Revista Pijao
Jorge Volpi: 'Trump es un síntoma de los tiempos, y uno de sus extremos'
Jorge Volpi: 'Trump es un síntoma de los tiempos, y uno de sus extremos'

Por Nuria Azancot   Foto Chicago Tribune

El Cultural (Es)

Aunque el Diccionario de la Real Academia define “panfleto” como “opúsculo de carácter agresivo”, en el de Volpi (Ciudad de México,1968) la agresividad la puso desde el principio su protagonista, Donald Trump, al señalar a los mexicanos como los grandes enemigos de su país. Lo hizo en plena campaña electoral, anunciando la construcción del Muro, y lo sigue haciendo, denuncia Volpi, cada vez que las encuestas ensombrecen su mandato. “Los demagogos -explica el narrador- siempre necesitan un chivo expiatorio, y él eligió el suyo. Pero, como sabemos con Brecht, si se puede insultar o deportar o humillar a tu vecino mexicano, tú puedes ser el próximo...”

Pregunta.- ¿Qué ha pasado para que un personaje como Trump sea hoy el presidente del país más poderoso del mundo? ¿Cómo pudo ocurrir algo así?

Respuesta.- Creo que Trump es a la vez un síntoma de los tiempos y uno de sus extremos. Y un producto típicamente estadounidense. Un síntoma de una era que desprecia a los políticos profesionales (con buenas razones), airada e iracunda hacia todo lo que nos rodea, que desconfía de la democracia (porque no ha resuelto todos sus problemas o los ha incrementado) y se refugia en el miedo hacia los otros. Y de una era marcada, más que nunca, por la sociedad del espectáculo. Pero también un extremo: creo que, si bien Trump no tiene una sola convicción firme (fuera de sí mismo), ha llevado estas tendencias al límite, con un estilo siempre iracundo, grosero, sin la menor empatía hacia los demás. Y, por supuesto, encarna esa ideología aislacionista y excepcionalista que siempre existió en su país. Digamos que es la peor combinación posible de los peores rasgos de Estados Unidos y de nuestra época.

P.- ¿Qué le debe Trump a la posverdad (o a los hechos alternativos de los que habla su portavoz de prensa)?

R.- Los políticos siempre han mentido, pero nunca de modo tan sistemático como Trump. El término “posverdad” es otra de esas mentiras: las Fake News que él invoca constantemente. Su discurso es una serpiente que se muerde la cola: acusa a todos los demás de mentir para poder mentir a su antojo. Y lo más terrible es que, pese a su alud de mentiras, sus seguidores no dejan de apoyarlo. En política, la posverdad es, en todo caso, el momento en que a los votantes ha dejado de importarles la verdad.

P.- ¿A qué atribuye el desencanto del ciudadano que acabó eligiendo a Trump, votó por el Brexit o acaba de llevar a la ultraderecha alemana al Bundestag? ¿Es sólo cuestión de miedo?

R.- Es miedo e ira. Los miedos tradicionales, en especial a los otros: antes los negros o los judíos, hoy los mexicanos o los sirios. Y sobre todo un enfado incontenible hacia los políticos democráticos que, desprovistos ya de convicciones, solo se preocupan por sí mismos.

P.- ¿De qué más son síntomas estos últimos acontecimientos inesperados?

R.- Con el fin de la URSS, la caída del Muro y el triunfo del neoliberalismo, poco a poco desapareció del discurso político la idea de la solidaridad o la equidad. La izquierda no ha sido capaz de recomponerse desde entonces y los movimientos alternativos tampoco han sabido compartirla con sectores mayoritarios de la sociedad. Trump es el ejemplo máximo de esa falta de solidaridad, en el sentido humanista del término. A él solo le preocupa en primera instancia él mismo y solo después ese sector que lo apoya, pero al que puede traicionar en cualquier momento si le conviene.

P.- ¿Qué papel debería de desempeñar la educación para evitar que algo así se repita? R.- Ahí está una de las claves. El desmantelamiento o la inexistencia de una educación pública crítica ha contribuido enormemente al ascenso de figuras como Trump, Le Pen, etc. Si aún queremos tener una esperanza de combatirlos, hay que invertir muchos más recursos en esa educación pública laica, humanista, crítica que es el único antídoto contra ellos.

P.- ¿A qué se debe la respuesta cicatera de Europa al drama de los refugiados? R.- Al miedo. Pero sobre todo al miedo a que la ultraderecha aglutine ese miedo y desplace a la derecha tradicional. Este miedo es el que paraliza a Europa y, paradójicamente, entrega su discurso justo a esa ultraderecha que se dice combatir.

P.- ¿Y la crisis de Venezuela?

R.- El gobierno de Maduro es un desastre mayúsculo en todos los términos. Maduro es, sobre todo, un líder autoritario, pedestre e incapaz, que ha llevado Venezuela al abismo.

P.- ¿Hasta dónde puede llegar Trump en su carrera de bravatas con el líder norcoreano?

R.- Nosotros vemos a ambos como dos locos o dementes que gozan provocándose. Pero en realidad son dos líderes calculadores que, en caso extremo, tienen bombas nucleares y que, a los demás miedos que nos rodean, han resucitado el que dominó la Guerra Fría, el miedo a la bomba. Uno más.

Comenta Volpi que cuando tembló la tierra en México hace un par de semanas se encontraba en una reunión en su oficina de la UNAM, en el sur de la Ciudad de México, pero que allí no pasó nada, “aunque se sintió tan fuerte que de inmediato pensé que sin duda habría muchos daños en otras zonas”.

P.- ¿Qué ha cambiado en México para que ahora sorprenda la solidaridad que ha despertado este seísmo, en comparación con el de 1985?

R.- Aún no cambia nada. La solidaridad que hubo en 1985 renació en una nueva generación en 2017. Hay que esperar que este movimiento cívico tenga una continuación política que obligue a nuestros partidos a la reforma de Estado que hemos pospuesto desde el 2000.

P.- Sin embargo, se ha publicado que se están sustituyendo casas históricas de adobe por barracones de hormigón...

R.- En nuestro modelo económico neoliberal, siempre hay quien se aprovecha de la tragedia para especular.

P.- ¿Existe al menos mayor conciencia civil, ciudadana para denunciar los abusos?

R.- Sí, y lo mejor es que la reacción al sismo demuestra que la sociedad sí puede organizarse y obtener resultados. La acción solidaria es un antídoto contra la apatía que suele tenerse frente a la política.

P.- ¿Alguna vez sabremos qué pasó a los 43 de Ayotzinapa?

R.- Confiemos en que sí. En que la verdad (esa verdad distinta a la “verdad histórica” del gobierno) sea descubierta al fin. Si los 43 nos importan tanto es porque son el emblema o el símbolo de las miles y miles de historias sin cuerpos (y de cuerpos sin historia) que han proliferado en nuestro país desde que Calderón lanzara la guerra contra el narco.


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