Por Raquel Jiménez Jiménez Foto Victoria Iglesias
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En Todos nuestros presentes equivocados Tom Barren, un joven crononauta que no ha hecho nunca nada de provecho con su vida, viaja al pasado tras perder a la única mujer que ha amado, Penélope. Al llegar a 1965 descubre una historia de adulterio que determinará el discurrir de los acontecimientos hasta la actualidad.
1965, Lionel ha inventado un generador (“el motor Goettreider”) capaz de viajar en el tiempo. A su lado, dieciséis testigos presenciarán ese primer viaje que le hará pasar a la historia y convertirse en el mayor acontecimiento histórico de todos los tiempos. Pero su amor por Úrsula (una mujer casada con otro de los “testigos”) podría hacer fallar ese primer viaje. La irrupción de Tom en ese momento cambiará el presente, tal y como Tom lo conoce, llevándole a una existencia paralela de consecuencias inimaginables.
Todos nuestros presentes equivocados es una novela de amor y de física cuántica. Una historia sobre las consecuencias de nuestras decisiones y el poder de salvación de los recuerdos.
Mastai dibuja en ella un mapa de realidades y ficciones, de verdad y de apariencia, de vidas soñadas y literarias. Sobre ese mapa dos hombres viajan durante décadas, en el tiempo y en el espacio, por motivos similares. Jugando a ser dioses sus elecciones marcan al resto de la humanidad.
Elan Mastai irrumpe con fuerza en el mundo editorial con una novela que ha sido traducida a más de veinte idiomas. Su éxito internacional es imparable. Comenzamos.
¿Quién es Elan Mastai?
Un escritor, canadiense, marido, padre. Alguien cuya familia procede de todas partes del mundo y trata de mantener esa perspectiva cuando escribe. He trabajado durante quince años en el mundo del cine como guionista. Todos nuestros presentes equivocados es mi primera novela.
Una primera novela que ya ha sido vendida a más de 24 países. ¿Qué se le pasa por la cabeza cuando piensa en ello?
Me siento muy afortunado. Como autor novel solamente el que a uno le publiquen es un gran honor. Pero que te publiquen tantas editoriales en tantos lugares del mundo, y que tantos tipos de lectores en distintos idiomas, procedentes de diversas culturas, lean mi novela… ¡Me siento un privilegiado!
¿Había imaginado alguna vez un éxito literario semejante?
Quizá sólo mientras me duchaba, cuando nadie me veía (risas). Pero fuera del cuarto de baño, no. Es decir, he tenido la suerte también de tener éxito en el mundo del cine y nunca esperé poder recrear eso en la literatura. Yo quería escribir el tipo de libro que quería leer y que me costaba encontrar. Sencillamente me propuse escribir el mejor libro posible. No me planteé mucho el tipo de éxito que podía lograr. Cuando escribes…, supongo que está muy bien pensar en todos los acólitos, en todas las cosas que te puedes encontrar en el camino. Pero ésa es una forma de no escribir. Creo que lo que hay que hacer es no pensar tanto en lo que rodea al libro, o en lo que puede ocurrir, sino centrarse en escribir. Y lo que pase y venga, ¡vendrá!
¿Cuál es el germen de Todos nuestros presentes equivocados?
Cuando era pequeño, mi abuelo tenía una gran colección de libros de ciencia ficción de los 50 y los 60. Cuando era niño… ¡me fascinaban tanto las historias y relatos que había!, pero también las portadas y las ilustraciones de esas novelas. Los dibujos de ciudades futuristas, robots, científicos locos…
Pero incluso cuando era niño, en los 80, sabía que había algo que no iba bien: el futuro que se imaginaban estos escritores, estos artistas, no se convertía luego en realidad. Así comenzó una fascinación en relación con esos futuros que nos imaginábamos pero que no llegaron a producirse. Así que pensé: « ¿Qué pasó con ese futuro que se nos prometió?».
