Por Jacinta Cremades
El Cultural (Es)
Si no nos encontrásemos mirando al Jardín de Luxemburgo, en París, en el apartamento de Florence Delay (París, 1941), nos encontraríamos en un lugar recóndito de España. En el piso más alto, rodeada de abarrotadas librerías con libros que se caen por todas partes, otros que aparecen desperdigados por el suelo, se leen los nombres de Fernando de Rojas, Lope de Vega, Tirso de Molina, García Lorca, Gómez de la Serna, o simplemente Ramón.
Florence Delay viajará a Madrid estos días para la presentación de tres de sus libros publicados este año en español, A mí, Señoras mías, me parece (Acantilado), Puerta de España (Turner), Clavel rojo en la arena (Bellaterra). El 17 de octubre, estará en el Instituto Francés de Madrid, en compañía del catedrático de Literatura François Zumbiehl y del escritor Marcos Giralt Torrente y, el 18 de octubre, en la Residencia de Estudiantes, en un evento titulado Encuentro con Florence Delay: un recorrido por su biografía intelectual, en el que participarán Manuel Arroyo, Ado Arrietta y Manuel Arranz.
Escritora, ensayista, traductora de autores españoles que van de Calderón a José Bergamín, ganadora de Premios como El Médicis, una de las pocas mujeres Miembro de la Academia Francesa, Florence Delay es esto y mucho, mucho más. Como si hubiera vivido varias vidas, también fue actriz principal en la película de Jeanne D'Arc bajo la dirección de Robert Bresson con apenas 20 años. Ejerció de profesora en la Sorbona, en el departamento de Literatura Comparada, sin dejar jamás de traducir, escribir y leer sobre España y su literatura.
Pregunta.- ¿Cómo nació su amor a España ? Empieza en las páginas de un libro o en un encuentro en su vida…
Respuesta.- Pues nació, casi al mismo tiempo y conjuntamente, desde la literatura y desde mi vida. Ocurrió en el liceo de enseñanza media. Una joven mujer apareció un día para remplazar a nuestro profesor de español. Desde la primera mañana, llegó con un lote de poemas y durante el resto de las clases de español, no hicimos más que estudiar esos poemas. Llegó con esos poemas como si se tratara de un ramo de flores. Asimismo, unas semanas más tarde, la directora de mi liceo les dijo a mis padres que debía marcharme al extranjero a estudiar idiomas. Ese año había repetido y quizá pensó que no hacía ya nada en el colegio. Ese verano, realicé mi primer viaje a España, justamente a Cataluña, a casa de una familia que me encantó. Pienso que esa familia, su forma de vivir y de ver la vida, se me representó tan poética como la poesía misma. Por eso digo que la poesía de los poetas y la poesía de la vida me llegaron en el mismo momento.
P.- Los poetas que esa joven profesora le hace descubrir son Federico García Lorca, Miguel Hernández, algunos poemas de Salinas, poetas que años más tarde usted traducirá y sobre los que escribirá ensayos como los que hoy en día se reúnen en Puerta de España, publicado por Turner. Usted se refiere a ellos en varias ocasiones como "mis amigos". ¿Ha tenido usted la impresión, en algún momento de su vida, de haber nacido a contracorriente?
R.- En ese caso me hubiera gustado nacer en la Edad Media, con Chrétien de Troyes, o en la época del Romancero General. Durante el Siglo de Oro, con Calderón y Lope. Me hubiera gustado no nacer en el siglo XVIII en España, pero sí en Francia. Me hubiera gustado estar con la Generación del 98, con la generación del 27, pero en realidad estoy muy contenta de tenerlos a todos como paisaje delante y detrás de mí.
P.- Pero sin embargo no evoca la literatura española contemporánea…
R.- Es cierto. Ahora tengo poco tiempo con mis funciones en la Academia, que me obligan a estar muy al corriente de la literatura francesa en cambio.
P.- Cuando dice que el poeta nace leyendo, la misma frase podría aplicarse a usted.
R.- Las actividades que hago se entrecruzan. Por eso mi deseo de escribir nació leyendo, pero también traduciendo. Leer-escribir-traducir son actividades que obligan a ser -si uno se imagina un velero- tanto a capitán como a marinero. Capitán cuando se escribe, pero marinero cuando se traduce. Capitán cuando se escribe una novela y se tiene que dirigir el curso de la novela. Marinero ya que al traducir hay que rendirse a las órdenes del escritor. Hay que obedecer y ordenar en el trabajo que yo hago. Y yo prefiero obedecer. A pesar de que haya escrito un libro llamado Les trois désobeissances (Las tres desobediencias)...
P.- En una de sus entrevistas decía que aconsejaba a sus alumnas vivir varias vidas, ¿cuáles fueron las suyas?
R.- He tenido varias. La primera empezó con mi amor por el teatro. No del lado de la actuación, sino de la dirección. Trabajé con Jean Vilar en el Théâtre National Populaire, y con Antoine Vitez. En realidad mi único deseo era fundar una compañía como La Barraca ni más ni menos y partir por los caminos montando las grandes obras de teatro. De hecho fundé una compañía para montar La dama duende de Calderón y un Acto Sacramental. Pero justo me divorcié por esas fechas y todo se fue al traste… Volví a mis estudios de español ya que lo urgente fue ganarme la vida. Pero nunca sentí ese fracaso. En general, nunca he sentido mis fracasos ya que siempre me han enseñado y hecho bifurcar. Me encantan las bifurcaciones. Sobre todo el jardín de los senderos que se bifurcan.
