Revista Pijao
'La Perra', un canto de nostalgia al Pacífico colombiano
'La Perra', un canto de nostalgia al Pacífico colombiano

Por María Daniela Vargas Nieto   Foto Claudia Rubio

El Tiempo

Aunque es mediodía y los trancones no faltan, Pilar Quintana está preparada, sabe que un par de tenis y una maleta en su espalda son suficientes para cumplir con su apretada agenda.

Saluda al portero. Sube las escaleras. Da un paso firme tras otro hasta llegar a la puerta de su casa. Hay una puerta azul que adorna su sala y no es propiamente la de la entrada, es una mesa, una edición casi perfecta de un madero sólido con cuatro patas. Años atrás esa puerta medía el doble y era el objeto con el que Pilar dividía su sala de la habitación, pero que, según cuenta, mandó a cortar para llevarla siempre con ella.

Tras entrar a casa, descarga su maleta sobre la mesa y en sincronía perfecta levanta a Salvador entre sus brazos, un pequeño de dos años y medio. Se sienta junto a él en el sofá y tras un leve pero plácido suspiro lo mira y me mira. Saca de su mochila un libro, su más reciente texto 'La Perra'.

Un título curioso para un libro; sin embargo, ella asegura que tiene su razón de ser. Además de servirle como terapia diaria, este texto cuenta la relación visceral que hay entre una mujer y su perra. Es un relato de cómo un intenso deseo de maternidad despierta un instinto animal. Una historia que para Pilar es el resultado de una vida que, por azares del destino, no le debió tocar.

Pilar Quintana nació en Cali en 1972, un fantástico lugar que nutrió por años su imaginación. Escribía sobre lo que veía y de lo que sentía. Siempre supo que tenía historias por contar, tal vez, muy arraigadas a su cultura para la época; sin embargo, con los años y luego de tomar la decisión de mudarse a Bogotá para iniciar sus estudios universitarios, esta mujer tuvo que cambiar su perspectiva de lo que consideraba como el centro del mundo.

Años más tarde, Pilar se graduó de la Universidad. Su vida profesional inició como libretista de televisión donde creó ‘Cartas a Harrison’ y luego como redactora de textos de publicidad, pero aunque sus primeros escritos se inspiraron en Cali, su ciudad natal, esta soñadora sabía que su futuro no podía estar en un solo lugar. Así que inquieta y aturdida por la corriente del consumo decidió, a finales de los años 90s, irse fuera del país a explorar.

Visitó lugares como Perú, Chile, Ecuador, Argentina, India, Nepal y Australia. Conoció nuevas costumbres, culturas y se nutrió de la diversidad del pensamiento humano que encontró en los lugares en los que estuvo. Su experiencia fuera de la ciudad le permitió reconocer que “hay giros del lenguaje que uno no se da cuenta que usa en la escritura, si no ha salido” y que es preciso “ver a Colombia con una distancia prudente”. Por eso, cuando este extenso recorrido terminó, supo que estaba lista para aferrarse a la idea de “vivir una vida simple” como la que siempre había soñado.

Al regresar a Colombia, Pilar no era la misma. Su estadía fuera de casa le permitió replantear su proyecto de vida y por eso decidió, junto a su expareja, embarcarse en una radical aventura: irse a vivir a Juanchaco, una pequeña isla ubicada al extremo de Bahía Málaga, al occidente del Valle del Cauca, junto al Pacífico.

Juanchaco era el lugar ideal, una zona con yacimientos de agua dulce y abundante flora. Allí logró acomodarse a la perfección, lejos de la convulsión de la ciudad y el ajetreo. Vivió en esta costa por 9 años, conoció la inclemencia de la selva y la rudeza de la naturaleza. Compartió con las personas de la zona, gente que vive entre trasmallos y atarrayas. Además, su curiosidad por el mundo la llevó a adentrarse en el espeso bosque, el mismo que despertó en ella el ser más crudo que llevaba dentro: un animal salvaje listo para devorar.

La selva “era el escenario ideal para el crimen perfecto”, relata. Lanzar animales por un acantilado para deshacerse de ellos ocurría sin desdén. Además, su estadía allí le permitió darse cuenta de la importancia de tener una "mirada panorámica sobre la ciudad en la que vivía” porque según ella, “cuando uno es criado en un solo lugar es muy difícil cambiarla".

Con los años, los problemas al interior de la relación que tenía con su pareja crecieron. El maltrato y los gritos golpearon su alma tan fuerte como las olas a las rocas. Así que Pilar decidió regresar a la capital.

Llegó a Bogotá y se estableció nuevamente en la ciudad. Dejó atrás desagradables experiencias y conservó gratos recuerdos. Quizás por eso, su sala parece ambientada en el Pacífico. En una de sus esquinas hay una matera con cinco grandes tallos y numerosos pliegues en cada hoja que bordean sus ventanas. Las mismas por las que entran rayos del sol y que de vez en cuando enmarcan las ardes grises de la capital.

