre su padre el pasado y su hijo el futuro- escribió brillantemente T. S. Eliot en Cuatro cuartetos. Eliot fue editor y conoció bien el Londres de excelentes librerías que se agolpaban en torno de la milla de oro libresca, Charing Cross Road, que ha ido perdiendo locales independientes e incluso eslabones de cadenas (recuerdo un Water­stones, un Blackwell’s, un Books, etcétera), pero mantiene aún muy alto el estandarte. El subgénero literario de obras sobre librerías cuenta con varios títulos destacados, el más exitoso el que hace unos años descubría una correspondencia comercial que viraba a lo personal y tenía como escenario el número 84 de la calle (84, Charing Cross Road, novela epistolar de Helene ­Hanff). De libro viejo, sigue estando allí en el número 56 Any Amount of Books, y en el 72 Quinto. Pero la parte del león se la lleva Foyles en el 107 de la calle. Ocupa ahora una ubicación próxima a la original, pero es este un nuevo establecimiento amplio, luminoso, moderno, con café y sala de actividades que ha dejado como incunable a la vetusta tienda que lo precedió. Cierra a las nueve de la noche de lunes a sábado (una hora bastante tardía para lo que se estila en Gran Bretaña).

No muy lejos está el barrio de Bloomsbury, que presta su nombre a un grupo literario en el que descuella Virginia Woolf. El Museo Británico y la Universidad de Londres garantizan un ecosistema cultural que ha hecho posible un buen número de librerías, entre las que está, como herencia del espiritismo que tentó entre otros a Arthur Conan Doyle, las esotéricas The Atlantis y Treadwell’s. No pongo aquí sus direcciones, que el interesado ya las hallará por algún médium. Sí, más racionalista y pegada a la tierra, a unos pasos del museo, en el 14 de Bury Place se halla la London Review Bookshop, que cuenta con un familiar café anexo. A veces prolonga su horario, y siempre se pueden degustar, junto a tentempiés vegetarianos, cócteles. En su sótano cuenta con una estupenda sección de poesía. La librería es la sede de un periódico quincenal de información y crítica bibliográfica, y se celebran actos, charlas y presentaciones.

Si Londres tiene un centro, acaso sea Piccadilly Circus. En la avenida homónima, junto a Cordings, donde sir Eric Clapton y yo encuadernamos nuestras tripas (así se llama al interior de un libro) con chaquetas de clásico tweed, está la histórica Hatchards, en el 187, que abrió en el siglo XVIII y siempre ha estado muy ligada a la realeza. Es una excelente librería añeja, con moqueta y escalera de madera, con personal elegante que parece trabajar en un bufete. Parece la predilecta de los coroneles retirados con bigotillo y de las marquesas que se han dejado la pamela en casa: tiene por ello buenas secciones sobre historia militar y sobre genealogía y aristocracia. En un entorno mucho más actual, en breve transición de yardas a metros se encuentra la principal de las Waterstones ocupando todo un edificio (en el 203). Lejanos están ya los días en que bajaba la persiana como una Cenicienta a medianoche, pero las diez es una hora respetable que permite ese lujazo superior al de café, copa y puro: hojear libros después de cenar.

Al otro lado del Río Grande de Oxford Street, al norte de ese muro de gente que se solidifica en las aceras, y en la muy agradable Marylebone ­High Street, merece la pena una visita a otro buque insignia: el de la pequeña cadena Daunt Books. En el número 84, en tres niveles, posee una hermosa galería con balaustrada de roble bañada por luz natural. En este confortable invernadero de libros con suelo de parqué también se publican títulos selectos. Y su fuerte es una amplia panoplia de libros de viajes que compite con la no tan hermosamente dispuesta de Stanfords (12-14 de Long Acre, en Covent Garden).

Una buena librería es un lugar en el que se suspende el tiempo y los números del reloj ceden a las letras. Con todo, quien quiera echarse temprano a la calle en busca de libros tiene, además de las sucursales de las estaciones de tren, Blackwell’s (High Holborn, 50), que abre a las ocho de la mañana, aunque su oferta es limitada y su especialidad la economía.

Fuera del centro, abrió en 2009 la coqueta Lutyens & Rubinstein (Kensington Park Road, 21), fundada por unas agentes literarias que saben lo que se traen entre manos y hasta organizan listas de bodas (cuyos regalos son, naturalmente, libros).

Antonio Rivero Taravillo es autor de la novela Los fantasmas de Yeats (Espuela de Plata).


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