Revista Pijao
Eutiquio Leal:  ¡Luz de una sombra blanca!
Eutiquio Leal: ¡Luz de una sombra blanca!

Cualquier día, en –el estrado de adoquines donde canta la palabra-, la tarde huele a cerveza... a ausencia... a humo de cigarrillo triste. De la agría cava de la melancolía se desprenden aromas efervescentes como si alegres pasaran por la calle las ¡Mujeres de la vida –común y corriente-! Las tablas de la tarima aguardan al actor, que pensativo, en el proscenio, rasca su barbilla. En sus escritos guardados en los recipientes de la memoria, se acurrucan derretidas las laderas del Mundo que yacen embriagadas. Jóvenes que peregrinos pasan, viven una alucinación fermentada. Un grupo de maestros y lectores de versos, en vigilia, entran en profundas reminiscencias vespertinas. Esculcan la voz del éter y oyen el eco de una nube de larga melena blanca. -Sabemos que –esa voz- fue declarada: -en rebeldía- por los sanedrines de rostros opacos. Afirma un gnomo clandestino-: Es la luz de una sombra blanca que con afecto y ternura nos arropa. Habla amorosa una anciana-: La palabra de recia estirpe es ¡La insurgente del firmamento! Vocifera con voz de coro, lo que nadie entiende, un poeta paria con presencia de faquir. Un bardo de ronco timbre afirma-: La nube tiene nombre propio: Jorge Hernández Barrios y en el canto que no perece tiene por heterónimo... Eutiquio Leal. Continúan espontáneas y fervientes las
 ntervenciones. -Singular nube: cosechera de los estíos inéditos y de los crepúsculos irredentos, –dice un campesino analfabeta. Pronuncia un burgués venido a menos por culpa de un sistema económico salvaje-: Tiene la viva estampa de cacique –Calarcá- y temple de guerrero indomable. Propone la niña de veinte años que sonríe frente al mágico espejo de la vida que le responde con una esperanza-: Nube que acunadas como estrellas en el pecho, lleva diligente los nuevos: ¡trinos para sembrar! -En la bonanza de su cosecha está la recolecta de la poesía mayor, -exclama un orador inédito que trepida y enseña dientes de plata y eleva un bastón herido de profeta extinto.

Eutiquio Leal: No es fácil hablar bien de un amigo cuando ha partido. Lo diminuto es hablar en contra... inventar lo deleznable acerca de su magna tarea, de su indiscutible legado, para –uno- que desdice: “escalar posiciones”. Pueden hoy, sentados con eterna maestría, en la silla augusta del trono insomne de una nebulosa esquiva, discutirlo con García Márquez, con Neruda, con Saramago. También con tantos otros que son tan pocos por lo escasos, que viven esta situación de manera constante, por quienes pretenden destruir lo invaluable de sus tareas cuando no pueden desarrollar la misión propia traída por la encomienda del sueño. Quizás fueron más -de siete- las facetas desarrolladas por el señor escritor de Chaparral en su tránsito existencial que abarcó siete décadas de intrincadas presencias universales donde la real vencedora fue la infamia. Fue, sin duda alguna, un más que –yo-. También fue, con generosidad, un usted-tú- nosotros, aunque lo hizo con la prudencia del amauta que no presume. En la faceta de su labor docente enseñó que, “la significación ni se ve ni se toca físicamente”. Los educandos que ambulan por los siglos modernos saben que usted Eutiquio fue el “hombre que inventó los fogones contemporáneos” y en invierno atizó los leños de arrayán, cedro, pino, eucalipto. Conocen que incendio brasas de áspero humo a punta de versos, a punta de poesía. De tal manera dicen que aprendió a aplicar nuevas taxonomías para la estética –literaria-. ¿Quién no sabe que usted es el recaudador de “otras orillas”? No es desconocido que guardó en baldes negros la sangre humana que halló en los caminos... y también que agregó cadáveres humildes y sin nombre en el ancho canasto del olvido. Desafiante habló fuerte ante los ejércitos y los jueces para indicar la ignominia... Gritó que la Masa Inédita –Pueblo anónimo y pobre- en los delirios de la impotencia, sigue siendo una procesión clara-oscura de transitar incierto.

