Por Susana Reinoso. Fotografía Alejandra López
Clarín (Ar)
Ana Wajszczuk está viviendo una primavera personal. Su flamante memoria Chicos de Varsovia (Sudamericana) va por su segunda edición. Es una historia emotiva, que se abre paso entre los pliegues de la Segunda Guerra Mundial y la historia de la resistencia polaca. Se trata de un libro donde la autora recoge los fragmentos de su árbol genealógico y los hace florecer a fuerza de preguntar, buscar, investigar las historias familiares. Hay en ella un anhelo de conocer a sus tíos abuelos, a los primos hermanos de su abuelo Zbigniew Ireneuz Wajszczuk, quienes jóvenes aún, se unieron como insurgentes al Ejército, haciéndose protagonistas de una de las gestas más heroicas de la Segunda Guerra Mundial, desde el 1° de agosto de 1944, y por 62 días.
La ciudad selló su suerte con ese hecho histórico, que se conoce como el “Levantamiento de Varsovia”, y que Stalin ocultó. A pocas ciudades odió tanto Hitler como odió a Varsovia, al punto de reducirla a escombros, luego del Levantamiento.
El Levantamiento de Varsovia tuvo lugar 15 meses más tarde de otro acontecimiento que el cine ha inmortalizado en películas como El pianista, de Roman Polanski: el Levantamiento del Gueto judío de Varsovia. En el fondo, ambos hechos ponen de relieve la relación tensa que existió entre católicos y judíos en Polonia, que sólo hace poco tiempo comenzó a decantar. Aunque, como dice la escritora, hay todavía quienes se identifican como polacos y quienes lo hacen como judíos polacos.
Ana Wajszczuk, editora y periodista, poco sabía de su historia familiar. Su abuelo Zbigniew nunca le había hablado de la guerra, de sus crueldades, del Levantamiento, del ejército insurgente AK, del exilio en la Argentina. Apenas 150 sublevados llegaron a nuestro país, luego del aniquilamiento impuesto por Himmler como escarmiento. Aquella lucha contra el nazismo regó más de 200 mil muertos civiles. Los nazis fusilaron a la gente en sus casas. Y como si fuera poco, llegaron los rusos. Y las matanzas continuaron, con la habilidad de Stalin para facturársela a los nazis, porque total ya habían sido vencidos.
Hasta decidir su viaje a Polonia, junto a su padre Adam, con el fin de armar el rompecabezas de todas las historias familiares, la autora sólo sabía que su abuelo había nacido en Grochów, un suburbio de Varsovia, y había crecido en Siedlce, al este de la capital. “…Mi abuelo había preferido el silencio sobre esos años. Y entonces, un día, cuando él ya no estaba, hubo una llamada desde el pasado y las ramas del árbol familiar se cargaron de hojas como si la poda del silencio hubiera regenerado algún tipo de savia oculta”. Así escribe Ana Wajszczuk.
Todo el libro articula un relato histórico contado en detalles mínimos y un viaje hacia las raíces, acompañada por su padre médico, que atraviesa toda la parte histórica.
¿Qué buscaba Ana Wajszczuk con Chicos de Varsovia, un libro que atrae desde la foto de portada? “Creo que fue un viaje a los orígenes. Como dice Javier Cercas, el pasado nunca pasa y se sigue moviendo en el presente”, responde.
Desde que publicó Chicos de Varsovia y abrió una página en Facebook, le llueven mensajes de hijos y nietos de polacos identificados con su libro. “Me escribe mucha gente a la que le pegó la historia familiar, pero también a quienes les fascina el tema de la Segunda Guerra Mundial, y están aquellos a quienes les gustó este viaje de un padre y su hija”, subraya.
En 2014, Wajszczuk empezó a investigar sus raíces a partir de un llamado telefónico del exterior de un tío que vive en Estados Unidos. “Entré al árbol genealógico que mi tío había hecho y me di cuenta que no sabía nada de la familia de mi abuelo en Polonia. Así descubrí la historia de estos hermanos –Antoni, Bárbara y Wojtek- que siendo tan jóvenes pelearon por su país y no se rindieron. Surgió primero un libro de poemas titulado El libro de los polacos , que ganó un premio en España. Creí que había cerrado esa página de mi vida. Como dice George Steiner, pensé que había pagado mi deuda de amor con mi familia, con mis abuelos que ya no están y que siempre habían sido tan fríos y distantes”. Pero la vida le tenía preparada una sorpresa.
“Escribí un largo artículo cuando se cumplían 70 años del Levantamiento de Varsovia. Empecé a entrevistar sobrevivientes de la insurgencia que llegaron al país. Ya eran mayores. Hay que pensar que hoy son personas que superan los 90 años. Me quedaron muchas historias fuera del artículo. Por eso pensé en el libro. Yo había hecho dos viajes a Polonia, pero nunca con el objetivo de este tercero: buscar mis orígenes”.
Viajar con su padre le permitió acceder a testimonios en una lengua que la autora no habla. Su padre tampoco, pero la entiende. Nacido en Gran Bretaña luego del final de la Segunda Guerra, una puerta también se abrió para su padre en aquel viaje que hace dos años hicieron a Polonia.
“El pasado es una ficción y es inasible. Por mucho que yo hubiera hablado polaco, lo que recibí fue un relato de gente que me contó algo que no viví. Por eso creo que el pasado siempre es presente”, subraya.
¿Cuánto hay de ficción en la memoria? “Siempre que uno relata lo convierte en ficción. Las situaciones están todas recreadas porque ocurrieron en un tiempo que no viví. Pero también hice mucha investigación histórica. De Polonia me traje libros en inglés y otros en polaco. También, películas y documentales. En Buenos Aires encontré muchos documentos de la insurgencia, porque los que llegaron acá formaron el “Círculo de la resistencia”. También hay muchos recuerdos que me transmitió la gente que me contó su historia”.
En una parte del libro, Ana menciona a un primo en segundo grado de su padre que se enojó cuando supo que ella escribiría el libro de la familia.
“Fue raro. Pero no deja de ser interesante porque exhibe preguntas. ¿Quién tiene derecho a contar la historia? ¿Aquel que la vivió? ¿El que la sufrió? ¿De quién es el legado? Creo que es un tema que en Polonia todavía interpela mucho. La gente sigue afectada, dos generaciones después. Fuera como víctima civil o como combatiente, todos tuvieron algún pariente en el Levantamiento de Varsovia. Sólo un 15 por ciento de la ciudad quedó en pie, luego de la orden de Hitler de arrasarla”.
¿Qué devuelve a su autora este libro de memorias? “Me reconcilié con mis abuelos, con mi pasado. Creo que le devolví una parte de su infancia a mi padre y cerré el círculo de mi propia juventud. Ahora me siento adulta con todas las letras”, responde Ana, conmovida porque su historia haya tocado tantos corazones.