"No hay un libro moral o inmoral, solo hay libros bien o mal escritos", advirtió Oscar Wilde de la edición de 1891 de El retrato de Dorian Gray. Por pura precaución, y ante el revuelo causado por la versión anticipada un año antes en la revista Lippincott, el propio Wilde se había convertido sin embargo en censor de su propia obra, no fueran a tacharle otra vez de "crear una atmósfera de olores mefíticos y de putrefacción espiritual y moral".
De hecho, la única novela de Wilde -publicada a caballo entre El príncipe feliz y otros cuentos y sus celebradísimas comedias Un marido ideal y La importancia de llamarse Ernesto- llegó a tener tres versiones distintas: el original que envió a Lippincott, el texto publicado en la revista (con 500 palabras menos, censuradas por el editor JM Stoddart) y la novela ampliada/"autocensurada" de 1891 que sobrevivió a la trágica muerte su autor en los albores del siglo XX.
Ahora, en pleno siglo XXI, sale finalmente a la luz el manuscrito original de El retrato de Dorian Gray, en versión facsímil, con mil copias numeradas (a 233 euros el ejemplar) y con acotaciones del propio Wilde que demuestran su personalísima lucha con la moral victoriana de su tiempo, a la que dedicó por las mismas fechas un anatema titulado La decadencia de la mentira.
En la página 147 de la versión original, el pintor Basil Hallward se desmarca con una abierta declaración de amor a su modelo, Dorian Gray, en contraste con la calculada ambigüedad de la versión autocensurada: "Es cierto que te he adorado de una manera mucho más romántica de la que un hombre debería sentir hacia un amigo. De alguna manera, nunca he amado a una mujer... Y debo admitir que yo te adoré de una manera loca, extravagante, absurda".
"El manuscrito es una ventana abierta a la mente de Oscar Wilde mientras estaba escribiendo la novela", recalca Merlin Howard, el nieto de 72 años del autor irlandés, que ha contribuido de una manera muy activa al revival de su abuelo. Howard ha prestado también su total apoyo a El príncipe feliz, la película de Rupert Everett que ahonda en el calvario y persecución de los últimos años de Wilde, de su salida de la cárcel del Reading (tras cumplir dos años de condena por "indecencia grave" por su relación homosexual con Lord Alfred "Bosie" Douglas) hasta su muerte en la ruina física y económica en París.
Wilde no pudo nunca reencontrarse con su mujer Constance (que cambió su apellido), ni con sus dos hijos, Cyryl (murió en la Primera Guerra Mundial) y Vyvyan, empeñado en recuperar la memoria de su padre con una celebrada biografía. Merlin Howard es hijo de Vyvyan, y su propósito consiste ahora en reivindicar al Wilde indómito en el contexto del siglo XXI.
"Cualquiera puede decir hoy en día que ese párrafo, en la página 147, pudo haber causado un tremendo daño a su familia, algo de lo que él se arrepintió tremendamente", escribe Martin Holland en el prólogo a la nueva edición de El retrato de Dorian Gray. "Pero Oscar Wile había alcanzado un punto en que corría el riesgo de convertirse en un autor respetable y convencional, casado y con una vida bohemia en Chelsea".
"Creo que el propósito de escribir esta novela fue precisamente intentar quitarle el musgo victoriano a la novela "en tres volúmenes y repugnantemente sentimental", como decía Lady Bracknell", agrega el nieto de Wilde. "Llegados a este punto de su vida, él decide cruzar la línea de las convenciones y del respeto social. Su propósito fue sacudir y tocar las narices al establishment, pero era lo suficientemente inteligente para saber hasta dónde podía llegar. Por eso bajó el tono a los párrafos que habían provocado la reacción de los críticos, y nos regaló una versión autocensurada que sobrevivió a la tormenta y se convirtió en un clásico del siglo XIX, una novela adelantada a su tiempo".
Tomado de EL MUNDO