Por Verónica Abdala Foto Juan Manuel Foglia
Revista Ñ
“Es una novela incómoda, porque la libertad incomoda”, dice Erika Halvorsen la autora de Desearás, una novela recién publicada por Sudamericana, a partir de la que se hizo la película Desearás a la mujer de tu prójimo, que se estrena el 5 de octubre, con el debut protagónico de Pampita Ardohain como Ofelia, en un papel de alto voltaje erótico. Mónica Antonópulos es su hermana Lucía y las dirige Diego Kaplan. Para graficar lo que dice, Halvorsen cuenta que el editor de la película se desvinculó del proyecto el primer día de montaje, cuando tuvo que cortar la escena en que las dos protagonistas, a sus siete años, juegan con almohadones y Ofelia tiene un orgasmo que su madre, Carmen, confunde con un episodio de convulsiones.
En el libro, el lector visualiza el momento de confusión que viven esas tres mujeres: Carmen le mete los dedos en la boca a su hija, le tira de la lengua, le da una pastilla para calmarla: la pastilla adormece las palabras, las imágenes, no la compulsión a moverse ni el ardor en la entrepierna. Su hermana Lucía llora y, como su madre, teme: el deseo sexual deriva, entonces, en una suerte de pequeño infierno doméstico.
-Es un poco lo que nos pasa a nosotras, ¿no? –Dice la autora, que con su primer libro, Un hilo rojo , que también llegó al cine, causó revuelo y ascendió en las listas de best sellers-. El cerebro masculino se niega a entender que de chicas también nos excitábamos, incluso que las mujeres nos masturbamos igual que ellos, tenemos fantasías no siempre viables, podemos ser infieles. Cuando eso se dice o se muestra, incomoda: nos juzgan, nos reprimen y nosotras también nos censuramos.
-¿Por qué?
-Porque nos educaron para ser obedientes, buenas, asexuadas. El deseo femenino sigue siendo un tabú. En cambio, naturalizamos ser, históricamente, objetos de deseo de los hombres, entre otras formas de sometimiento que mansamente aceptamos y hasta nos gustan: competimos por ser elegidas y nos olvidamos a menudo de preguntarnos qué queremos.
-Pero eso no ocurre en tus ficciones.
-Yo busco que el lector reaccione. Que sienta cosas. En mis historias las mujeres persiguen el placer y a veces cosifican a los hombres, disfrutan en la cama. Estoy contando un hecho natural, el más convencional del mundo, me parece. Muchas veces lo que genera impacto es el lenguaje, ciertas palabras que a algunos resultan chocantes –verga, lengua, chupa-. Pero eso también habla de nuestra represión, es muy loco que a esta altura nos escandalicen las palabras. "Clítoris", por ejemplo, es un órgano de placer no asociado a la procreación; la palabra choca porque choca esa idea, aunque suene retrógrado.
La trama del nuevo libro de Halvorsen gira en torno a la relación de las dos hermanas, que rivalizan desde chicas y se reencuentran después de siete años sin hablarse para el casamiento de una de ellas, donde también está su madre (Andrea Frigerio en el cine). Las dos chicas son hermosas, sus parejas también. Y la cama será un campo de batalla en este thriller erótico en el que se formará un triángulo amoroso entre Lucía, Ofelia y uno de sus hombres.
- Mis personajes son mujeres deseadas pero también son sujetos deseantes, que gozan de su sexualidad y no siempre la asocian al romanticismo y al amor–define la autora, que nació en 1980, en Santa cruz, y a sus 36 años ya tiene una prolífica carrera como guionista y dramaturga.
Llegó a Buenos Aires en el 98, para dedicarse al teatro. Egresada del IUNA, estrenó Hija de Dios, Happy Hour, Me doy el gusto, Next, Mátame de nuevo. Su obra Noruega recibió la mención especial del Premio nacional de Dramaturgia del Instituto nacional de Teatro (INT), y en 2009 recibió una mención como mejor autora en el Seoul Drama Awards. Desde entonces trabaja para la televisión (Amar después de amar, Telefé). El éxito masivo le llegó con su primer novela, El hilo rojo, que en cine fue un éxito de taquilla (la vieron 697.218 espectadores en 2016). Desearás es su segunda novela.
-¿Cuál fue el punto de partida de esta historia?
-Partió de una provocación: “Escribí una historia que podría llamarse No desearás a la mujer de tu prójimo”, me sugirió un productor televisivo, y yo le respondí que jamás escribiría nada parecido. ¿De dónde sale la idea de propiedad, y de dónde la culpabilización del deseo? “En todo caso escribiría Desearás, como un imperativo”, dije. Y así fue: mis personajes desean, tienen fantasías no siempre viables, pero eso ocurre en la vida real, no lo invento yo. En este país avanzamos con el deseo igualitario, la diversidad de género y la denuncia de la violencia, pero atrasamos mucho en otras cosas… Seguimos naturalizando que el deseo de ellos es válido y el nuestro es cuestionable, o que otros pueden decidir si una mujer tiene derecho o no a abortar. Naturalizar el sentido de propiedad sobre una mujer es aceptar la violencia que deriva de esa idea.
-¿A quiénes te gustaría que llegara el libro?
-Me gustaría alcanzar a mujeres que quizás se sienten culposas todavía. Porque la culpa y la naturalización de la mujer como objeto está en la base de la violencia que ejercen muchos hombres sobre nosotras. Cuando una chica plantea esto la tildan de masculina.