Con esta novela he tratado de dar una respuesta. Y lo que ocurrió es que Tom se metió en esa máquina del tiempo y… ¡nos estropeó el futuro a todos!
¿Qué herencia tiene esta obra de otros títulos de ciencia ficción como Cuna de gato, de Kurt Vonnegut?
Cuando empecé a escribir el libro, como muchos otros autores noveles, tenía un trabajo a la vez. En mi caso, escribir guiones. Es decir, tenía unos plazos que cubrir, expectativas…, de forma que el libro lo escribía en mi tiempo libre, por así decir. Cerré un acuerdo conmigo mismo: «Todos los días voy a escribir un poco», pensé.
Al principio escribía pequeños capítulos, capítulos cortos, y cada uno de esos capítulos era un día de trabajo. Tras escribir siete capítulos, me acordé de Kurt Vonnegut, de su novela Cuna de gato, que también tiene capítulos cortos. Así que volví a leer el libro y me di cuenta de que muchos de los temas que Vonnegut tenía en 1963 eran parecidos a los que yo estaba escribiendo, así que en lugar de ocultar la referencia, la puse en el libro.
Vonnegut en general ha ejercido una influencia importante en mí, no sólo en el estilo, en las ideas o conceptos de ciencia ficción que usa para hablar del mundo en que vivimos, sino también sus reflexiones filosóficas y la compasión que siente hacia el ser humano y los errores que comete.
En esta obra presenta un mundo muy alejado de nuestra realidad. Han desaparecido casi todos los negocios, salvo librerías y cafés destinados, dice, a fetichistas nostálgicos, ¿imagina un futuro así para el mundo, para la cultura? ¿Destinada a fetichistas nostálgicos?
Existe ese peligro. Para mí, la tecnología es una especie de ola, una ola que arrastra todo lo que encuentra, o al menos, la mayor parte de lo que encuentra. Pero hay unas cuantas personas en esa playa que se agarran a la palmera del teatro, la palmera del cine o de la literatura. Cualquier árbol que haya allí, y así no les arrastra esa ola que arrastra la mayor parte de la gente.
Sin embargo, aquellos para los que aún son importantes las formas tradicionales del arte no se ven arrollados por esa ola. Al mismo tiempo, la tecnología se mueve muy rápidamente, puede generar confusión, y también desarrolla nuevas formas de expresión. Pero el hecho de que existan nuevas formas de expresión no quiere decir que haya cosas nuevas que decir. En tiempos de gran confusión, de cambio, siempre podemos volver a agarrarnos a formas tradicionales como la literatura que nos permitan entender el mundo en que vivimos.
En su novela el escenario es una sociedad tomada por el avance tecnológico en el que hay un personaje, la madre del protagonista, que encuentra consuelo en los libros. ¿Cree en el poder analgésico de la literatura?
Es una pregunta interesante. Creo que podría ser. La literatura como analgésico puede dar consuelo pero también convertirse en un narcótico. Cuando uno siente dolor, la literatura puede ayudar a aliviar ese dolor, pero al mismo tiempo uno puede perderse en ella. Creo que está muy bien conectar con la literatura pero es importante conectar con las personas que nos rodean, porque si no, podemos ir en la dirección opuesta, en una dirección que no conviene.
Evidentemente como escritor puedo conectar con el mundo, contar los problemas que tenemos, ser honesto y vulnerable…. O puedo ponerme una máscara, ocultarme tras una historia, entretener y no decir nada que sea muy profundo. No pasa nada, eso está bien. Pero creo que las buenas historias deben permitirnos las dos cosas: entretenernos y ayudarnos a afrontar el mundo en el que vivimos.
Su novela hay muchas reflexiones sobre la muerte, el dolor, el duelo, la pérdida… sentimientos que la tecnología parece no alterar.
Sí. Quería escribir sobre un mundo en el que la tecnología pareciera haber resuelto muchos de los problemas de la humanidad. Pero los problemas fundamentales, las heridas que tiene el ser humano, no parece que la tecnología pueda curarlas.