P.- La publicación de sus obras en España se ha hecho de forma progresiva, pero este año publica usted tres obras y dentro de unos días se celebraran dos jornadas sobre ellas. ¿Qué efecto le produce?
R.- Creo que ha sido fruto del azar. A mí, Señoras mías, me parece, se lo debo al encuentro con el editor de Acantilado, Jaume Vallcorba, hace años, en un encuentro sobre la Edad Media. Yo había escrito sobre el Grial y Jaume Vallcorba también había escrito unos libros muy interesantes sobre los trovadores. Hace un año, su mujer viuda vino a verme para publicar esta obra mía que se desarrolla en Fontainebleau. También debo a la amistad con François Zumbiehl la publicación de Clavel rojo en la arena y a la amistad de nuevo, con mi amigo Manuel Arroyo, Puerta de España.
P.- Podemos afirmar que, azar o casualidad, las tres obras que se publican corresponden a sus tres pasiones: las corridas, el arte y el teatro y literatura.
R.- Pues sí, y me hace una ilusión muy especial ver Puerta de España en español ya que salió en Francia en 2008. Pero a veces los ecos tardan en llegar.
P.- Acaba de estar unos días en Palma de Mallorca, en Formentor, con motivo de unas jornadas de Conversaciones literarias, tanto en catalán como en español. ¿Cuáles han sido sus impresiones?
R.- Los escritores invitados teníamos que hablar sobre una obra con el tema Bohemios, Magos y Vagabundos. Hablé sobre Noches de Octubre de Gerard de Nerval que trata de un vagabundeo durante tres noches por París. La tercera, el protagonista acaba en la cárcel por no tener sus papeles consigo. En la Francia de Napoleón se exigía tenerlos, como pasará dentro de nada en Francia. La conferencia que más me impresionó fue la de Alberto Manguel que además era el invitado principal y que habló sobre el personaje del Capitán Nemo en Veinte mil leguas de viaje submarino… Nemo que, explicó, quiere decir "nadie". Y la intervención de Patricio Pron sobre La vida que salvéis puede ser la vuestra de Flannery o'Connor. Pero hubo algo que me dejó de piedra. Las cosas habían empezado mal. El primer día, hubo una intervención en catalán sobre un libro en catalán. Al final se generó una especie de bronca tan desagradable que Basilio Baltasar, encargado de organizar las jornadas, tuvo que levantarse y decir "¿Pero qué prefieren ustedes, la concordia o la guerra civil?". Gran silencio hasta que por fin se oyó una vocecita que dijo "la concordia". Debó decir que se me heló la sangre. Esto ocurrió una semana antes de del 1-O.
P.- ¿Cómo se está viviendo esta situación desde el extranjero?
R.- Se tiene una convicción evidente. O se está a favor del Estado Nación, o no. Y yo debo decir que vería con horror que Bretaña, o el País Vasco, o el Langedoc que hablan la lengua De Oc, se separasen de Francia. Que se pueda exaltar el tesoro del idioma, de la poesía, es una cosa, pero de allí a querer alejarse de su propio país no lo entiendo. Una situación similar la viví en el País Vasco. Sentí levantarse las preguntas candentes y los actos violentos. Incluso he intentado entender el conflicto escribiendo una novela Etxemendi sobre la cuestión vasca. Una novela cuya base era histórica y real. Pero es una cuestión delicada y que está resurgiendo por todas partes. Un gran peligro.
P.- Publica también Clavel rojo en la arena, una compilación de pequeños textos dedicados a los toreros y los toros…
R.- Y sobre la muerte en la arena. Era una forma de hablar de la muerte, igual que mi libro Mis Ceniceros fue una manera de reflexionar sobre ella.
P.- En Puerta de España, usted escribe, "Lloré la muerte del torero más célebre de la historia de la poesía antes de haber asistido a una corrida de toros y de darme cuenta de qué es lo que pasa en el ruedo" (pág. 24). Su amor a las corridas viene de la literatura, publica ahora un libro sobre el tema. ¿Piensa usted entonces que el espectáculo de las corridas está irrevocablemente unido a la escritura?
R.- En absoluto. Pero en mi caso, sí.
P.- La verdad es que en sus libros, uno tiene la impresión que la lectura de los hechos precede a su experiencia vital. ¿No es usted la primera mujer en vivir una vida virtual antes de que empezara la era tecnológica?
R.- Pues es posible, quien sabe…
P- ¿Cuáles son los recuerdos que guarda de España?
R.- Tengo varios, los primeros tienen que ver con esta familia que me acogió de niña y que a la larga se convirtió en mi propia familia. Tengo muchos recuerdos con ellos y sobre todo con la niña que tenía mi edad y que se convirtió en gran amiga, una pintora que he seguido toda mi vida y sobre la que he escrito varias veces, Mercedes Gómez-Pablos. Y tengo recuerdos inolvidables también con José Bergamín que conocí en los años 60 y con el que recorrí las calles de Sevilla, una noche de Viernes Santo. Pero quizá mi recuerdo español más fuerte fue en Nimes, cuando vi torear a José Tomás en una corrida inolvidable. Era España en Nimes.
P.- Ahora va a venir unos días a Madrid para su coloquio. ¿Cuáles son sus planes?
R.- Mi deseo, al día siguiente del coloquio en la Residencia de Estudiantes, es irme con François Zumbiehl a Ávila, que no conozco. Me doy cuenta de que conozco muy mal la verdadera España. Mi España es bastante imaginaria y virtual, como usted dice. Y la conozco muy poco. Mi deseo es descubrirla.