Revista Pijao
Larga vida al nuevo maestro de la novela de espionaje
Larga vida al nuevo maestro de la novela de espionaje

Por Juan Carlos Galindo

Especial para El País (ES)

Después de estar un par de semanas leyendo novelas pretenciosas o directamente malas y de las que nunca hablaré, es lo que tiene esto, me he zampado en dos días y más horas de la noche de las que mi cuerpo permite En un país extraño, de Charles Cumming (Salamandra, traducción de Maia Figueroa). En un tiempo en el que la palabra maestro está tan devaluada por su uso excesivo, podemos decir que Cumming (Ayr, Escocia, 1971) es un maestro de las novelas de espionaje. Partiendo de su extraordinario conocimiento del mundo de la inteligencia británica, al que perteneció de joven, y de una apuesta literaria sencilla y eficaz, Cumming elabora historias en las que reinan la miseria humana, la frustración, el engaño y la paranoia; historias sin alardes, sin trucos, sin trampas.

En un país extraño — de la que pueden leer aquí las primeras páginas— es la historia de Thomas Kell, un espía caído en desgracia que ha cumplido ya los 40 y que no encuentra sentido a su vida fuera del MI6. Cansado, con un matrimonio hecho trizas y cierta tendencia a la melancolía, Kell se encuentra de nuevo en las redes de la inteligencia británica. Amelia Levene, su jefa, su maestra, su única amiga, la espía fría y casi perfecta que está a punto de dirigir, para horror de muchos, el hipermasculinizado mundo del espionaje británico, ha desaparecido. Y como buena espía no ha dejado ni huella. Y como buenos servicios secretos sin escrúpulos, los jefes de Kell olvidan que lo han usado de chivo expiatorio y lo reclutan para encontrarla.

Así lo cuenta Cumming: “Día tras día, durante los grises meses invernales de comienzo de año, había intentado comportarse como un ciudadano común, convertirse en la clase de hombre que se relacionaba con la gente y veía el fútbol, que charlaba de cualquier cosa con los desconocidos del bar. Estaba dispuesto a reeducarse, ver las películas y las series completas de la HBO, leer las novelas y las memorias que se le habían pasado, pero lo único que era el mundo de los secretos”.

A partir de ahí, una búsqueda incesante y de repercusiones inesperadas llevará a Kell por Túnez, Francia y Reino Unido en una aventura en la que la gran conspiración se complementa a la perfección con problemas y cuitas personales, miserias de cada uno. Y mientras, Cumming da un recital de conocimiento del mundo interno de los servicios secretos. Hay una persecución a un tipo realizada por un equipo a través de trenes, aviones, taxis y carreras a pie que no es solo un manual para espías avezados sino una demostración de cómo se cuenta un seguimiento sin trampa ni cartón.

El universo de la paranoia

Cuando el lector lleva un tercio de la novela le ocurren dos cosas. Por un lado, sabe que parece que está todo resuelto pero sospecha que esto solo acaba de empezar. Por otro, se ha instalado en la paranoia que gobierna este mundo, que Cumming describe tan bien y que modifica la experiencia lectora. Si Kell no se cree nada de lo que ve, ¿por qué yo sí?, me pregunto en varias ocasiones antes de caer en conclusiones erróneas sobre lo que va ocurriendo.

Cuando se desata la acción, el autor tiene la capacidad de mantener ese tono intimista y desplegar al tiempo un gran espectáculo en el que los secretos personales pueden tener la misma carga destructiva o mayor que los oficiales.

Espiar es esperar, dicen en varias ocasiones personajes del libro. Y ahí está otra virtud del autor: aleja al espía de la leyenda, lo humaniza en extremo. En una entrevista que le hice por la publicación de la también excelente El sexto hombre (RBA), me comentaba esto al respecto: “Hay un mito sobre los espías que los pinta como gente que tiende a la traición, a la ausencia de sentimientos, personas violentas e incluso despiadadas. Ese no es el caso del espionaje británico. Como en cualquier organización habrá gente corrupta y mala, pero mi experiencia me dice que son personas ‘normales’, tan cínicos, tan imperfectos y tan brutales si se da el caso como cualquier médico, abogado o periodista".

La novela ha sido galardonada con el CWA Ian Fleming Steel Dagger al mejor thriller de 2012 y está en proceso de convertirse en una serie de televisión protagonizada por Colin Firth.

Kell está cansado de la única vida que puede vivir. En un momento dado el narrador asegura: “Había subido a lo más alto a consecuencia de su imaginación y sus aptitudes para el engaño. Pero las exigencias incesantes del oficio eran extenuantes, por no hablar de la dimensión burocrática cada vez más onerosa que implicaba el espionaje en el mundo posterior al 11-S”. Pero no sabe hacer otra cosa. En el mundo anglosajón ya están publicadas las dos siguientes con el mismo protagonista. Esperemos tenerlas pronto por aquí. Larga vida al nuevo maestro de la novela de espionaje.


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