La tecnología no puede resolver el problema de la pérdida, ni el del duelo, ni el del amor, ni el de la conexión con los demás. La tecnología no hace que los lazos familiares sean más estrechos, ni que la amistad sea más honesta. En todo caso la tecnología nos aparta de los demás.
Los capítulos de Todos nuestros presentes equivocados tienen una estructura episódica con una minitrama casi cerrada: planteamiento o presentación del personaje o conflicto-nudo- desenlace que engancha a la lectura del siguiente capítulo. Incluso tiene capítulos que presentan un resumen de los precedentes. ¿Qué diferencias ha encontrado entre escribir para la pantalla y la escritura de esta novela?
Cuando uno escribe un guion para una película, independientemente del tipo de película que sea (comedia, terror, historia, amor…), el estilo es siempre el mismo. Todos los guiones se escriben de la misma forma: en tercera persona, en tiempo presente, con las palabras se describe lo que va a ver el público en la pantalla… Es una forma de escribir muy visual. Es una forma muy objetiva de escribir, uno nunca se mete en la cabeza de los personajes.
En una novela uno tiene mucha más libertad, puede utilizar el estilo que quiera. La responsabilidad es mayor porque uno tiene que decidir cuál es el estilo más adecuado para escribir una novela determinada. Al mismo tiempo, siendo una persona que ha escrito guiones durante muchos años, siempre estoy pensando: « ¿Qué es lo que está viendo el lector en este momento? Me gusta pensar esto mientras escribo: ¿Qué está viendo el lector?».
Aunque este sea un libro que tiene todos los ingredientes de la literatura, al mismo tiempo he querido crear para el lector una experiencia muy emotiva y visual. Como crear una película en su mente. Precisamente lo que has dicho de los capítulos cortos es interesante. La gente está muy ocupada, así que me gusta la idea de que si uno no tiene mucho tiempo puede leer un capítulo corto y avanzar a trocitos en la historia, y si uno tiene mucho tiempo puede leer más capítulos. Lo que quiero es que el libro sea acogedor para el lector, que acoja al lector y que el lector pueda leerlo de la forma que quiera.
Tom, el protagonista comienza a mostrar emociones, a ser visceral, en cuanto conoce a Penélope (antes era un hombre aletargado). Lionel también se convierte en una persona mucho más emocional por el amor que siente por Úrsula, un amor que le lleva a cometer estupideces. ¿Por qué encuentran sus personajes masculinos la redención a través del amor?
Desde mi punto de vista hay muchas decisiones que he tomado en mi vida, buenas, malas, más o menos estúpidas, más o menos inteligentes que se han debido al amor. Muchas de las decisiones que he tomado en mi carrera, quizá no hayan sido afortunadas, pero las he tomado con el corazón. Las decisiones que he tomado por razones sentimentales me han hecho más feliz. No siempre, muchas veces también he tomado malas decisiones basándome en lo que me dicta el corazón. Pero cuando doy prioridad a la gente que quiero y a lo que siento por ellos, creo que mi vida es mejor.
Sólo puedo escribir desde mi punto de vista y creo que, ya se trate de un hombre o de una mujer, que venga de un sitio o de otro, lo fundamental, independientemente de los talentos o ambiciones que tenga uno, el separarse de los demás, desconectar de los demás, hace que se pierda la conexión con el otro. Cuando uno está ligado a los demás, cuando tiene lazos con los demás y asume ese tipo de responsabilidades, entonces la vida tiene más significado. Tiene un verdadero significado. He querido explorar todo esto a través de una historia de amor, de una forma divertida y cómica también.
¿Por qué sus personajes masculinos son tan diferentes a los femeninos?
En muchos casos no pienso en mis personajes como en hombres o en mujeres, sino en quiénes son. En general tengo también muy en cuenta el mundo del que proceden, en qué cultura viven, en qué sociedad viven. Con esto no quiero decir que el sexo de los personajes no tenga importancia, sino que me centro en la persona, en cómo ese individuo ha llegado a ser como es, qué cambios necesita, cómo pueden producirse esos cambios.
