Por Walter Lezcano
Clarín (Ar)
El mito de origen tiene que ver con el caos, la confusión y la hipocondría. Es algo, por supuesto, relacionado con la violencia y la necesidad de avanzar e ir en contra de la propia habilidad. Nada es claro ni hay seguridad a la vista. Sin embargo, hay que hacerlo. Este fue el movimiento que a fines de la década del 90 llevó adelante el escritor, periodista y ensayista Fabián Casas (Boedo, 1965) cuando pasó de la poesía (a la que podríamos llamar “la casa familiar” porque ya había publicado tres libros) a la narrativa (donde todo era incertidumbre, desconocimiento e intemperie). En ese viaje, que dejó la cosecha de una novela (Ocio) y un libro de cuentos (Los Lemmings y otros), Casas encontró una voz, un tono, un ritmo, que lo hizo reconocible entre sus pares y además le sirvió para construir un público lector que se identificó con sus historias. “Para mí pasar de la poesía a la narrativa fue como electrificar la guitarra acústica y hacer algo que no sabía cómo funcionaba. Siempre quise probarme en cosas nuevas y buscar formas desconocidas para mí”, explica Fabián Casas esta tarde en una librería de Palermo a la que considera su segundo hogar. Era una literatura generacional que incluía rock, familia, drogas y metafísica y se hizo un lugar importante en el campo literario argentino. Ahora mismo, esos dos libros, junto a Diarios de la edad del pavo, publicado originalmente en 2016 por Eloísa Cartonera, regresan a la mesa de novedades de las librerías, reeditados por Emecé.
“Lo primero que sentí al ver los tres libros juntos fue un placer estético por ver el laburo que hizo Santiago Barrionuevo con las tapas, me impactó mucho. Tuve un vínculo mayor con eso o con las cosas que leí de otros escritores que con lo que yo escribí”, dice Casas. Y tienen sentido sus palabras porque siempre consideró a la literatura como un trabajo colectivo, nada solitario.
Es en ese sentido que puede verse a los tres textos como entidades que se relacionan. En Diarios de la edad del pavo, que sería el backstage y el laboratorio de operaciones donde se gestarían Ocio, Los Lemmings y hasta Titanes del coco, su última novela, Casas muestra cómo fue la vida cotidiana de un poeta de los noventa e introduce un tema misterioso que lo relaciona directamente con los Diarios que escribió Ricardo Piglia: dónde consigue su dinero para subsistir un escritor en Argentina: “Piglia pudo resolver esa cuestión dando clases en Princeton. Yo no, mi situación económica siempre fue inestable. Y por otra parte: los Diarios de Ricardo son hermosos y para publicar. Los míos no están pensados para eso y están en la calle porque primero creyó en ellos Washington Cucurto (el editor de Eloísa Cartonera) y después Ignacio Iraola (cabeza de Planeta Argentina, grupo al que pertenece Emecé). Si estos Diarios tienen algo singular es que son de alguien que no sabe escribir.”
En el recorrido que hace Casas de la práctica de un oficio seguro a una escritura en riesgo lo acompañaron, como se ve en los tres libros, los amigos y, sobre todo, algunas mujeres que terminaron definiendo su vida tanto o más que los libros y la música que lo rodeaba. Si Lali es el nombre que atraviesa los tres diarios y a quien está dedicada Ocio, en Los Lemmings se lee al comienzo: “Todo para Guadalupe”. Cuando se habla de la literatura de Casas se olvida de la presencia constante del amor y basta pensar, por ejemplo, en "Los cuatro fantásticos", uno de sus cuentos más recordados. Explica el autor: “Tuve mucha suerte con las mujeres en la vida. Todas las mujeres con las que estuve fueron personas extraordinarias y geniales para mí. Me ayudaron, me formaron y no sería lo que soy si no fuera por ellas. Las mujeres son una parte del mundo increíble.”
“¿Qué hace que una vida funcione y siga?”, escribió Hegel. Fabián Casas transcribió esta frase en sus Diarios y, de alguna manera, ella lo guió en la escritura tanto de Ocio como Los Lemmings. Lo que vino después fue emocionante como cualquier desafío que interroga la estabilidad: abandonar la poesía, abordar el ensayo, ser padre, volverse un columnista de un diario, escribir el guión de Jauja, la película de Lisandro Alonso que fue premiada en Cannes, separarse y comenzar a dar talleres literarios.
En el futuro de Fabián Casas, por elección propia, hay más incertidumbre y búsqueda: volvió a construir poemas después de mucho tiempo y posiblemente salgan el año que viene, escribió la obra de teatro Luis Ernesto llega vivo que dirige Alejandro Lingenti y se estrena en octubre, está terminando el guión de la película Los tarados que produce el tenista Gastón Gaudio, terminó la escritura de una serie televisiva sobre el Luna Park con dirección de Luis Ortega y la participación de Esteban Lamothe y continúa dando talleres literarios, que es lo que más disfruta en este momento: “Me gusta más que escribir, más que todo y es a lo que más energía le pongo. La gente que viene es espectacular y el año pasado me dio mucha alegría cuando yo estaba viviendo mi separación. Descubrí que dar clases es increíble porque nunca se vuelve rutina.”