Revista Pijao
La amante birmana de Neruda
La amante birmana de Neruda

Por Andrés Gómez Bravo

La Tercera (Ch)

En la colina de Montmartre había una fiesta. Era un lugar bohemio, un poco destartalado, pero la noche estaba muy animada. Había poetas, artistas y escritores, y el alcohol corría generoso, como la marihuana. Esa noche de fines de los 60 Jorge Edwards conoció a una poeta simpática y atractiva que se hacía llamar Jose. A Edwards le llamó la atención el nombre y al día siguiente se lo comentó a Pablo Neruda, que estaba de paso en París. “No es raro: Jose corresponde a Josie, que es un diminutivo”, le dijo el poeta. Y pasó a recordar su propia Josie, Josie Bliss, una mujer birmana que había conocido 30 años antes y con quien vivió un amor violento.

“Pablo se acordó de ella y me di cuenta de que era una mujer que lo había marcado”, dice hoy Jorge Edwards, sentado en el living de su departamento frente al Cerro Santa Lucía.

El escritor y Premio Cervantes acaba de publicar un libro de ensayos y columnas con el título Prosas infiltradas (ver recuadro). Y puso fin a la versión definitiva de Oh, Maligna, su nueva novela, donde aborda el intenso romance de Neruda y Josie Bliss en Birmania, entre 1927 y 1928.

Es miércoles por la tarde. El sol cae y Edwards, que celebra 86 años hoy sábado, recrea la historia que le da forma a su novela. “Fue un episodio que dejó una profunda huella en Neruda. La prueba es que hay referencias a Josie Bliss en toda su poesía, desde luego en Residencia en la tierra; en Memorial de isla Negra hay dos poemas, y en sus memorias. El regresa al Oriente el año 57 y va exactamente a los lugares donde vivió con Josie”.

El título del libro, que sería publicado por Planeta en América Latina y Tusquets en España, corresponde a las primeras palabras de Tango del viudo, uno de los poemas de Residencia en la tierra, que es su despedida de Josie Bliss: “Oh Maligna, ya habrás hallado la carta, ya habrás llorado de furia…”

Neruda había llegado a Birmania con 23 años, como cónsul de Chile en Rangún. Tres años antes había publicado los Veinte poemas de amor y quería salir de la bohemia local.

Hacia fines de 1927 conoce a Josie Bliss y se va a vivir con ella en abril de 1928. “Me adentré tanto en el alma y la vida de esa gente, que me enamoré de una nativa”, escribe en Confieso que he vivido. “Se vestía como una inglesa y su nombre de calle era Josie Bliss. Pero en la intimidad de su casa, que pronto compartí, se despojaba de tales prendas y de tal nombre para usar su deslumbrante sarong y su recóndito nombre birmano”.

La identidad de Josie Bliss es un misterio. ¿Quién era ella?

Como cónsul de Chile, Neruda tiene que frecuentar a gente de la administración colonial, porque Birmania era colonia inglesa, y se encuentra con esta mujer, que es una birmana pero que usa un nombre inglés, Josie Bliss, y se viste como inglesa porque es funcionaria de la administración. Pero en la noche cambia su vestimenta, se pone trajes birmanos, hace cocina birmana y usa un nombre birmano que nadie recuerda. Y además es budista. Ella ha sido investigada por universidades americanas, son trabajos muy feministas: ella era una nacionalista birmana, anti inglesa, y sus abuelos vivían en Mandalay, donde estaba el reino de Birmania. Pero los reyes fueron expulsados por el ejército inglés; parece que los abuelos sufrieron, y todo esto lo heredó ella. Así que hay antecedentes de que Josie era una nacionalista. Yo la relaciono con esta mujer que hay ahora en Birmania (Aung San Suu Kyi), nacionalista, combativa, hija de un general asesinado, y creo que físicamente se puede parecer a Josie. Por los poemas de Neruda, se ve que era delgada, piel morena, muy elástica. Yo no sé dónde paró Josie, y Neruda tampoco sabía: si fue incinerada y tirada al río, o si está enterrada en el cementerio de Rangún.