Forja para un paladín

Un hijo del pueblo llamado Chaparral, apodado por voluntad propia: -“Eutiquio Leal”, fue amamantado en su espíritu por las dificultades multánimes que lo anegaron. Abrió los ojos ante el destino humano y al instante conoció el escarnio. Supo de laberintos y vericuetos. Entendió las razones de los desvaríos furtivos de la aurora. Había montañas poderosas –dueñas de toda fronda y todo fruto- que reinaban porque portaban coronas de cerezas doradas. Había montañas de servidumbre, curtidas de ignorancia, que lloraban exhaustas y hambrientas durante las madrugadas tupidas de oscuridad y frio. Fue testigo que por difíciles travesías los harapos ambulantes van taciturnos a extinguirse en los confines del desahucio. Para reconocerse –hombre- oteó los semblantes del firmamento y esculcó los corazones de las galaxias. Vio que la vida es una siembra de incertidumbres que apuñalan los ojos de los inocentes. Auscultó sus arterias y descubrió la sal del llanto... el ardor de las cicatrices. Las situaciones no son como se presentan, tienen otras maneras de ser, se respondió en los entreveros de su mayéutica. Para ser estricto contradictor y maestro se declaró profesor universitario: Universidad Santiago de Cali, Universidad Pedagógica Nacional, Universidad Libre, Universidad Autónoma. Se supo escritor-poeta y se fue el desafío constante por los renglones en la búsqueda de su leyenda: novela, poesía cuento, ensayo. En su bibliografía, algunos títulos: La hora del alcatraz, El oído en la tierra, Después de la noche (novelas). Mitin de alborada, Trinos para sembrar, Música de sinfines, Ronda de hadas (poesía). Agua de fuego, Cambio de luna, Agua de tiempo (cuento). Talleres de literatura: Educación formal y no formal: teoría y metodología. Reconocido por la Academia colombiana como: Fundador de los talleres de literatura en Colombia. Entro hoy, con sigilo, al aula de la imaginación. Ingreso como un estudiante que esculca el corazón del pizarrón para saber si ríe, si por lejanía de estudiantes pobres secó su fuente lacrimal. Indago sobre la ausencia del docente escritor que un día fue mi amigo. Sobre el escritorio donde inquietas perviven mis vagancias, se halla Trinitarias de Eutiquio Leal, desde hace años, convertido tras los días y las horas de insomnio en mi libro de cabecera. Lo esculco. Le extraigo dosis de savia poética. Lo exprimo... luego lo remojo, para volver a empezar, en el decir de otra madrugada que hago de mi propiedad con la complicidad de las entreluces - hijas de las espermas de cebo-cera, y el acostumbrado café negro caliente y humeante como vicio inalterable que me posee.