¿Cómo son las mujeres en la obra de Elan Mastai?
Depende del personaje. Cuando uno escribe para actores no trata de crear personajes ideales, sino personajes complejos, caóticos, con errores y defectos, que tienen cosas que superar, que tienen momentos de sabiduría y de gracia y otros que no, porque un actor necesita tener muchas dimensiones distintas. Como novelista también quiero crear ese tipo de personajes, no trato de crear ni hombres ni mujeres perfectas, ni madres perfectas o padres perfectos, ni hijos perfectos, amores perfectos…, no. Lo que trato es de crear individuos complejos.
Al mismo tiempo el libro está escrito desde la perspectiva de Tom, su punto de vista, esto es una cosa que yo dejo muy clara: es su historia, está escribiendo sus memorias. De esta forma vemos los personajes desde su perspectiva. A medida que el libro va avanzando nos damos cuenta de que su forma de ver las cosas no es siempre la correcta, incluso él echa la vista atrás y se percata de que su opinión sobre un personaje concreto estaba equivocada. Trato de escribir un personaje que cambie y evolucione a través de los errores que comete.
En esta novela aparece como tema tangencial el peligro de los clichés. Esa necesidad que tenemos en la actualidad de etiquetarlo todo (hecho que en su novela ya ocurre en 1965 con “los testigos”) y cómo ésa simplicidad mental se perpetúa durante años y generaciones. En su novela los personajes logran mostrar que son más que esa etiqueta que se les otorgó en un primer momento y superan ese terrible efecto «Pigmalión». ¿Considera necesaria una revisión constante de nuestros juicios sobre las personas?
Sí, por supuesto. Pero es muy difícil. Una de las ventajas que tiene la literatura es que nos permite ver el mundo de la gente de forma distinta. A veces a través de una metáfora que nos ilumina, a través de la claridad mental que nos aporta, que nos ayuda a comprender las decisiones que toma la gente que nos rodea. Porque nosotros estamos metidos en nuestra propia mente y vemos el mundo a través de nuestros ojos. Una de las cosas que puede hacer la literatura es ayudarnos a ver el mundo a través de los ojos de otro individuo. Esta es una lucha que tenemos todos los seres humanos. Hay una tendencia regresiva a ver a todo el mundo como estereotipos e imaginarnos que somos nosotros seres complejos con muchos matices y muchas sutilezas, pero que los demás no, son simples. Por supuesto esto es una idea completamente irracional, pero forma parte de la condición humana. Tenemos que luchar constantemente para poder ver a los demás como individuos complejos. No es fácil, sobre todo cuando la gente actúa de manera tan estúpida. Cuando uno está metido en un atasco de tráfico es difícil imaginar que los demás son tan complejos como nosotros.
¿Quiénes son sus maestros literarios? ¿Qué autores le inspiran al escribir?
He hablado de la influencia de Vonnegut. También de otro escritor, Philip K. Dick, que escribió sobre tecnología y que tenía conceptos de ciencia ficción descabellados, pero en última instancia, lo que hacía en sus libros era poner de relieve la complejidad humana través de la tecnología. David Mitchell también es un escritor que tiene un dominio excelente del idioma, que juega con los géneros de forma inesperada y al mismo tiempo utiliza elementos metatextuales para mejorar la experiencia de lectura. Como soy canadiense mencionaré también a Margaret Atwood que utiliza el género y la lengua de una forma sorprendente e inesperada a lo largo de muchísimos años de carrera literaria.
Antes de escribir esta novela –que ahora presenta en España– ya había trabajado durante más de quince años como guionista para televisión y cine. ¿Cómo pasó de un formato a otro? ¿Recuerda qué fue lo que le impulsó a meterse en la literatura?