Fue una relación breve, de algunos meses, pero muy intensa…

Sí, yo creo que tiene que haber existido una inglesa por ahí, porque Neruda era joven y las inglesas que llegaban eran todas aventureras. Y esta mujer se enferma de celos, le hace grandes escenas a Neruda y le dice que lo va a matar. Entonces el poeta un día despierta dentro del mosquitero, ya viviendo con ella, y Josie se está paseando alrededor con un cuchillo de cocina afiladísimo, como pensando se lo clavo o no se lo clavo. Entonces Neruda, sin decirle nada, consigue que el gobierno chileno lo traslade a Ceylán, que queda cerca y donde hay un consulado. El empieza a organizar una maleta en el consulado, un día parte a la oficina como todos los días, agarra sus cosas, se sube a un barco y se va. Le deja una carta a Josie y escribe el poema Tango del viudo.

¿Termina ahí la historia?

Después ella lo siguió a Ceylán, se instaló en la casa del frente y le empezó a tirar piedras al techo cuando Neruda, o Ricardo Reyes, yo juego con sus nombres, hacía fiestas con chicas americanas. Finalmente Josie tuvo que irse pero se quedó por el barrio, y la recibió un gallo que era cingalés mezcla de boliviano y chileno. Finalmente las autoridades coloniales expulsan a Josie. No se sabe si Neruda pide que lo hagan. Cuando ella se va, está en el barco y manda a llamar a Neruda. Y Pablo se pone unos zapatos muy elegantes, mitad blancos, mitad café, y a la parte blanca le pone una creta (betún). Viste su mejor traje y va a despedirse. Es una despedida tremendamente dramática: ella llora a gritos, lo besa, lo abraza, se tira al suelo y le abraza las piernas y los pies. Y cuando se levanta es una máscara: la creta blanca se le ha mezclado con las lágrimas. Esa es la última imagen que él tiene, y eso está contado en Memorial de Isla Negra.

¿Cómo investigó esta historia?

Me leí todo. Pensé ir a Birmania, pero ya estoy viejo, tendría que haber ido con una novia y ya me fallan las novias. Le conté esta historia a Fernando Rodríguez Lafuente, amigo mío y ex director del ABC Cultural. Y me dice ‘Oye, ¿sabías tú que Salgari no salió nunca de su estudio en Roma y escribió Sandokán y Los Tigres de la Malasia? ¿Por qué no haces lo mismo?’. Entonces busqué libros de viajes de la época y leí todo lo que leyó Neruda en esos años: leyó a Conrad, a Somerset Maugham, que había estado por ahí. Me encontré con un personaje fenomenal, Leonard Woolf, que había estado allí poco antes y Neruda conoció amigos de él. Woolf se fue a Londres y se casó con Virginia Stephen, Virginia Woolf. Orwell anduvo por ahí también. O sea, hay unas conexiones fantásticas. Ahora que ya escribí la novela voy a tratar de ir.

¿Leyó la novela de Cristian Barros, Tango del viudo?

La leí hace años. Tomó buen título, pero prefiero el mío: es más misterioso. Y los primeros lectores están muy entusiasmados.

Esta es la época en que Neruda escribe Residencia en la tierra

Yo pongo muchos versos de Residencia en la tierra en la novela.

Allí Neruda aprende a beber whisky

Sí, el whisky llegaba en barriles. Yo imagino a Neruda bebiendo whisky, borracho y mirando este nuevo mundo.

Políticamente era anarquista, no era el poeta comunista que llegó a ser…

Pero mira: después del Congreso del 56 en Moscú, cuando Nikita Kruschev reconoce los crímenes de Stalin, Neruda no dice nada, pero queda afónico. Y en 1957 hace su viaje a Oriente. O sea, cuando termina su etapa estalinista, vuelve a pensar en el Oriente, vuelve a pensar en Josie Bliss. Es una cosa cíclica.

Ud. le llevó su primer libro, El patio, a Neruda. Trabajó con él en París y tras su muerte escribió una memoria, Adiós poeta. Ahora vuelve a Neruda…

Yo tuve una admiración muy profunda por Neruda. Y llegamos a ser amigos. Y después de su muerte Matilde me dijo ‘tú eres la persona que mejor conoció a Pablo’. Yo creo que llegué a conocer el mecanismo sentimental interno que se produjo con este amor y por eso lo pude novelar.


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