-¿Cómo un intento de descalificación?
-Yo creo que sí, que lo dicen como un agravio. Espero que mi libro, que no es para pacatos, aporte un granito de arena al desprejuicio. Yo no soy escritora, soy guionista, pero me gustaría pensar que esto puede servir. A nosotras no nos mutilan los órganos, como ocurre en otras culturas, pero nos mutilan la imaginación y el lenguaje.
-Hay sexo, entonces, en tu libro. El sexo vende.
- A mí me interesó indagar en la sexualidad femenina y ese tema está abordado desde el punto de vista de estas dos hermanas muy distintas: una que no siente nada y otra que sí, que se anima mucho más, aunque ambas dependen todavía –como muchas de nosotras- de hombres que les prometen la felicidad. Lo que me interesó mostrar a mí es hasta qué punto puede liberarnos el adueñarnos de nuestros cuerpos. Conectarnos con nuestro deseo nos hace libres, porque difícilmente así podamos quedar presas del deseo de otro. Yo trabajo ese plano, en mis historias.
-¿Y sabemos las mujeres qué hacer con nuestra libertad?
-A veces no, pero el descubrimiento físico puede ser un primer paso para averiguarlo. Intento salvar a mis protagonistas de creer que existen para servir o gustar a otros. La relación de poder y opresión comienza cuando un hombre cree que la mujer existe para darle placer. Ese camino está lleno de trampas y lobos feroces, del que nadie nos enseña a protegernos.
-Escribir escenas eróticas y hacerlo con gracia y timing no es precisamente fácil.
-Lo sé. Por eso intento ser muy descriptiva y natural; en las escenas, usar el vocabulario que se usa en la cama, no en una conferencia de sexología. Es un ejercicio de libertad para mí. Acá hay escenas muy fuertes. Los personajes hacen lo suyo y yo les doy permiso.
-¿En qué notás más limitadas a las mujeres?
-Es muy llamativo que haya mujeres que no alcancen el orgasmo, por ejemplo –o ni siquiera estén seguras de reconocerlo- y eso no sea un problema para los hombres. Creo que es un problema generalizado, del que se habla muy poco. Eso también es violento. Debemos defender nuestra igualdad en este plano también.
-¿El libro originalmente fue pensado como un guión o ambos formatos surgieron simultáneamente?
-Sabía que se convertiría en película cuando ideé la historia. Pero la novela es una consecuencia, es casi un accidente. Yo no vengo de la literatura sino del teatro y de la tele, por eso escribo desde la acción, desde la imagen de una escena, pienso en una recepción colectiva, en ese sentido el libro para mí es un desafío porque implica intimidad y silencio, un tipo de recepción desconocido.
-¿Qué buscás cuando escribís?
-Expandir mi propia libertad, y aportar algo a la del lector, con el que busco un contacto casi físico. Compartir sensaciones. Y llamar las cosas por su nombre, para superar tabúes. La sexualidad es un camino de conocimiento. Nadie puede negarnos esa posibilidad. ¿Por qué vas a anestesiar tu deseo o, en un sentido inverso, ofrendarle el cuerpo a un hombre si no lo deseás? Si una lectora llega a preguntarse "¿hace cuánto dejé de sentir?" o se inquieta, habré cumplido mi misión.
Así escribe
Mi madre siempre fue una adelantada. La casa de la playa parecía un viaje al futuro en esos tiempos. Las telas, los diseños, nuestra ropa, hasta los cócteles que ella tomaba parecían venidos del futuro. O de lo que en esa época era futuro: sus viajes a Europa y Estados Unidos.
Lucía y yo estábamos cabalgando sobre esos almohadones. Mamá estaba en la galería, o la piscina, no puedo recordar si había alguien más con ella ese día. Siempre se nos llenaba la casa de gente pero yo borraba sus rostros. Sólo me quedan algunas voces. Alguna risa.
El almohadón tenía unos bordes sobresalidos. Las costuras. Como cordones. Nosotras estábamos en bombacha y camisetitas punto smock.
Ese borde, la costura del almohadón, comenzó a hacer fricción en mi entrepierna. Sentí un ardor, raro, desconocido. De pronto me empezó a subir un calor por el ombligo, un nervio, eso era, un nervio eléctrico. Creí que me estaba haciendo pis porque al nervio lo siguió una humedad. Y mi corazón se aceleró, empecé a hacer sonidos extraños. Lucía, que cabalgaba su almohadón a otro ritmo, más desparejo, me miró asustada.
Me puse blanca, o roja, o las dos cosas. Abrí grande los ojos. Ella me miró con pánico. Mi corazón había empezado a galopar más rápido que mi trote en almohadón. Lucía intentó detenerme, me tomó del brazo y me sacudió.
— ¿Qué te pasa? ¿Qué te pasa, Ofelia? ¡Mamá!
Halvorsen en teatro
“Bisnietas. Herederas del viento”, con libro y dirección de Erika Halvorsen, cuenta la historia de una pionera de la Patagonia a través de los ojos de estas tres herederas. Ellas son bisnietas de una joven croata madre de tres hijas, y serán las encargadas de echar luz sobre una vida dolorosa y silenciada. La obra, con Alexia Moyano, Dalma Maradona y Sofía Bertolotto en los roles protagónicos, se estrena hoy –sábado 9 a las 21- en Teatro El galpón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034).