Por Carlos Retrepo Foto Claudia Rubio
El Tiempo
Elmo Valencia murió en el ancianato de San Miguel de Cali, como se lo confirmó a este diario uno de sus mejores amigos, el poeta y columnista Jotamario Arbeláez.
“En mi vida, fue mi amigo del alma. Nos vimos todos los días de la vida desde que nos conocimos en 1960. Vinimos a Bogotá en 1970, con el ánimo de escribir ‘El libro rojo de Rojas’, una feroz requisitoria contra el robo de las elecciones que se le había hecho al general Rojas Pinilla. Y escribimos ese libro imitando un poco ‘El libro rojo de Mao’”, recuerda Arbeláez.
En los últimos cuarenta años, todos los 25 de septiembre que se celebra el aniversario de la muerte de Gonzalo Arango, Valencia solía organizar un homenaje “en memoria a la muerte del profeta”, como lo llamaban él y todos sus cofrades.
Arbeláez recuerda que Valencia solía autodenominarse “el motor del nadaísmo”. “Gonzalo Arango, cuando lo conoció, le endilgó el nombre de ‘El monje loco’, jugando con su mismo nombre”, anota el poeta.
“Elmo siempre era el personaje de la alegría, de la risa desenfrenada, del humor negro permanente. Por eso fue el verdadero ‘motor’ en el sentido lúdico del movimiento”, anota Jotamario.
Aunque se formó como ingeniero electrónico, en Estados Unidos, muy pronto se dedicó a las letras. “En el nadaísmo empleó todos sus conocimientos técnicos en la elaboración de una literatura que resultó bastante asombrosa incluso para los mismos nadaístas. Gonzalo Arango lo veía como un fenómeno. Le decía: ‘¿Cuántas patas tiene? Camina como nosotros los humanos’”, recuerda Arbeláez.
Muchos de sus cuentos y poemas fueron publicados por sus amigos en el semanario ‘Esquirlas’, del diario 'El Crisol'.
Junto con Gonzalo Arango Darío Lemos, Eduardo Escobar y Pablus Gallinazo, entre otros, Valencia hizo parte del controvertido grupo de intelectuales de provincia, que se reveló contra el establecimiento.
Así lo recordó en una de sus últimas publicaciones ‘Bodas sin oro, cincuenta años del nadaísmo’, en el que Valencia reunió los mejores textos de ese grupo intelectual.
En esa oportunidad, en conversación con EL TIEMPO, Valencia contó detalles de cómo nació el famoso grupo de autores irreverentes.
Primero quemaron todos los libros que consideraban inútiles y que más los habían torturado. En las llamas ardieron la obra de Heródoto (“porque toda la historia es mentirosa”), ‘La crítica de la razón pura’ (“pura mierda”), ‘La Cábala’, ‘El catecismo’, de Gaspar Astete, y hasta la ‘María’, de Isaacs.
“Como descendiente directo de Talía, Nerón, Eróstrato, Hitler, y todos los pirómanos de la historia, los invito a quemar nuestros libros para probarle al mundo que desdeñamos el saber hereditario, pues ya no hay nada en qué creer, ni siquiera en nosotros mismo”.
Con esas palabras, en la plazoleta de San Ignacio, frente a la Universidad de Antioquia, Gonzalo Arango dio vida, por allá a principios de los años 60, al ‘Nadaísmo’, el controvertido grupo de escritores.
“Sobrevivíamos de la nada, del oxígeno. Éramos muy vagos. ¿Sabes por qué nos metían a la cárcel? Porque nos encontraban con el pelo largo o en un automóvil con una chica, contándole los dedos de los pies o leyéndole el 'Kamasutra'”, le contó Valencia a este diario en esa oportunidad.
Con Jotamario, hacían parte del ‘cartel caleño’ de los nadaístas. Los otros, a la cabeza de Arango, eran el ‘cartel paisa’, con Amílcar Osorio.
A principios de la década de los 60, el grupo de amigos poetas comenzaron sus giras nacionales. Su primera parada fue Manizales. “De los sitios como la Universidad de Caldas, donde dábamos conferencias, se salía el público, nos expulsaban por decreto municipal”, recuerda Arbeláez.
'El monje loco' siempre anduvo por las plazas de los pueblos de país predicando el nadaísmo, al que entregó su vida. “Y bueno, terminó sus días a la edad de 91 años, nació en el mismo año de Fidel Castro y Marilyn Monroe. De modo que duró más que todos ellos”, concluye su amigo Jotamario.