Mientras que Pilar vivía en Juanchaco escribía sobre la ciudad, pero al llegar a Bogotá solo podía narrar sus más íntimas historias sobre los días que pasó en la espesa selva de aquel lugar. Ese que era bello y enigmático. Los prejuicios y juicios sociales se convirtieron en sus temas de interés, historias sobre gente buena que es capaz de cometer actos terribles y personas tildadas de inescrupulosos que pueden desbordarse en bondad.

De manera que, ‘La perra’, fue el espacio perfecto para recopilar las memorias de lo que vivió en el Pacífico. Su primera experiencia con la madre naturaleza, “esa que no es benevolente, sino que es terrible, las dos cosas al mismo tiempo”. Las primeras páginas de esta historia las hizo mientras Salvador, el hijo que surgió de una bonita relación posterior a su viaje a la selva, estaba en su vientre.

Lo que empezó como un canto de nostalgia al Pacífico terminó convirtiéndose en 108 páginas de perfiles, crónicas y memorias en una sola novela. No fue ni con pluma y tinta o lápiz y papel con que se escribió este libro. Pilar lo hizo todo desde su celular. Construyó una historia por entregas, un texto compuesto de piezas que tras horas de trabajo pudo engranar.

No hay silencio, son risas y zapateos. Salvador corre detrás de su auto de plástico, lo lleva por el pasillo mientras que Pilar pasa sus dedos por su cabello. Sabe que su pequeño llegó cuando menos lo esperaba; sin embargo, afirma que ambos tienen gustos similares. Son curiosos, creativos e ingeniosos y además, comparten un gran amor por los libros.

Pilar jamás pensó en ser madre. Su más grande sueño siempre fue construir una obra literaria, tan rica narrativamente como para partir en dos la vida de sus lectores. Desde que era pequeña, Pilar se interesó por la literatura, según ella porque “antes de aprender a escribir, deseaba leer”. Sus primeras citas no fueron propiamente con compañeros de escuela o amigos del barrio, sino con ilustres caballeros que supieron dominar el arte de narrar con las palabras. Los más atractivos, para su gusto eran Jane Austen, Gabriel García Márquez y Andrés Caicedo.

Tal y como lo recuerda, el libro que cambió su vida fue ‘Crónica de una muerte anunciada’ de Gabriel García Márquez. Desde la primera vez que lo tomó entre sus manos, se despertó en ella un deseo insaciable por navegar entre sus páginas y una pasión constante por disfrutar de la historia.

Pilar siempre ha sabido que en las palabras puede encontrar todo un universo de experiencias y profundos mensajes, por eso siempre ha estado en su corazón el deseo de crear un libro que pueda cambiarle la vida a sus lectores. Sin embargo, no cabe la menor duda de que sus textos han permitido que miles de personas se acerquen a la literatura. La misma con la que García Márquez la atrapó a ella.

“Ojalá algún día yo pueda escribir una historia como esa, una con la que las personas se puedan obsesionar tanto que no puedan dejarla. Así como yo lo hice con ‘Crónica de una muerte anunciada’", recuerda Quintana.

Los viajes que hizo por el mundo abrieron su mente, desafiaron sus límites y ampliaron su horizonte. Recuerda que su vida siempre estuvo mediada por la constante intención de vivir en la “incomodidad”, pero no esa que irrita, sino aquella que le permitió desprenderse de la parsimonia del día a día. Una que quebró en ella el miedo a salir de su estado de comodidad y que la llevó a romper las fronteras del mundo que necesitaba conocer.

Para el 2010, Quintana ya había escrito obras como ‘Cosquillas en la lengua’ en 2003, ‘Coleccionistas de polvos raros’ en 2007 y ‘Conspiración iguana’ en 2009. Además, sabía que Cali ya no era el eje de sus historias y tampoco los temas sobre el el narcotráfico y la corrupción. Salir del país le permitió “poner distancia entre los temas que la ocupaban de lo que verdaderamente quería contar”.

En 2012 esta escritora publicó ‘Caperucita se come al lobo’, una obra que incomodó a millones de lectores debido al tema que abordó: perversiones sexuales como olores, sensaciones y violaciones. Sin embargo, a pesar de la connotación que tienen estos conceptos, Pilar siempre se ha interesado en tratar temas relacionados con los prejuicios sociales que están arraigados a la cultura. Los mismos prejuicios que decidió lanzar al mar y de los que con el tiempo, empezó a hablar.

Es ella, Pilar Quintana, una mujer que logró con estas páginas narrar toda su experiencia de vida. La misma que cuando era niña empezó a redactar poemas que consideraba “tremendamente malos” y que posteriormente la llevaron a convertirse en una de las mejores escritoras, menores de 39 años, en América Latina, según el Hay Festival de 2010.

Una caleña de carácter, capaz de vivir feliz en cualquier parte del mundo. Una amante de la literatura que comprendió que “la ficción sirve para vivir lo que no nos pasó en la vida real, pero que nos impresionó”, y ha reconocido que este libro fue una terapia necesaria, ‘La Perra’, una obra destinada a llevar la marca de su ser.


Más notas de Actualidad