Corregir la historia ha sido propósito de algunos políticos extremos. Le tocó el turno al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) que, bajo la dirección de Gonzalo Sánchez, realizó impresionantes aportes al esclarecimiento de la verdad a partir de la visión de las víctimas del conflicto, involucrando como responsables a todos los agentes de violencia, incluyendo paramilitarismo y guerrilla.
El debate no puede quedarse en si uno de los candidatos, el señor Pacheco, u otros aspirantes con mejor hoja de vida, o algunos de sus copartidarios, hayan señalado que el CNMH estaba infiltrado por la guerrilla. Se trata del derecho a la verdad, del reconocimiento a las víctimas, independiente de la fuente de la violencia. Finalmente, de cómo reparar y reconciliarnos.
El CNMH ha sido objetivo. Una guerra sin edad, por ejemplo, el informe nacional de reclutamiento y utilización de niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado colombiano, publicado en diciembre del 2017, da fe, como todos sus aportes, de la disciplina analítica e imparcialidad del CNMH. Los protagonistas de los actos de barbarie del reclutamiento son las Farc, el Eln, los paramilitares.
Revisar la historia ha sido una obsesión de individuos y grupos de las extremas. Poco satisfizo más a Hitler, un hombre que no culminó el bachillerato, que no fue aceptado en la academia de arte de Viena, que no llegó más allá del rango de cabo en la primera guerra que, al someter a Francia en junio del 40, mandara traer el mismo vagón en el que, en 1918, Alemania había reconocido su derrota en la Primera Guerra Mundial, preludio del posterior tratado de Versalles. Y ni qué hablar de la historia tipo estalinista, de las versiones oficiales de la invasión soviética a Hungría y Checoslovaquia…
En la Alemania actual, movimientos de extrema derecha como AfD (Alternativa por Alemania) proponen la supresión de la expresión Holocausto. El Valle de los Caídos es, todavía, el eje de una polémica entre seguidores de Franco y los descendientes de sus víctimas, que quisieran que el Valle fuese un centro de memoria de los crímenes cometidos por don Francisco.
Más cerca en la geografía y en el tiempo, el gobierno chileno destituyó en mayo pasado al director del Museo Histórico Nacional porque, en el marco de una exposición (Hijos de la Libertad) se incluyó una frase de Pinochet (“La gesta del 11 de septiembre incorporó a Chile en la heroica lucha contra la dictadura marxista de los puebles amantes de su libertad”). Piñera, hombre de derecha, destituyó hace unas semanas al ministro de Cultura, Rojas, que dijo que el Museo hacía un “uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional”.
No sabemos a dónde conduce la queridura de Duque al lado de nombramientos de personas que representan posiciones de odio y señalamiento, de si estará a la altura de un hombre de derecha como Piñera, al menos en relación con establecimiento de la memoria histórica, una premisa básica de la reconciliación.