Por Jorge Morla Foto Cristóbal Manuel
El País (Es)
A Juan Cárdenas (Popayán, Cauca, 1978) no le inspiran los sitios, sino las situaciones. Y frecuenta lugares de su memoria para buscar cosas. Últimamente, confiesa que escarba en un recuerdo de una tarde en Coimbra, paseando con unos amigos por un parque temático. De ahí saca ahora su inspiración. Ganador del premio Otras Voces, Otros Ámbitos en 2014 por Los estratos, este año publica El diablo de las provincias (Periférica).
De pequeño quería ser…
Científico. Fantaseaba con la física o con la biología. En Popayán, en el círculo de amigos de mis padres, había gente bellísima como Gustavo Wilches o Álvaro José Negret que hablaban sobre ecosistemas, galaxias y teoría del caos. Eso me volaba la cabeza.
¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?
Mis padres no me daban consejos, me daban libros y me llevaban a dar paseos.
¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?
Con María Teresa Ruiz, la astrónoma chilena, que se ha convertido en una de mis héroes. Debate publicó hace poco Hijos de las estrellas, un libro formidable que debería poder leerse en todos los países de habla española.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Hace dos días, recordando la textura de las manos de mi abuela Paulina, que acaba de fallecer.
¿Qué música le sirve para trabajar?
Ninguna. Cero. La música siempre exige toda mi atención.
¿Para qué sirven los premios?
Los únicos premios que me gustan son los que les dan a Margo Glantz o a Sergio Pitol.
¿Qué significa ser escritor?
Significa problemas financieros y soledad bien cultivada.
¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?
A él no le va a gustar que diga esto, pero me cagué de risa leyendo Sobre el arte contemporáneo, de Aira.
¿Y el que mataría por haber escrito?
Mataría por haber escrito cualquier poema de César Vallejo o de Enrique Lihn. Envidio mucho a los grandes poetas.
¿Qué personaje de la literatura o el cine se asemeja a usted?
Alguno de esos bobos hipercerebrales de Gombrowicz. O Ben Stiller en Algo pasa con Mary.
¿Cuál ha sido su gran experiencia?
Espero no haberla vivido todavía. O al menos, espero no haberla descubierto.
¿Qué le diría a Santos si lo tuviera delante?
Que no sea tan pecho frío, que tiene que poner más huevos para defender lo que ha hecho, que no puede permitir que la extrema derecha, los únicos y verdaderos enemigos de la paz, sigan asesinando líderes sociales y armando grupos paramilitares. Que se comporte como un verdadero liberal.
En una fiesta de disfraces, ¿de qué se disfrazaría?
De ameba gigante. O de robot.
¿Qué lo deja sin dormir?
Casi cualquier cosa. Soy insomne crónico.
¿Tiene un sueño recurrente?
Sí, varios. Sueño, por ejemplo, que juego a las escondidas en un barrio en ruinas después de un terremoto y en mi escondite me encuentro con una bruja. Solo le veo las piernas porque ella está encima de una tapia.
¿Y un olor preferido?
El hocico de los cachorros. Y el pelo de una novia que tuve en la adolescencia. Ella volvía del colegio, después de haber estado al sol, y su cabeza caliente olía a cosas frescas.
¿Qué siente cuando ve su foto en los diarios?
Resignación y piedad.
Respecto a su trabajo, ¿de qué está más orgulloso?
Me siento orgulloso cuando recuerdo lo orgullosa que mi abuela estaba de mis libros. Venimos de una familia muy humilde y eso para ella era un logro gigantesco.
¿Cuál es la noticia que siempre ha esperado leer?
Que una izquierda democrática, liberal y moderna gobierna bien en mi país.
¿Cómo ve el futuro de Colombia?
Si tengo que leerlo desde la coyuntura existente, veo un futuro aciago, lleno de muertos y con gobiernos mediocres.