Esta historia en concreto estaba en mi mente desde hacía muchos años. Nunca fui capaz de imaginármela como película. De repente, un día se me ocurrió que si la escribía como novela podía hacer todo lo que quería hacer, podía contar la historia que yo quería contar. Esto me intimidó un poco porque nunca había escrito una novela. Así que lo que hice fue no decirle a nadie que lo estaba haciendo. Cuando escribí el primer borrador no se lo conté a nadie, ni siquiera a mi mujer. El día que terminé el último capítulo del primer borrador, bajé a la cocina donde estaba mi mujer haciendo té y le dije: «Tengo que decirte algo». Ella respondió: « ¡Dios mío! ¡Estás viendo a otra mujer!». Y le dije: «No, es mucho peor: he escrito una novela». Se sorprendió pero no tanto porque me ve capaz de hacer cualquier cosa, hasta escribir una novela en secreto. Le di el primer borrador, le pedí que lo leyera y hablamos del tema. Después me centré en reescribirla y en ver cómo publicarla porque pensé que podía publicarse. Pero me protegí cuando escribí el primer borrador y no se lo conté a nadie. De hecho, cuando se anunció el contrato de edición muchos de mis amigos me preguntaron: « ¿Cuándo has escrito una novela? No sabíamos que habías escrito una novela».
Creo que existe una tendencia natural entre los escritores de contarle a todo el mundo que están escribiendo y quejarse de todo lo que supone escribir una novela. Pero mi personalidad no es así. No me gusta decirle a la gente lo que estoy haciendo hasta que lo he hecho.
Ganó el Oscar canadiense por su trabajo como guionista en la película Amigos de más. ¿Qué espera de su primera novela Todos nuestros presentes equivocados?
Era mi quinta película, no la primera. No me dieron nada cuando escribí la primera, el primer guion. Vamos a partir de ahí. Creo que uno escribe la mejor novela que puede y una vez que se publica, que está fuera, en el mundo, uno ya no es dueño de ella. Me encanta hablar de mi libro, me encanta hablar de las ideas…, pero realmente todo esto ya no tiene importancia. Lo importante ahora es lo que sienta el lector, qué efecto tiene el libro en el lector cuando éste lo lee. Eso es lo importante. Y si alguien lo lee y dice: «no tengo ni idea de lo que habla este libro», no pasaría nada. Con que lo lean y tengan una experiencia al leerlo es para mí suficiente. Lo importante es lo que siente el lector, no lo que siente el autor. Así que si alguien quiere darme un premio, no está mal…, aunque siempre es bueno tener que ponerse un traje bonito.
¿Cuánto hay de Elan Mastai en Todos nuestros presentes equivocados?
Bastante, como es normal. No creo que uno pueda esconderse, o al menos en el tipo de novela que yo quiero escribir. Aunque yo no viaje en coches voladores ni en máquinas del tiempo, ni en realidades alternativas…
Al igual que mi protagonista, Tom, perdí a mi madre. No fue en un accidente en un coche volador, mi madre murió de cáncer, pero el diagnóstico del cáncer fue tardío y la muerte llego muy rápido. Es decir, que también pareciera que hubiera sido un accidente de tráfico.
Mi madre murió en 2001 y tardé mucho en poder escribir sobre ese momento de mi vida. Cuando empecé a escribir esta novela, no pretendía escribir sobre la muerte de mi madre, pero surgió la necesidad de escribir sobre la pérdida, el dolor… y cómo esa pérdida y ese dolor afectan de manera muy profunda al ser humano, en las decisiones que toma de maneras que son imposibles de predecir.
Una vez que empecé a escribir sobre este tema sentí que tenía que ser lo más vulnerable y honesto posible al respecto. No quería explotar ese momento de mi vida, pero pensé que la única forma de ser honesto era profundizar en mi experiencia personal y expresarlo de la forma más precisa y mejor posible. Además me enamoré, tengo hijos, estoy casado,… esta experiencia me ha hecho ver que antes yo era una persona muy distinta. También quería escribir un libro en el que se viera de forma emocional y auténtica lo que significa estar solo y cómo uno a partir de ahí puede conectar con los demás, responsabilizarse con los demás y dejar que los demás tengan esa responsabilidad.
