Revista Pijao
La paradoja del tiempo
La paradoja del tiempo

Por Yorley Ruiz M.   Ilustración Laura Henao

El Espectador

Paradoja Ediciones es un proyecto editorial que nació por la necesidad que tenían Lucas Vargas, estudiante de estudios literarios de la Universidad Pontificia Bolivariana, y María Camila Duque, arquitecta de la misma universidad, de compartir la creación de sus amigos más cercanos. Esta pequeña publicación que se autogestiona y autoedita es a la vez un taller, un pretexto para crear.

El primer número fue: Hilos. Tuvo once colaboradores y en dos años han pasado a tener más de 60, no sólo de la ciudad de Medellín sino de otras partes del país y del mundo, alcance que han logrado gracias a los medios digitales.

Sus creadores definen el proceso de creación como una relación de amistad y cercanía, cualidades que tratan de mantener con las personas que envían sus textos e ilustraciones a las convocatorias. Afirman que no buscan publicar por publicar sino que les interesa que haya un proceso, un diálogo entre un amigo que al mismo tiempo es editor y que acompaña al autor en su labor artística. El interés de fondo es animar a las personas a crear, a incorporar desde su soledad e intimidad un espacio para sí, cambios que, según Vargas, se reflejan en lo social, donde la gente comprende que no está sola y que es posible crear en colectivo.

El abrazo de ETERNIDAD

Camilo de Fex – Luis Ramírez. Medellín, Colombia Pag 13

AYER es una niña de aspecto radiante, emparentada, para muchos estudiosos, con la antigua madre al revés.  AYER sólo se puede entrever por el borde del ojo y cuando la imagen parece por fin fija desaparece. Su influjo causa extrema nostalgia a los mortales que se enamoran de ella, entre ellos los historiadores humanos, quienes, buscando recuperar la infancia, terminan reconstruyendo —en libros— mentiras más o menos verosímiles sobre los Etruscos, o los Egipcios, o la segunda guerra mundial.

HOY es una entidad informe y mutante que vive en el pecho humano, única morada conocida del destino. Quienes adoran a HOY son capaces de adueñarse del camino que palpita en las venas y en la tormenta. Pero quienes además se reconocen a sí mismos como HOY —criatura que nace y muere a cada instante— son capaces de vivir para siempre entre los lindes del Inicio y del Fin.

MAÑANA es la más enigmática de los tres. Es representada, en la mayoría de culturas pre-ácratas, como una estatua femenina cubierta por un pesado telón púrpura bajo el cual se alcanza a mostrar una mano marmórea que apunta hacia “adelante”. Ante la estatua se arrodillan los inmemoriales hacedores de lluvia, alquimistas, oráculos, pitonisas, científicos y tantos otros patéticos auscultadores del porvenir.

AYER, HOY y MAÑANA son tres facetas de ETERNIDAD, quien habita en cada mili-segundo, en cada eón, incluso en el bostezo de un gato y en la estridencia de las estrellas. Cuando un mortal es capaz de desnudar a la trinidad eterna y la ve en todo su esplendor, infinito e infinitesimal, le entra un ataque de risa del que nadie jamás puede retornarlo.

ETERNIDAD me abraza.

Las puertas del manicomio se abren de tres en tres.

***

Se hace polvo la vida.

Se hace polvo el cemento.

Se envuelve el cuerpo y se socava tan hondo su calidez que quema el frío.

La casa que no habito, el cuerpo que me dice que todo está mal porque es la casa de diez sensaciones malas, y se enferma porque no puede gritar, y la casa se deja destruir por quien la toca y asusta, asusta recorrerla por temor a morir con ella.

Caminar sin pensar en el final de nada, caminar inconsciente del final de todo. No pretender detener el tiempo, ni el movimiento, pretender que se es en cuanto se abandone.

Desahuciados corremos pretendiendo ser, temiendo abandonar lo que creemos que somos, equívocamente, ser.

Manuela Jaramillo. Manizales, Colombia Pág. 68

***

Fragmento

Yorley Ruiz. Medellín, Colombia. Pág. 42

Te la pasas habitando futuros. Manipulas a tu antojo las horas, los días. Planeas sobre incierto. Caminas el ayer reciclando recuerdos, sin una hora precisa. Intentas controlar un ajeno que no pide permiso. Ya, está aquí, es ahora. Ya pasó. Sigue aquí. No lo escuches, si lo escuchas llegarás tarde; si no, vivirás.

Te levantas, caes, miras, corres, caminas, sonríes, callas, gritas, comes, amas, te aman, te olvidan. Estás vivo. Otro día pasa. El reloj marcó de nuevo 24 horas, en pausa.

Otro día. No viste el amanecer te bañaste comiste cualquier cosa te pusiste cualquier ropa el paisaje del camino no importó las tareas son muchas.

Te chocaste con un anónimo frunciste el ceño miraste al frente corriste alcanzaste el semáforo en verde viste una pareja besándose agilizas el paso de reojo miras al mendigo.

 — ¡Corre! ¿Llegaste?

 —Aún no. El reloj no me alcanza para poner comas.

***

Durante un viaje en metro

Daniel Becerra. Buenaventura, Colombia Pág. 21

I

Es la cotidianidad que contemplo,

la realidad de los otros que no saben,

o no encuentran:

los pulgares danzan frenéticamente

transcribiendo historias.

II

En simultaneidad,

mientras las historias de esos otros

viajan a través del tiempo como algoritmos;

desde un asiento contiguo a la ventana del metro,

exhalando un profundo y lento suspiro,

observo lo que ocurre afuera del vagón, ante mis ojos:

hojas ocres, naranjas y carmesís,

de un árbol caducifolio,

descienden cómo telón al finalizar una obra,

sobre una pareja que se besa ágilmente

en una estación de bus antes de separarse el uno del otro.

III

Tiempo suficiente para descifrar las tonalidades del ocaso a lo lejos,

para imaginarme caminando despacio bajo la llovizna inesperada.

Para sentir que el aire gélido pronostica el invierno.

Para recaer en mis fantasmas.

 Y reencontrarme enseguida.

IV

Un día para evitar desprenderse de la cama tibia

o de la silla favorita del abuelo;

para jugar a esconderme de lo existente,

y también de aquello desconocido que no sabe que existo.

Un instante para sentirme vivo,

y otro instante para lo opuesto.


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