Tres ¡Trinitarias! trinan cuando trepidan

La Trinitaria, para Eutiquio, posiblemente fue un sinónimo –tríptico- de revolución, independencia y libertad (La Trinitaria dominicana). De qué otra manera se titula con audacia un libro de poesía escrito por un rebelde: ¡Trinitarias! No obstante, nos entrega el autor, con manifiesta ironía: “son Trinitarias porque son poemas de tres versos”. Para quienes no conocen esta obra es preciso decir que no son haikus (no pretenden una cercanía de contemplación de la naturaleza hallada en la –palabra- de Japón, allende la estructura: trimetría). No son textos cortos al estilo Hemingway porque el escritor colombiano es “un viejo” que boga en “otros mares rojos”. Quizás si navega con el autor norteamericano en el Mar Caribe de Cuba y de Martí, y Mar Caribe-Macondo de Colombia, y creo también que sonámbulos y cómplices navegan de noche persiguiendo libertades, entre ron y son y currulao y tamboras y marimbas, en aguas de nuestro Pacífico entrañable. No vamos por los renglones de esta creación hacia los aforismos o hacia las narraciones breves de Kafka. Cuántos críticos y profesores suelen calificar una obra innovadora de la poesía con epítetos subjetivos. Desde Argentina, Alemania, Francia o Rusia, en fin... De cualquiera rincón del mundo, oímos decir al oferente, con el embrujo de una desconocida melodía, esta -reciente obra literaria es (...). Si iniciamos mil búsquedas, hallaremos mil ejemplos. No es lo que pretendo para relacionar con “ínfulas universales de un poderoso crítico” a Trinitarias de Eutiquio Leal. Sólo diré que ingresé a la atarraya de Trinitarias durante la lluvia de la madrugada que golpeaba el techo de zinc en mi rancho y me atrapó como pezinocente y perdido del cardumen. De inmensa tentación es la carnada poética. Al iniciar la lectura de Trinitarias, el lector padece extraña vigilia, se apropia de los espectros que se desvelan con serenidad y placer, ya que no entran por vía directa al asombro simple... pero de inmediato suben extasiados al sonoro tren de -los asombros-. Entrar a los recintos de la mañana como un cautivo de Trinitarias es invadir un laberinto poético de oro del cual no desea uno salir... allí hay siembra grande de poesía, es maná vívido, las espigas son de oro. Se palpa la risa. Se recicla el llanto del alba. La memoria renace elegante... estrena camisa y pantalón. Asistan, devotos, a los versos de las Trinitarias... en ellos: las alegrías, las  bonanzas, las pérdidas, las tristezas... las tristezas... más otras tristezas. Hallarán nostalgias atadas al cielo con cadenas y aldabones y candados milenarios. Aprehenderán el alma de la esperanza... la luz de la redención.

Cosecha de poemas: Trinitarias
Palabra-sangre-camino:

El palpitar oscuro de la ciudad dormida
y los abruptos crímenes despiertos:
el día mira y huye...

En nosotros habitan los muertos de la guerra
vivos y enamorados:
hay ausencias presentes en el trueno.

Llora el viento sus muertos aturdidos
de miedos y relámpagos:
los niños ateridos cantan su hambre nocturna.
Rosa-roca-caracol
Sin luz sobre sus libros la niña enamorada
vigilia en cada letra:
el fuego ha pernoctado entre sus ojos

Ha caído una rosa:
el dolor de la tierra se levanta angustiado
a buscar otra roca en las estrellas.

Cosecha de versos: Trinitarias
Recolecta espontánea de versos:
La niña en su columpio goza el viento.
Allá vive la rosa sin esquirlas.

En las noches de luna todo amor es espejo.
Cada instante inventamos un verano infructuoso.
Aletea la mañana bajo un sol que renace.
Enciende tú la noche.
La joven jardinera siembra odas y doctrinas.

Las metáforas en el libro Trinitarias vuelan. Superan tormentas. Bailan –ballet- en sostenido giro. Tanto más vuelan, sus aleteos, generan comentarios sabios y profanos. Los lectores entendemos que Eutiquio Leal es “el teórico en narrativa”, y es un inventor poético. La discusión entre nosotros está abierta. Un hombre de la provincia colombiana nos entregó un legado de talante perdurable. La responsabilidad consiste en que no sea efímero el valor infinito de sus ethos. El poeta se fue a mundos arcanos hace “dos temporadas”. De los cielos renegados es esencia... es luz de una sombra blanca. Partió hacia lo eterno el hombre que en sus atavíos lleva versos como alimento. Entre semana, como consagrado hortelano, abona en tierra feraz, un cultivo de poesía. El domingo se pone un abrigo y ropa de fiesta... va por avenidas y suburbios y termina la tarde recostado y cavilando en la hamaca irrompible del sueño.


Jesús María Stapper
Especial pijaoeditores.com


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