¿Cómo escribió la novela? ¿Podría contarnos el proceso desde que concibió la idea hasta que tuvo el manuscrito final entre sus manos? ¿Se considera usted un escritor–mapa o un escritor–brújula?
Me gusta, nunca lo había oído. Es una pregunta interesante porque como guionista soy más bien un escritor-mapa pero como escritor soy más bien un escritor-brújula.
Como novelista escribo las palabras que lee el lector, hay por tanto una conexión directa, pero en las películas no funciona así. Uno trabaja con un grupo de personas: productor, actores, equipo de filmación, director… Hay una gran cantidad de dinero en juego. Uno es un escritor-mapa en esta situación porque todo el mundo tiene que ver ese mapa, todo el mundo tiene que estar de acuerdo con a dónde nos dirigimos, cuál es el destino. Todos hemos visto películas en las que ése no ha sido el caso.
En el caso de esta novela, antes de escribirla la tuve en mente durante muchos años y cuando empecé la escribí muy rápidamente. Escribir la novela fue el final del proceso. Durante mucho tiempo pensé en la novela, investigué, me documenté, planifiqué…
Suele responder a las preguntas de sus lectores a través de portales digitales especializados como Goodreads. ¿Qué relación tiene con sus lectores?
Cuando la gente me hace preguntas a través de Goodreads, a través de Twitter…, trato de contestar. Tengo un sitio web donde pueden escribirme. La gente me manda mensajes bonitos y trato de responder a esos mensajes. No siempre es posible, pero trato de hacerlo en la medida de lo posible porque esa relación con el lector, esa relación autor-lector es para mí algo sagrado. Alguien se toma la molestia de leer mi libro, por consiguiente yo también me tengo que tomar la molestia de responder a sus preguntas. A veces la gente me hace preguntas que no quiero responder porque quiero que las interpreten ellos, pero también se lo digo.
Hay un proyecto de rodar un film o serie sobre su novela, ¿formará parte de él de algún modo?
Sí. Los Estudios Paramount han comprado los derechos del libro. Estoy trabajando con la productora Amy Pascal, que produjo la película de Spiderman. Es una mujer muy inteligente. Estoy escribiendo ahora mismo el guion para la película. Así que cuando vuelva a casa después de viajar, de venir a España y a otros lugares, me tengo que poner manos a la obra con el guion.
Aunque he dicho que durante muchos años no sabía cómo mi novela podía ser una película, resulta que ahora tengo que escribir el guion y ver cómo va a convertirse en una película. Es un reto, un reto interesante.
Del mismo modo en que el libro se ha traducido a otros idiomas, y otros lectores que no hablan inglés están leyendo mi libro, imagino que habrá formas, que encontraré la forma de llevarlo a la pantalla, para poder conectar también con las personas que no hayan leído el libro pero que vayan a ir al cine a ver la película.
¿Está trabajando en otro libro en estos momentos? ¿Puede adelantarnos algo sobre próximos proyectos literarios?
Sí. No puedo adelantar nada. No por llevar la contraria sino porque creo que es mejor no decir nada. No me gusta decir qué estoy haciendo hasta que no lo he hecho. Solamente voy a decir que estoy escribiendo otro libro.
¿Piensa alternarlos (sus proyectos literarios) con su trabajo para la pantalla?
Sí, en la medida en que la gente quiera leer mis novelas. Estoy trabajando en una nueva novela, en una versión cinematográfica de Todos nuestros presentes están equivocados y además escribo otro guion de una película que va a rodarse en primavera. Me gusta hacer las dos cosas.
Hacer una película es una experiencia colectiva. Aunque uno sea el único guionista, forma parte de un equipo, para bien y para mal. Con una novela las cosas son distintas: en la novela estoy yo solo. Yo soy el único responsable. Pero al mismo tiempo uno tiene una intimidad, una conexión muy cercana con los lectores que me gusta mucho.
