Revista Pijao
Gerry Loose: el poeta que no ha dejado de sembrar
Gerry Loose: el poeta que no ha dejado de sembrar

Por Juan Alejandro Echeverri

El Espectador

Decenas de huérfanos y viudas se agolparon en la Plaza Botero para homenajear a los desaparecidos, Gerry Loose escuchó que una mujer preguntaba “¿dónde está, dónde está mi amado?” Al mismo tiempo, pensaba en lo escoceses encadénanos a las rejas de un depósito en Coulport que protestan contra el armamento nuclear almacenado allí.

Loose (Londres 1948) es de ascendencia irlandesa, de tono acompasado, tiene la cara roja como un camarón, la dentadura anárquica y la barba tupida. También es poeta y activista, pero su primera patria fue la horticultura. 

Las primeras poesías que Gerry Loose aprendió, las cantaba su madre. “Eran rimas sin contenido, breves y divertidas”. Por eso no está de acuerdo que se haga una separación entre canción y poema, “porque ambos son un acercamiento al lenguaje y la poesía”.

Dice, a modo de chiste, que se mira al espejo y, hasta ahora, no ve un poeta del otro lado. “Depende del poema”. A veces, como un instante de inspiración, encuentra en un cajón un libro que publicó hace tres años. Lo relee y encuentra poemas que todavía le gustan, “que funcionan”. Y para que funcionen, deben tener “precisión en el lenguaje…  que todas esas palabras al juntarse tengan una armonía, un ritmo”.

La escritura, los viajes, y el activismo consumen su tiempo, además, son más rentables que las labores agrícolas. Sin embargo, Jerry Loose no ha dejado de sembrar nunca. La poesía es como la horticultura: cavar agujeros y depositar semillas: algunas veces florecen, otras veces no hay cosecha. Lo realmente importante, dice, es que el poema –igual que una fruta-  alimente.

Sus libros Falla geológica, Almanaque de robledos, y Aquella persona en sí, fruto de 25 años de carrera, son un registro poético de la desaparición del idioma y otras costumbres nativas de Escocia y de los recorridos por las zonas donde se han probado y utilizado armas atómicas.  Entre sus reconocimientos resaltan la beca de investigación Robert Louis Stevenson  y la beca Hermann Kesten Stipendium. También es fundador y director del Centro de Escritores de Escocia.

La obra de Loose no tiene destinatarios. Sus poemas pueden leerse en hospitales, jardines botánicos, galerías, revistas, y periódicos. Simples, sencillos y conmovedores como la explosión de una ojiva nuclear. “En vez de ponerles muchas palabra, que sean liricos; que con una mirada los puedas tomar y los puedas hacer tuyos”.

“Soy un poeta, no un tonto. No creo que un poema derrote una bala; pero sí puede afectar el pensamiento del hombre cuyo dedo está sobre el gatillo –y agrega- nunca se sabe dónde va aterrizar una palabra, nunca sabes a quien le puede llegar”.

Loose, gallardo y sin tiempo para vanidades pueriles, acepta que las palabras no destruyen instituciones ni derrocan gobiernos, pero está convencido que la palabra puede, incluso, lograr que Colombia se reconcilie con su pasado: “La poesía tiene un rol muy importante que es decir la verdad, algo muy poderoso. La verdad necesariamente va desencadenar en justicia, y la justicia va desencadenar en reconciliación, y la reconciliación va dar cierta capacidad de cerrar el ciclo [de la guerra]”.

Nos va costar una, tal vez dos generaciones –advierte. Después de vivir los conflictos bélicos en Irlanda, de escuchar el testimonio de diversas personas –entre ellas la Nobel de Paz Rigoberta Menchú- en el aniversario de la firma de los tratados de paz en Guatemala, concluye que las personas no olvidan y que, como decía W. B. Yeats, la paz llega cayendo lentamente.

No obstante, asegura Jerry Loose,  “la poesía es una celebración” y mientras estemos ocupados celebrando, no vamos a tener tiempo de matarnos.


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