Hacer una película es como formar parte de una familia mientras que escribir una novela es como tener una historia de amor.
Hace unos días presentaba Harrison Ford en Madrid la segunda parte de Blade Runner y comentaba a los medios: «35 años después de Blade Runner seguimos sin tener coches voladores». ¿Hacia dónde piensa que evolucionará el mundo en los próximos 50 años?
(Risas) Creo que muchas de las cosas de las que hablo en el libro ocurrirán, algunas no. Una de las cosas que exploro en la novela es el límite de generación de energía. Siempre que pensamos en el petróleo, independientemente de que uno crea en el cambio climático o que provoca problemas geopolíticos…, dejando eso aparte, tenemos que darnos cuenta de que el petróleo es muy ineficaz. No se puede tener un coche volador que utiliza gasolina porque sería muy sucio, inestable y además no generaría la energía suficiente.
Así que en nuestro hipotético mundo futuro: hemos resuelto el problema de la energía. No habrá coches voladores mientras no resolvamos el problema de la energía. Así que no sólo tenemos que encontrar fuentes alternativas de energía para resolver problemas ecológicos en el mundo, sino también para liberar nuestra imaginación.
Vamos a ver que cada vez habrá una mayor virtualización y automatización, pero al igual que ha ocurrido en las últimas décadas siempre que uno quita un puesto de trabajo a un individuo para dárselo a una máquina, si no pensamos en lo que va a hacer ese individuo, lo único que conseguiremos es generar problemas políticos para el futuro. La gente necesita hacer algo que tenga sentido en sus vidas. En la medida en que la industrialización se centre en los beneficios y no en los individuos, lo único que vamos a ver es que la política va a ser cada vez más tempestuosa.
¿Cree que —al margen de los avances tecnológicos— seguiremos encontrando nuestra salvación en los libros?
Sí que lo creo. La literatura para mi puede ser una evasión, pero más que eso la literatura es una forma de ver el mundo de otro modo. Evidentemente es muy agradable leer un libro que refuerza todo en lo que yo creo. Ese tipo de consuelo que da el libro puede ser un alivio. Pero al mismo tiempo me parece importante leer libros que me provoquen, cuestionen las cosas en las que creo, que planteen cosas que no estén relacionadas con el modo en que yo veo el mundo ni con mi vida, que me permitan ver el mundo a través de los ojos de otras personas. Ese es el gran regalo que nos da la literatura.
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Mastai tiene algo de cansado (lleva todo el día concediendo entrevistas), de descarado y de sabio. En varios momentos de la entrevista se ha mostrado apasionado por su trabajo, por la explosión de creatividad que ha mantenido cierto tiempo en secreto. Habla con entusiasmo del proceso de creación. Sus gestos y sus manos acompañan ese frenesí.
Mastai es alto, tiene buena presencia y proyecta muy bien la voz. Podría trabajar sobre un escenario, dando vida en él los personajes y los mundos que soñó de niño. En su lugar, dibuja con un fino trazo circunstancias y personajes, diseña historias para entretener al lector y para cuestionar toda sus creencias.
Como sus personajes Mastai sigue hojeando antologías de ciencia ficción de los años 50 y 60 que heredó de sus abuelos. Como sus personajes lleva muchos años buscando un sentido a todo lo que ocurre, intentando explicar esa nostalgia apabullante por las cosas que no han tenido lugar en su realidad. Nostalgia por las cosas que otros imaginaron y trasladaron a la ficción: a novelas y películas.
Mastai trata, con esta novela, de cubrir esa nostalgia con puertas hacia significados que aún no conoce. Trata de abrir puertas a nuevas preguntas que aparecen en el camino. A estas alturas es obvio que Elan Mastai se hizo novelista porque el mundo real se le quedaba pequeño, y en este tránsito de creatividad va cubriendo nuestra nostalgia —de todo lo que imaginamos y leímos y siempre anhelamos vivir— con el poder evocador de las letras.